EL PAíS › BRASIL FRENTE A LA NACIONALIZACION BOLIVIANA
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva afirmó ayer que “no existe crisis Brasil-Bolivia. No existirá crisis. Existirá un ajuste necesario con un pueblo sufrido que tiene derecho a reivindicar y tener más poder”. Lo dijo ante una platea de la Organización Internacional del Trabajo integrada por varios delegados latinoamericanos y anticipándose a la cumbre de hoy en Iguazú, de la que tomarán parte sus colegas Evo Morales, Néstor Kirchner y Hugo Chávez. Fue un ejercicio de diplomacia presidencial, la misma que desplegó el martes cuando “aturdido”, según la prensa brasileña, al tomar conocimiento de la nacionalización del gas en Bolivia, decidió dar a la crisis un formato multilateral caracterizándola como una amenaza a la seguridad energética regional.
En privado Lula se confesó contrariado ante el sorpresivo anuncio de Evo Morales que lo obligó a convocar a una reunión de emergencia de su gabinete el martes pasado. Del hecho, demostrativo de que el brasileño no goza de la confianza del ex líder cocalero, sacó provecho la oposición, hostil a una política externa que consideran volcada hacia una América del Sur cada vez más “populista y antinorteamericana”. En público, el presidente brasileño, lejos de embestir contra la irreverencia de Morales, reconoció la “soberanía” de Bolivia para optar por la nacionalización gasífera. Desafiando a los sectores más recalcitrantes del empresariado, que claman por represalias severas contra Bolivia, Lula anunció que no buscará pretextos para entrar en “guerra” con el país vecino.
Desde la entente de Raúl Alfonsín y José Sarney, en 1985, la integración estuvo pautada por la diplomacia presidencial. Hoy en Puerto Iguazú Lula y sus colegas deben encontrar la cuadratura de un Mercosur que pretende llegar hasta el Caribe, con la incorporación de Venezuela, sin perder a uno de sus miembros rioplatenses, Uruguay, que no será parte de la reunión. También hoy Tabaré Vázquez será recibido por George Bush en Washington, en otro gesto de distanciamiento del bloque sudamericano. Ayer, mientras Lula exhibía su costado más ecuménico, el presidente de la estatal Petrobras mostraba las garras y advertía que será intransigente en la defensa de los precios del gas que Brasil importa de Bolivia. Actualmente Brasil paga 3,23 dólares por cada millón de BTU y Bolivia pretende llevar ese precio a más de cinco dólares.
José Sergio Gabrielli habló con frío realismo político y avisó al gobierno boliviano que está dispuesto a llevar el caso al Tribunal Arbitral de Nueva York. Gabrielli no contradijo a Lula, lo complementó. Hizo notar que la legitimidad política de Morales no es suficiente para enfrentar y derrotar a la 59ª empresa mundial. Reconoció que Brasil depende de Bolivia, que lo abastece del 50 % del gas que consumen fábricas, usinas termoeléctricas y automóviles. Pero avisó que cuenta con los recursos para orientar sus inversiones hacia la explotación del hidrocarburo de la gigantesca cuenca de Santos y que no aplicará más dinero en ampliar la infraestructura boliviana. En suma, el jefe de Petrobras le advirtió al gobierno boliviano que la dependencia es recíproca, porque es improbable hallar otro cliente como Brasil, que devora 30 millones de m3 al día y cuenta con un gasoducto instalado de 3150 km. Fue una simple y directa amenaza. Pero también fue un movimiento de piezas de una negociación que apenas está comenzando y concluirá dentro de 6 meses, cuando expira el plazo dado por Morales para la firma de nuevos contratos.
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