EL PAíS › UNA HIJA DE DESAPARECIDOS QUE TRABAJA EN LA POLICIA
Pilar Szwedowicz, cabo de la policía de Córdoba, denunció que la discriminan por ser hija de un desaparecido. Se enteró hace seis años de que su padre no era quien creía, pero siempre vivió con su mamá.
Fue una mañana fría de mayo de 2000 cuando Pilar Szwedowicz, que estaba trabajando en su puesto como cabo de la policía de Córdoba, recibió un llamado que no esperaba. “Pilar, yo conocí a tu padre y tengo cosas que eran de él y que me gustaría darte”, le dijeron. Sin entender, ella explicó que su padre aún vivía. Le replicaron que no, que su padre no era quien ella creía y a quien había saludado esa misma mañana antes de ir a trabajar. Poco a poco le contaron que es hija de David Oscar Zarco Pérez, secuestrado el 16 de septiembre de 1976 y uno de los desaparecidos del campo de concentración La Perla. Con ese primer e inesperado dato, comenzó a reconstruir su historia. También se desataron los problemas en la policía, donde la discriminan por “zurdita” y porque tiene “genes subversivos”.
Cuando recibió el llamado sorpresivo, Pilar tenía 23 años y vivía con Aldo Szwedowicz, su padre de crianza, y con Raquel Torres, su madre y la pareja de Zarco Pérez cuando lo secuestraron en su casa de Córdoba. “Fue muy movilizante reconstruir mi historia”, comentó Pilar a Página/12.
Quien le había dado la primera información sobre su padre, un santiagueño estudiante avanzado de arquitectura y militante de la Federación Juvenil Comunista, fue Carlos Martina, el mejor amigo de Zarco Pérez. Con ese relato inició la reconstrucción de su pasado. Ahora sabe un poco más sobre quién fue su padre y recuperó “un banco de estudio y dos fotos muy lindas de él”. También quiere su apellido, para lo que inició una demanda en la que, aunque resta la sentencia, los estudios de ADN comprobaron la veracidad de la historia.
El caso de Pilar no es el de uno de los chicos apropiados por la dictadura. Ella quedó viviendo con su madre, que por temor optó por no contarle la historia y prefirió cambiarle el apellido para protegerla. “Mi mamá quedó sola y tenía mucho miedo. Nadie se le acercaba después de lo que pasó y nunca me contó absolutamente nada. Ahora me va contando poquito a poco, pero le cuesta”, relató.
La nueva identidad la movilizó en todo sentido. “En el trabajo empecé a notar cosas raras –recordó–, en un mes me trasladaron varias veces. Siempre había alguno que me perseguía y me decía que no era digna para la fuerza por mis genes de zurdita. Yo tengo ocho años en la institución y siempre he trabajado bien, con muchas ganas.”
Al recibir la noticia sobre su padre, Pilar estaba asignada a la Brigada Femenina, en la que cuidaba a detenidas aún sin sentencia. Su trabajo y su nueva historia se mostraron incompatibles. Por eso consiguió que la trasladaran a un lugar donde pudiera realizar trabajos administrativos. Pero el jueves 1º de junio recibió el memorándum 338, firmado por el comisario mayor Juan Carlos Núñez, director de Relaciones Humanas de la policía de Córdoba, en el que le informaban será transferida al Cuerpo de Prevención de Infantes. Se trata de un grupo que se desempeña en situaciones de motines carcelarios y en el que ella, dice, no se sentiría cómoda. Por otra parte, dentro de la policía, un traslado así es leído como un castigo.
“Ella siente que esa situación está relacionada con su condición de hija de un desaparecido –indicó a este diario Claudio Orosz, su abogado–. Cuando se supo eso, comenzaron ciertos problemas. Algunos superiores empezaron a decirle zurdita o que iba a tener que dejar la institución; incluso el secretario de Seguridad, Alberto Bertea, amenazó con echarla. Ella entiende que está en una república en la que la ley es igual para todos y que puede seguir en la fuerza.”
Hoy presentará un recurso de reconsideración para rechazar su traslado. “Queremos que vuelva a trabajar en tareas administrativas y no en la calle, por el shock que vivió al enterarse de que es otra persona y no la que siempre creyó que era”, argumentó Orosz.
A Pilar la situación la tiene “muy tensionada” y tomando calmantes. “Así como está todo no quiero volver a trabajar, temo por mi marido y por mihermana que también están en la fuerza –aseguró al borde del llanto–. Me duele que haya este tipo de discriminación.”
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