El miércoles pasado, Antonio Baseotto ofició “como obispo castrense” la misa por los muertos en Malvinas. Desde el Gobierno dicen que no quieren caer en la provocación lanzada por el sacerdote a quien el Ejecutivo desconoce en el cargo, pero están analizando qué hacer.
› Por Nora Veiras
“Sin comentarios” fue la respuesta del Ministerio de Defensa cuando Página/12 preguntó qué van a hacer con Antonio Baseotto, el obispo que sigue #e la diócesis castrense pese al decreto del presidente Néstor Kirchner que lo desconoce en el cargo. “No vamos a entrar en provocaciones, la misa en homenaje a los muertos en Malvinas se hace siempre, la convoca la Asociación de Veteranos, el año pasado estuvo a cargo del vicario general Pedro Candia y esta vez apareció Baseotto sin que nadie lo supiera”, repiten. En rigor, este diario pudo saber que la cadena de mails invitando a la celebración tenía como figura estelar al cuestionado obispo. Además, un capitán de corbeta, encargado de la seguridad del Edificio Libertad y de la lindante catedral Stella Maris, se ufanó el sábado en una reunión social de su tarea de “protección” de Baseotto ante el previsible –según él– “acoso” de los cronistas de este matutino. Menos cautos que en el Edificio Libertador, en la Casa Rosada están evaluando qué medidas tomarán.
Baseotto no se privó de nada en su aparición ante los oficiales de las Fuerzas Armadas, en actividad y retirados, que fueron el miércoles 15, al cumplirse veinticuatro años de la derrota en las islas Malvinas, a la catedral sede del obispado castrense. En su homilía se quejó por el “homenaje parcial” que se rinde a los caídos en la “gesta de Malvinas”, dijo que “el enemigo los reconoce mejor” y confesó su añoranza porque “en su larga vida nunca vio tan unido al pueblo argentino como en esa gesta”. Desde uno de los primeros bancos, el fugaz gobernador de facto de las Malvinas, Mario Benjamín Menéndez, parecía disfrutar de ese reconocimiento acrítico de la guerra declarada por Leopoldo Fortunato Galtieri como manotazo para perpetuar la dictadura.
Sobre Menéndez dice el Informe Rattenbach: “No exhibió ni evidenció las aptitudes de mando y arrojo indispensables en la emergencia y no fue en esa oportunidad –única en su vida militar– el ejemplo y la figura que la situación exigía frente a las tropas”. La conclusión forma parte de la comisión evaluadora de la actuación militar de las Fuerzas Armadas que coordinó el general Benjamín Rattenbach por decisión de Reynaldo Bignone, el represor que sucedió a Galtieri. Para Galtieri, el Informe recomendó la pena de muerte. Sólo el paso del tiempo hizo real la recomendación y le impidió a ese general disfrutar el discurso de Baseotto. Con Menéndez no sólo la biología es generosa sino también el presupuesto público, ya que cobra una pensión especial de la Anses por su actuación en Malvinas.
Línea de conducta
Al leer las intenciones de la misa, Baseotto, que fue presentado a sus feligreses por un oficial de la Armada como “el obispo castrense”, pidió “por los camaradas privados de su libertad”. Al terminar la ceremonia –según registró la crónica de Infobae–, el obispo explicó que “es de cristianos pedir por los que pasan por un mal momento”. En buen romance, por los represores detenidos acusados de delitos de lesa humanidad. Todo un pastor de la Iglesia el hombre que además cambió la lectura del Evangelio que correspondía al día y le hizo leer al monaguillo el pasaje que reza: “Ustedes han oído que fue dicho ‘Ojo por ojo, y diente por diente’. Pero les digo, no se resistan al que les hace mal; sino que a cualquiera que te golpee en tu mejilla derecha, ponle la otra también”.
Si bien en su momento cosechó la solidaridad corporativa del Episcopado que defendió su continuidad como obispo, Baseotto se había replegado a un segundo plano hasta el miércoles último. El “caso Baseotto” se remonta al verano del año pasado, cuando en una entrevista con Página/12 el ministro de Salud, Ginés González García, se pronunció por la despenalización del aborto. Baseotto le envió una carta apelando a una parábola bíblica donde sugería que habría que tirar al mar con una piedra al cuello a quienatente contra las criaturas del Señor. En un país donde los militares arrojaron vivos al mar a detenidos-desaparecidos, el exabrupto fue intolerable para el Ejecutivo. Después de casi dos meses de dimes y diretes, en abril del 2005 Kirchner firmó un decreto quitándole el reconocimiento del Estado a Baseo-tto y retirándole su estipendio equivalente al de secretario de Estado.
El decreto desconoce en forma explícita como representante de la Iglesia ante los militares a quienes “reivindican los métodos de la dictadura, apoyan a los ejecutores de tales crímenes y lejos están de aportar a la paz y la armonía o al cuidado espiritual de las Fuerzas Armadas”. El nuncio, Adriano Bernardini, informó que el Vaticano había decidido la continuidad de Baseotto al entonces ministro de Defensa, José Pampuro, y no a la Cancillería, como hubiese correspondido. El argumento de Roma es que la atribución de designar a los obispos es exclusiva del Vaticano. El Gobierno evaluó la posibilidad de denunciar el Acuerdo con la Santa Sede, que data de 1957, para terminar con esa vetusta institución del obispo castrense, pero no avanzó. Baseo-tto quedó entonces en una especie de limbo en el que la Iglesia lo reconoce pero el Ejecutivo no. La posta la tomó en la mayoría de las ceremonias su segundo, el vicario general Pedro Candia, un hombre que tampoco ofrece garantías democráticas teniendo en cuenta que pasó de teniente carapintada a seminarista sin solución de continuidad.
El ex obispo de Añatuya llegó a convertirse en cabeza espiritual de los militares en el 2002 durante la presidencia de Eduardo Duhalde y la cancillería de Carlos Ruckauf. El encargado de hacer lobby por Baseotto en el Vaticano –el Episcopado no lo había propuesto en la terna para ocupar ese cargo– fue el ex embajador en esa sede durante el menemismo, Esteban Caselli. Hoy en día, Caselli, adosado a los sectores más reaccionarios de la Iglesia, le sigue abriendo puertas a Baseotto.
Para encauzar la relación, Gobierno e Iglesia optaron por poner un “paraguas” sobre el caso Baseotto. Kirchner volvió este año a pedir el Tedéum en la Catedral que ofició el cardenal Jorge Bergoglio y empezaron los contactos con algunos prelados. En el Gobierno repetían que Baseotto tiene que pedir el retiro el próximo 4 de abril cuando cumpla 75 años y no olvidaban que su tiempo de descuento podría acelerarse si la Justicia lo cita por la denuncia en su contra por adopciones ilegales en Añatuya, donde fue obispo entre 1992 y el 2002. Sin embargo, el protagonismo en la misa donde enviaron sus representantes los jefes de las tres Fuerzas Armadas puede alterar la estrategia.
La convocatoria a la misa fue fogoneada por la Unión de Promociones, el reducto de los oficiales que está en observación desde el acto del 24 de mayo en plaza San Martín. También la asociación por la libertad de los “presos políticos” que lideran Cecilia Pando y María Pía Schwab invitó a la ceremonia. Con ese séquito y su afán de protagonismo, parece que a Baseotto se le está agujereando el “paraguas” protector.
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