El alto precio internacional del barril de petróleo, valor que lo acerca a sus límites históricos, el carácter agotable del recurso natural, las suspicacias lógicas que suelen generar los sistemas de subsidios directos fueron algunos de los principales argumentos que se escucharon en el debate en el que el Senado convirtió en ley al régimen de promoción de biocombustibles. La iniciativa, iniciada originalmente en la Cámara alta e impulsada por el radical independiente de Río Negro Luis Falcó, tuvo cambios sustanciales en Diputados, cambios realizados a instancias del Ejecutivo.

El nuevo régimen establece que dentro de cuatro años será obligatorio que toda nafta y gasoil incluya al menos un 5 por ciento de componentes derivados de sustitutos vegetales. La norma tiene, entre otros objetivos, promover alternativas de combustibles menos contaminantes a los derivados del petróleo y de esta manera reducir la dependencia energética sobre los combustibles fósiles, explotación que casi todos los informes técnicos, tanto en Argentina, como en otros países productores, señalan que se encuentra en un punto cercano al agotamiento.

Fue evidente que casi todos los senadores presentes querían que el tema se convirtiera en ley. No dejó de resultar llamativo que los senadores del radicalismo, que votaron en contra cuando el tema fue analizado en general, terminaron dando su apoyo en los artículos en los que se necesitaba una mayoría calificada. De esta manera evitaron que se cayera la iniciativa. El proyecto recibió 39 votos a favor y 21 en contra, cuando se lo trató en general. El artículo 15, referido a cuestiones impositivas, como devolución de IVA y subsidios directos, necesitaba una mayoría especial que el radicalismo entregó.