EL PAíS › A NOVENTA Y UN AÑOS DEL GENOCIDIO ARMENIO
“El mundo debe reconocer el genocidio armenio. No pueden curarse las heridas si alguien niega este terrible pasado”, explica la baronesa Carolyn Cox, una militante de derechos humanos inglesa, enfermera de profesión y ex vicerrelatora de la Cámara de los Lores. Visitó la Argentina, participó de la conmemoración de los 91 años del primer genocidio del siglo XX y habló en la Catedral Armenia, sobre “el genocidio y su continuidad en la actualidad con la política turca de Azerbaiján en la destrucción de monumentos históricos y de tesoros arqueológicos”. También tuvo una reunión con el vicepresidente Daniel Scioli.
En los ochenta, Cox se acercó a una organización de apoyo a Polonia, llevando medicamentos y distribuyéndolos entre la población. Vivió en un camión por semanas. En 1982 fue declarada baronesa por recomendación de la primera ministra Margaret Thatcher. En su país, apoyó la educación religiosa y fue una activa militante contra la erradicación de la política de las escuelas inglesas y se ganó así la simpatía de la Dama de Hierro.
Desde entonces, viajó a Sudán, Burna, Nigeria, Uganda, Eritrea y Azerbaiján como presidenta de la ONG Chrystian Solidarity International (CSI) y se ganó el nombre de la “baronesa combatiente”, por su paso por los campos de batalla de Africa, India y Africa. Los armenios se acercaron a ella durante una conferencia en Moscú, que dio junto a la viuda de Andrei Sakharov, un físico nuclear ruso que ganó el Premio Nobel de la Paz. “En una conferencia, se acercó el representante electo de Nagorto Karabakh, Zori Balayan, y me pidió que condujese una delegación para ver la evidencia de la política de Azerbaiján, que había comenzado un proceso de limpieza étnica en Karabakh”, relata. Así comenzó su acercamiento a la problemática del genocidio armenio.
Cox emprendió un viaje a este país armenio, que no es más grande que el distrito de Hampshire, donde ella se crió. “Vimos a las víctimas de las deportaciones de pueblos enteros. Los turcos lo llamaban Operación Anillo, porque rodeaban los pueblos con tanques y helicópteros y fuerzas especiales. Luego simplemente violaban, torturaban, saqueaban y empujaban a los armenios fuera de sus tierras, sin nada en sus manos. Era una violación muy seria de los derechos humanos, que estaba siendo llevada a cabo por Azerbaiján, con ayuda de Turquía”, detalla Cox. “Tratamos de recoger los dos puntos de vista, por lo que también visitamos Azerbaiján. Queríamos ir oficialmente, pero nos negaron la visa”, cuenta. Con un grupo de abogados y profesores de distintos países cruzó la línea de fuego con una bandera blanca. “Estoy feliz de decir que no nos dispararon”, dice. Luego visitó más de 60 veces el país.
El genocidio armenio comenzó el 24 de abril de 1915, con la masacre de 800 intelectuales armenios, pero se ejecutó plenamente en 1923. Fueron asesinados más de un millón y medio de armenios. El Estado turco todavía niega que haya existido. “Es difícil entender por qué lo siguen negando, porque tienen mucho para ganar con el reconocimiento, como lo hizo Alemania cuando admitió el Holocausto. No es bueno para Turquía, así como no los es para Armenia”, asegura Cox. “Trabajé como enfermera en Turquía y muchos de mis colegas admitían el genocidio y me decían: ‘No nos gusta vivir en una mentira, ojalá nuestro gobierno reconociera el genocidio’.”
–¿Por qué piensa que Estados Unidos no reconoce el genocidio?
–Supongo que por las mismas razones que el gobierno inglés: sus intereses económicos en la gran reserva de petróleo de Azerbaiján y Turquía y la alianza estratégica que mantienen esos países con la OTAN.
–En la Argentina se aprobó una ley para reconocer el genocidio armenio en 1997, pero fue vetada por el presidente Carlos Menem...
–Es una lástima, pero espero que sea reconocido, porque es la verdad. Le explicamos nuestra preocupación al vicepresidente argentino. El mundo debe reconocer el genocidio armenio, porque es importante para nuestra historia que se reconozca la verdad para construir un futuro. No podemos construirlo en base a mentiras. No pueden curarse las heridas si alguien niega este terrible pasado.
Reportaje: Werner Pertot.
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