EL PAíS › ACTO DE MADRES DE PLAZA DE MAYO POR LOS 30 AÑOS DEL GOLPE
En el primer acto multitudinario por los 30 años del golpe, las Madres realizaron una vigilia en la Plaza que duró hasta las tres, hora que se produjo el golpe. Cantaron León Gieco, Teresa Parodi y Vicentico. Como cierre hablaría Hebe de Bonafini.
› Por Cristian Alarcón
Ayer la plaza no fue peronista, fue joven. Los miles de adolescentes y los menos mayorcitos que coparon el histórico sitio de las Madres estaban anoche a eso de las 11 mancomunados en el grito visceral y el salto masivo: “¡El que no salta es militar!”, decían unos y otros. Convocados por radio muchos de los que llegaron a la plaza eran fans de La Renga que para las nueve ya se habían enterado de que no serían de la partida. Lejos de irse, los chicos y las chicas se mezclaron con los militantes y activistas de organizaciones sociales y de derechos humanos en el acto convocado por la Asociación Madres de Plaza de Mayo que encabeza Hebe de Bonafini, una vigilia por los 30 años de la dictadura que terminó a la hora en que se produjo el golpe, las 3 de la mañana. Era una escena por lo menos compleja de los treinta años que pasaron entre el genocidio y el momento actual de los crecidos en democracia. “La verdad, loco, vine por la banda, pero está todo bien con las Madres, y está todo mal con los milicos, así que nos quedamos”, decía uno de los pibes, entre porros y banderas.
“No nos han vencido. Juventud peronista”, rezaba la bandera celeste y blanca colgada entre los árboles del costado izquierdo del escenario levantado en la mitad de la plaza. Alrededor de las fuentes, vacías, Laura Aquino, con las patas afuera y un chaleco azul del MTD Evita hablaba de sus parientes paraguayos escapados de Asunción en el ’73, atrapados luego por el horror argentino. “Lo único que sé es que se tenía mucho miedo y en el barrio entraban a sacar gente”. Ella llegó con los de Sildaña, Merlo, en bondi, como a otras decenas de marchas. “Las madres estuvieron allá y nos dieron estos prendedores”, mostraba.
En el fondo, una letanía: “Ojalá que la lluvia deje de ser milagro que baja por tu cuerpo”, sonaba, pretérito. Pero cosa rara: los adolescentes la tarareaban, hijos de los ochenta al fin. En la otra punta tres amigos del mismo barrio se encontraban en la boca del subte. “Qué hacés loco!”. “Eh, loca, ¿cómo andás?”. “Mirá aquella!” Johana, 22, estudiante del profesorado de historia. Marina, 18, de derecho. Y el varón, 24, metalúrgico, paranoico por las preguntas del cronista: “Es que me parece que voy a ser delegado, ¿viste?”. Los tres confesaron su pasión rockera, los tres se dijeron orgullosos de participar en el acto por el golpe de Estado.
–¡Y ya lo ve! ¡Y ya lo ve! El que no salta es inglés.
La muchedumbre truena. El cronista, confundido, cree que dicen: “Y ya lo ve, el que no salta es diyei”, pensando que se trata de un ataque al rival musical electrónico: el DJ. Pero no, es patriotismo, viejo.
–¡Argentina! Argentina!
Sentado tras un mostrador, frente a su colectivo pintado con personajes infantiles y leyendas sobre el derecho de niños, mujeres y ancianos, Armando, 42, conocido como Susú –tiene una muletilla, le antepone “susú” a todo–, presidente de la Asociación Civil La Casa de Fiorito, un comedor para setenta pibes en el barrio del Diego, contaba sus años de militancia. Esta semana salieron, él y sus compañeros, a pintar paredes: “30 mil veces volveremos”. “Estamos acá con Hebe, y también con el Presidente. No soy kirchnerista fanático, pero le creo. Nunca tuvimos política de estado de derechos humanos y ahora sí, pero falta que la copa se derrame.”
A su lado, cinco mujeres rellenaban y freían empanadas, una de las maneras de bancar el comedor. Ya estuvieron en el Chascomús Rock. Rock y política parecían ayer la clave del encuentro. Las Madres tienen una larga tradición en su alianza con los músicos, desde el clásico y gran León a los hardcore y los punks. La escena de ayer, aunque impensada, era la de muchos años de festivales anti represión: desde el micrófono se explicó que La Renga, aunque ha acompañado a las madres en sus actos, esta vez no estaría allí. León Gieco comenzó con Cinco siglos igual y continuó con La memoria. Los militantes, hacia el fondo de la plaza, coreaban. Entró, altiva, una bandera enorme de la FM Bajo Flores con la cara de un Rodolfo Walsh que con el viento parecía hacerle un guiño a la masa. “¡Videla, compadre, la concha de tu madre!”, rugía.“Compañeros desaparecidos presentes. Ahora y siempre”, gritaban todos. Las remeras –La Renga, Motorhead, Sepultura, Los Piojos, La 25, Los Gardelitos, Cielo Razo, Callejeros– se sumaban: “Presentes”. Sebastián, un rubio de 21, en tren de galán, discutía sobre el impacto de la dictadura en sus padres con tres chicas de Río Gallegos. Mientras, León se retiraba y llegaba Fontova. A esa altura, mucho vino y cerveza había corrido por la plaza, y adelante, los rockeros más pesados se agolpaban contra la gente de seguridad, fuertes hombres y mujeres de la FTV. Como la presión era mucha, el locutor, los instaba, sin éxito, a mermar la presión. Cansado, del alma le salió: “¡Las Madres les piden conducta revolucionaria carajo!”. Fue suficiente para calmar a la hinchada.
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