Jue 06.04.2006

EL PAíS  › IDENTIFICAN LOS RESTOS DE MARIA CRISTINA LANZILLOTTO

Una búsqueda que llegó al fin

“Es imposible explicar lo que siento”, susurra Alba Lanzillotto, de Abuelas de Plaza de Mayo, luego de la identificación de los restos de su hermana desaparecida. En el silencio que le sigue a esa frase se mezclan la certeza de haberla encontrado con una profunda tristeza. Las Abuelas de Plaza de Mayo darán detalles hoy en una conferencia de prensa del reconocimiento de los restos de María Cristina Lanzillotto por parte del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). El viernes a las 18 se hará una ceremonia religiosa en la Iglesia de Santa Cruz y luego será sepultada en Santiago del Estero, donde viven sus hijos, que habían sido secuestrados con ella.

Las mellizas Lanzillotto, María Cristina y Ana María, desaparecieron durante la dictadura. Su hermana mayor, Alba, tuvo que exiliarse en España en 1976. “Ya tenía 19 años cuando nacieron y eran como las muñequitas del barrio: las bañábamos, las vestíamos”, recuerda Alba. “María Cristina no se separaba nunca de la melliza. Eran las que organizaban los bailes y los paseos. Lo que las diferenciaba es que se preocupaban por los demás”, cuenta. A Ana María la secuestraron en julio de 1976, embarazada de ocho meses. Estaba casada con el dirigente del PRT-ERP Domingo “El Gringo” Menna, que fue asesinado por la dictadura. “A Ramiro, el hijo mayor de Ana, lo recuperamos. Nos llegó un anónimo que decía que estaba en una guarnición policial de San Martín”, relata Alba, quien todavía busca a su sobrino nacido en cautiverio. “Una amiga de María Cristina le dijo que se fueran y salvaran a sus hijos. Pero ella le respondió que no se podía ir, porque los militares la tenían a Anita y no la podía dejar”, explica Alba.

María Cristina se recibió de maestra en La Rioja y se fue a estudiar a Tucumán en 1965. Allí conoció a Carlos Benjamín Santillán, un joven militante del PRT de Santiago del Estero. Se casaron en 1974 y se mudaron a Pergamino, donde nacieron sus dos hijos: María Lucila y Jorge Francisco. Un grupo de tareas rodeó la casa el 17 de noviembre 1976 y los secuestró junto con sus hijos. “Una vecina salió y la amenazaron con que si no se metía dentro la mataban”, recuerda. “Los policías se quedaron esperando a ver si llegaba alguien más. Detuvieron a los padres de Santillán y los tuvieron una semana sin comer y sin darles agua. Esa casa, que estaba a nombre de mi hermana, la tiene todavía una mujer a la que se la dio un policía”, denuncia.

A ambos los llevaron a la Jefatura de Policía de San Nicolás, donde los torturaron. El responsable de los centros clandestinos de detención de San Nicolás fue el coronel Fernando Martín Saint Amant. “Un policía que declaró en la causa judicial sostuvo que un militar salió a decir: ‘Al primer golpe de picana la matamos’ (aunque era mentira) y ordenó a la policía que hicieran lo que quisieran con los niños”, explica. Los policías los dejaron abandonados en Fisherton, un barrio de Rosario. “Los recogió una vecina que los tuvo hasta marzo de 1977. Y luego avisó a nuestra familia y los abuelos los fueron a buscar. Esa señora hoy es la madrina de ellos, una persona más de la familia”, cuenta Alba. A María Cristina la vieron por última vez en El Vesubio el 28 de diciembre de 1976. Sus restos fueron reconocidos por el EAAF en una fosa común del cementerio de Avellaneda el 13 de junio de 2005 y la Cámara Federal de Buenos Aires confirmó su identidad el 2 de febrero de este año. El 12 de abril será enterrada en La Banda, cerca de la capital de Santiago del Estero.

Informe: Werner Pertot.

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