Al diputado Mauricio Macri casi nadie le conoce la voz en la Cámara. Aunque concurre con regularidad a las sesiones, casi ni participa en debates y sus proyectos son escasos.
› Por Eduardo Tagliaferro
Tal vez guiados por aquel refrán que recomienda estar callado y parecer tonto antes que hablar y despejar definitivamente las dudas, muchos son los políticos que hacen de los silencios su principal herramienta. Aunque la lista es larga, no lo es tanto como la de quienes apuestan al crecimiento de imagen manteniendo un look atildado y discursos alejados de lo altisonante. Entre una y otra de esas opciones, el ingeniero Mauricio Macri pasea su aburrimiento por la Cámara de Diputados. Pocas, muy pocas, son las veces en las que se lo escuchó hablar en el recinto. Sus palabras no dejaron huella visible entre los diputados que lograron escucharlo. Su asistencia es tan regular como el pantalón gris y el saco azul que suele vestir. Lo que no siempre implica compromiso, como lo demuestra su repetida ausencia en votaciones. Luego de hablar sobre el artículo primero del Presupuesto 2006 aprobado en diciembre, cuando llegó el momento de votar el capítulo segundo de la ley de leyes, el ingeniero ya se había retirado y las actas lo registraron como ausente. En la pobreza que muestra el funcionamiento de la Cámara baja, Macri no llega a la media.
De los seis proyectos presentados por el diputado de Compromiso para el Cambio, tres son de ley. Los restantes son pedidos de informes en los que le pregunta al Ejecutivo por los subsidios destinados a las empresas privatizadas de servicios públicos, los planes para la provisión del servicio de gas y electricidad y sobre el funcionamiento de Enarsa y Lafsa. A la hora de proponer leyes, su atención estuvo puesta en un régimen de promoción para el uso de biocombustibles, modalidades de empleo para mujeres y hombres de entre 40 y 65 años, y en el traspaso de la Policía Federal.
El ingeniero integra las comisiones de Industria como secretario y la de Pequeñas y Medianas Empresas como vocal. De las dos breves intervenciones que tuvo en el recinto, una fue para hablar sobre el Presupuesto en diciembre. No soportó la maratónica sesión y luego de votar en general la ley de leyes –como se supo denominar antiguamente al Presupuesto– se ausentó. Una conducta que mantuvo a lo largo de varias sesiones. Cuando en la primera semana de abril se trató la constitución de la sociedad Agua y Saneamiento Argentinos Sociedad Anónima (Aysa), se retiró apenas terminó de votar negativamente. Cuando en la sesión anterior se analizó la rescisión del contrato con la empresa Aguas Argentinas, Macri tampoco estuvo. Por eso no participó del tratamiento de la modificación del Código Penal para reprimir el lavado de dinero proveniente de actos ilícitos.
Los más memoriosos recuerdan que estuvo presente cuando se inmortalizó la foto con la que la oposición manifestó su rechazo a la reforma del Consejo de la Magistratura. Su rol no fue protagónico en la discusión parlamentaria y se limitó a entregar su voto negativo. Cuando se demora el inicio de las sesiones, alrededor de Macri suelen nuclearse no pocos de los integrantes de su bloque. Alejado de esas tertulias, Macri alterna la consulta de su computadora de escritorio con llamativos bostezos.
Cuando se recordaron los 30 años del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, Macri reflotó la teoría de los dos demonios. Fue en distintos actos y declaraciones públicas. Cuando el ARI, a través de la diputada Elsa Quiroz, propuso un apartamiento del reglamento para votar la derogación de los indultos a los responsables del terrorismo de Estado, Macri se abstuvo. Luego de ello se retiró y figura ausente cuando se votaron los restantes proyectos de una sesión tan extensa como importante. Sesión que incluyó el tratamiento de iniciativas como la de crear un cargo específico para fomentar la infraestructura enegética. Tampoco estuvo presente cuando se votó convertir en feriado nacional el 24 de marzo. El debate no logró enamorarlo y las mesas del bar Casablanca, ubicado en la esquina del palacio legislativo, fueron testigo de sus conversaciones con la legisladora porteña Gabriela Michetti.
Macri no participa de las principales discusiones. Al no ser titular de la bancada, cargo que ejerce el liberal Federico Pinedo, no forma parte de las habituales reuniones de Labor Parlamentaria en las que los principales referentes de las diversas bancadas de la Cámara baja definen los temas que integrarán la agenda. Con tanto silencio, tanta ausencia, tan bajo perfil, y tan escaso protagonismo, no deja de llamar la atención que su bloque reclame para él el cargo de vicepresidente tercero del cuerpo. Un puesto de alta exposición, de interés en la política y el debate, pero, por sobre todo, de un acabado estudio del reglamento. Tal vez el más tedioso de todos los saberes parlamentarios. Aunque lejos de la frase “dicen que soy aburrido”, Macri no podrá negar su evidente aburrimiento en las sesiones. Algo que su performance legislativa ratifica.
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