EL PAíS › PANORAMA POLITICO
› Por J. M. Pasquini Durán
Dentro de cinco semanas, el jueves 25 de mayo, de un modo informal dará comienzo la competencia electoral por la renovación presidencial en 2007. Para ese día, los partidarios del Gobierno esperan un mitin multitudinario en Plaza de Mayo que exprese en la calle la opinión mayoritaria que aparece a menudo en las encuestas de opinión. Para que tales expectativas sean satisfechas, tendrán que movilizarse los aparatos partidarios, gremiales y sociales, pero además, como sucedió con algunos actos convocados por los defensores de los derechos humanos, familias y grupos de amigos sin encuadramientos orgánicos deberán asistir por decisión propia. En ese caso, el presidente Néstor Kirchner hablará desde el balcón de la Casa Rosada y, si así ocurre, será muy difícil disipar luego la impresión que marcha por la reelección, una opción que hoy en día, por cierto, también se impone en las encuestas que intentan anticipar las decisiones ciudadanas.
Entre los promotores de la movilización no hay opiniones unánimes acerca del sentido final de esa jornada. Algunos anticiparon que sería el “operativo clamor”, un pronunciamiento de viva voz por la reelección presidencial, pero esa versión no encontró eco hasta el momento ni siquiera en el principal destinatario, quien prefiere que la fecha conserve su legado patriótico en el sentido de ratificar, con todas las implicaciones del presente, la vocación emancipadora y libertaria de origen, o sea, en criollo, una ocasión para respaldar la gestión cumplida en los tres años pasados y para relanzar lo que queda del actual mandato. Estas y otras consideraciones sobre el tema no son más que dibujos en la mesa de arena, puesto que en el vértigo actual son pocas las predicciones que resisten el paso apresurado del tiempo.
En el ambiente episcopal, hablando de incertidumbres, se preguntan si este año el Presidente acudirá a la cita en la Catedral metropolitana para escuchar la homilía del cardenal Bergoglio, según los ritos del 25 de Mayo. Hasta ahora, la presencia está confirmada, aunque todavía están en el aire las palomas mensajeras que tratan de depositar en el arzobispado la inspiración necesaria para que desde el púlpito ese día, al analizar la realidad nacional, el cristal con que se mira pueda ver el vaso completo, la mitad vacía pero también la mitad llena. Bergoglio, una mente política, es de temperamento influenciable cuando quiere, pero sobre todo mide sus palabras con la vara de quien estuvo segundo en la votación que eligió al sucesor del Papa peregrino. De lo que no hay dudas es de que ese día más de uno pasará por una prueba de carácter.
Estos episodios merecerán nuevas críticas de los que suelen observar con escasa benevolencia el protagonismo presidencial. Sin embargo, ese personalismo tan permanente quizá corresponda al talante de Kirchner, pero a la vez es una respuesta política de momento necesaria para liderar una sociedad fragmentada que no cree en las instituciones que deberían representarla y cuando quiere algo pone el cuerpo para lograrlo en lugar de confiar en sus representantes. Es suficiente con sacar la figura presidencial de la foto para advertir el esfuerzo que supone reemplazarla por otra, no importa la filiación ideológica o partidaria, que esté hoy en condiciones de hacerse cargo de la administración del Estado. No es una virtud del Poder Ejecutivo, sino una grave falencia de quienes ocupan el espacio de la oposición y no han sabido apropiarse de la iniciativa indispensable para atraer el interés popular.
Del mismo modo que la proyección del Presidente hacia el futuro inmediato puede ser un dato instalado en el imaginario colectivo, otros gestos electoralistas pueden ser apresurados para la sociedad que tiene tantos otros motivos de inquietud. Es el caso de una cena de desagravio que pareció más bien un mitin promocional con fines electorales, que reunió a importantes figuras del peronismo partidario y artístico, entre ellos elvicepresidente Scioli y el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, con motivo de una puja en Boca Juniors, en la que chocan el titular de ese club con Roberto Digon, ex sindicalista y actual director del Banco Provincia. Si el objetivo era impactar en los votantes porteños, los comentarios de la calle indican que los que aplauden por aplaudir a lo mejor deberían revisar los resultados obtenidos en los últimos comicios y las señales de la historia en este distrito tantas veces esquivo a este tipo de algarabías peronistas.
