EL PAíS › OPINION
› Por Eduardo Aliverti
¿Por qué da la sensación de que si uno critica cosas de este gobierno, desde una posición de izquierda, pasa a ser visto como un marciano? Es más: ¿por qué da la sensación de que si uno critica cosas de este gobierno, desde una posición de derecha, también es visto como un marciano? ¿Es sólo una sensación o es la certeza de que cierta euforia consumista de la clase media está repitiendo la historia de que lo único importante es el día a día? ¿Cómo es esto? ¿Hay que estar con Kirchner y si no se lo está uno es la versión remozada del gorilismo antipueblo de la Unión Democrática del ’55?
Si se cuestiona la nueva integración del órgano que propone y controla a los jueces, porque tiene todo el olor a sujeción gubernamental de la Justicia, se es un corporativo. Si se previene que la empresa estatal reemplazante de Aguas Argentinas podría ser un negociado, se es un liberal privatista. Si se apunta que la política cárnica no es sino un conjunto de medidas que van y vienen sin ton ni son entre sí, se les hace el juego a los terratenientes vacunos. ¿Por qué? No todos, desde ya, pero muchos de quienes son contrarios a ésas y otras medidas y rumbos gubernamentales no tienen prontuario. Tienen antecedentes, diría el inolvidable Carlos Grosso. Antecedentes de autoridad moral y lucha, muy por encima de varios o de la mayoría de los funcionarios actuales. Entonces, ¿por qué?
¿Por qué hay que pedir algo así como disculpas si se denuncia o se pregunta por el clima de represión en Las Heras? ¿Por qué tanto gesto y tanta medida positiva de este gobierno, en la revisión de lo ocurrido cuando la dictadura, han cooptado tanta conciencia crítica?
Si sigue habiendo alrededor de cinco mil causas judiciales abiertas contra luchadores sociales, ¿no hay que decirlo porque Hebe entra aplaudida al Colegio Militar? ¿Por qué no corresponde lagrimear por un pañuelo blanco entrando a un antro histórico de criminales y llamar la atención sobre el montón que falta?
¿Por qué ocurrió que una manifestación con alrededor de cien mil personas reciba, desde el propio campo popular, el señalamiento de que es un acto “politizado”? ¿Uno está loco o esto es lo único que faltaba? ¿Ahora resulta que hay que “despolitizarse”? Cuando las Madres y las Abuelas aparecen en defensa de Ibarra, y está muy bien; o insultando a Bush, y está mejor; o advirtiendo sobre los acuerdos de Kirchner con las patotas bonaerenses de Duhalde, y está mejor que mejor, ¿qué viene a ser? ¿Recetas de cocina, nociones de puericultura, indicaciones sobre las tendencias otoño-invierno? ¿O política?
Si los partidos y organizaciones de izquierda de este país cometieron todos los errores habidos y por haber, en casi cualquier aspecto que se quiera; y si en efecto son acusables de mentalidad sectaria, de ser dos y partirse en tres, de masturbarse con sus documentos, de conformarse con algunas patéticas revoluciones discursivas en las aulas universitarias y en la bizarra decadencia de sus periódicos partidarios, ¿habilita eso a llamarlos “siniestros”, como hizo el ministro del Interior?
Uno, que ya vio la película de que no había que criticar a los milicos porque era necesario poner orden tras el caos reaccionario y asesino de Isabel y López Rega; la de no meterse contra Alfonsín porque la democracia era débil; la de ser contemplativo con la rata porque la globalización privatizadora y la desocupación y el dejar atrás el pasado y la cuota del crédito de la licuadora eran el destino único; uno, ¿debe tragarse ahora que otra vez es mejor callarse lo que le parece mal, o incompleto, o demagógico?
También es cierto: ¿por qué alguna izquierda no advierte que tiene que ser más perspicaz o, a secas, más honesta intelectualmente, y dejar claro que no piensa que Kirchner es lo mismo que Videla? ¿Por qué esa manía de seguir jugando a la pelota en vez de al fútbol? ¿Por qué dejar un espacio legítimo para que le digan que intentó aprovecharse de una manifestación de masas? Y también es cierto: si algunas organizaciones de izquierda pretendieron arrogarse la representatividad de decenas de miles de personas que, está claro, salieron a la calle sólo en honor a los muertos y no por los derechos humanos de los vivos, ¿por qué no se dice igualmente que los bandoleros fierita de al lado del escenario no tienen ningún derecho a vestirse de la otrora “gloriosa jotapé”? ¿Cuál “gloriosa jotapé” son esa manga de infiltrados que fueron a pudrir el acto del 24?
Hay algo objetivo, irrebatible, por fuera de toda pregunta. Si estamos hablando de las Madres por acá, y la izquierda por allá, y las Abuelas más allá, y así sucesivamente hasta ofrecer una triste imagen de divisionismo e inclusive de conceptuar al compañero como adversario, hay alguien que se está regocijando.
Adivinen quién.
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