Nada es fácil en esta época. ¿Cómo separar la imagen del opositor político Mauricio Macri, jefe circunstancial de los boquenses, de la foto en que su padre, Francisco, jefe de los negocios familiares, recibe del Presidente en nombre propio y de sus socios chinos el 51 por ciento de las acciones de la concesión sobre el ramal ferroviario Belgrano Cargas? Hablando de la misma concesión entre los que critican por criticar, ¿cómo es que levantan voces porque los camioneros de Hugo Moyano tendrán un cuatro por ciento del paquete accionario, aduciendo que por la naturaleza de sus negocios son enemigos de los ferrocarriles, pero nada dicen sobre la presencia en el mismo acto de José Pedraza, titular de la Unión Ferroviaria, embargado el mismo día por 50 millones de pesos por orden de un tribunal que investiga el desvío de fondos de ese sindicato? Siempre queda el recurso, claro está, de esperar la sentencia en firme, tal como acaba de pedir el jefe de Gabinete, Fernández, antes de actuar sobre la estabilidad del secretario de Agricultura, Miguel Campos, procesado por el juez federal Canicoba Corral por presuntas irregularidades en la distribución de la cuota Hilton para la exportación de carnes a la Unión Europea, cuyo valor total ronda los 200 millones de dólares. ¿No corresponderá, en ningún caso, la suspensión temporal hasta que llegue el veredicto firme del tribunal?
Estos son tiempos en que hasta los asuntos que deberían ser simples se enmarañan y retuercen en sentidos impensados. No hay ejemplo más a mano que el conflicto levantado con Uruguay por la construcción de dos papeleras, una de capitales finlandeses y otra de españoles, frente a las riberas entrerrianas. La reciente reacción de los comerciantes de la ciudad de Colón, que desalojaron de la ruta por la fuerza al puñado de ambientalistas que la cortaban, muestra que la confrontación comienza a trazar rayas divisorias no sólo entre los dos países. Lo que debió resolverse con un informe técnico pormenorizado y una comisión de control binacional, hoy es un pleito que amenaza llegar desde Buenos Aires al tribunal de La Haya y desde Montevideo a Washington a negociar, cuando vaya el presidente Tabaré Vázquez el 4 de mayo, algún tipo de tratado de libre comercio, según especulan quienes interpretan las críticas uruguayas al Mercosur por el destrato a los países “más chicos” como la excusa debida para dar ese (mal) paso.
El litigio que nunca debió ser ya tiene sesgos conspirativos y versiones de diplomacias secretas, como la que involucró al presidente Lula en gestiones confidenciales ante las autoridades de Finlandia, que fueron desmentidas ayer por Kirchner: “Ya Lula dijo que no hubo mediación. Lo conversamos ambos y nos reímos. Se los dice el presidente Lula y se los digo yo: Lula no realizó ninguna mediación ni gestión secreta”, insistió el jefe del Estado. Será así, aunque no era disparatado suponerlo ya que, al fin y al cabo, se trata de un conflicto que podría dañar la integridad del acuerdo subregional. Tampoco es un dislate que el presidente argentino haga una apelación al gobierno finlandés para que interceda ante la empresa Botnia de ese origen, como pretenden sugerirlo los que se escandalizan por el gesto, muchos de los cuales antes se rasgaban las vestiduras cuando se canceló la concesión de aguas a la firma Suez porque, decían, afectaría las relaciones con Francia. Lo normal en el mundo de los negocios globalizados es que los gobiernos acudan en respaldo de los negocios públicos y privados de su país allí donde tengan problemas. La prueba es que voceros de la Unión Europea ayer salieron a respaldar a la empresa papelera en cuestión.
Los ambientalistas, por su lado, harían bien en dirigir buena parte de sus críticas a quienes desde el norte del mundo auspician el traslado de las empresas “sucias” hacia el sur. Cualquier navegante de Internet puede obtener en por lo menos tres sitios accesibles copia de un memorando de Laurence Summers, quien fue vicepresidente del Banco Mundial en el año 1992, en el que sugiere: “¿No debería el Banco Mundial alentar una mayor transferencia de industrias sucias al Tercer Mundo? [...] ... Los costos de esta contaminación están ligados al aumento o retroceso de la mortalidad. Desde este enfoque, una cierta cantidad de contaminación perniciosa debería ser realizada en países con costos más bajos, con menores salarios, por lo que las indemnizaciones a pagar por los daños serán también más bajas que en los países desarrollados... [...] ... Las sustancias cancerígenas tardan muchos años en producir sus efectos, por lo que éstos serán mucho menos llamativos en los países con una expectativa de vida baja, es decir, en los países pobres donde la gente se muere antes de que el cáncer tenga tiempo de aparecer”. Sería bueno que alguna vez en el Sur del mundo se unan las fuerzas contra los que se merecen todos los antagonismos.
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