Mié 05.07.2006

EL PAíS  › LA FUERZA AEREA SE DESPEGO DEL OBISPO BASEOTTO

Un brigadier cayó en picada

La aeronáutica desplazó de su cargo en el Tribunal de Honor al brigadier mayor retirado Alberto Vianna, quien como titular de la Asociación de Veteranos de Malvinas invitó a la misa que ofició Antonio Baseotto.

› Por Nora Veiras

La misa oficiada por el resistente obispo Antonio Baseotto en la catedral Stella Maris al cumplirse veinticuatro años de la derrota en la Guerra de Malvinas sigue provocando ecos en las Fuerzas Armadas. El jefe de la Aeronáutica, Eduardo Schiaffino, separó del Tribunal de Honor de esa fuerza al brigadier mayor retirado Alberto Vianna, quien ocupa la titularidad de la Asociación de Veteranos que convocó a la ceremonia. El argumento de los ex combatientes para defenderse de la reprimenda por haberle armado un escenario de provocación al obispo que el Gobierno desconoce como titular de la diócesis castrense fue que desconocían que Baseotto encabezaría el servicio religioso. Una disculpa poco creíble que, en el caso de Vianna, lo privó de los beneficios del cargo en el Tribunal y lo devolvió a su situación de retirado.

El pasado 14 de junio, Baseotto apareció con todos los atributos de su cargo y fue presentado como “el obispo castrense” por el oficial de la Armada que bastoneó el homenaje en la iglesia sede de la diócesis militar. “Si se hubiese informado que Baseotto iba a oficiar la misa, de ningún modo se hubiese realizado el cordón de honor con representantes de cada una de las Fuerzas Armadas”, explicaron en el Edificio Libertador. Durante su homilía, el obispo se quejó porque “el enemigo homenajea mejor” a los héroes de Malvinas, reivindicó “la gesta que unió al país como ningún otro acontecimiento” y aprovechó para pedir por “los camaradas privados de su libertad”, en obvia alusión a los represores presos acusados de delitos de lesa humanidad.

La vedette de los asistentes fue el gobernador de facto de las Islas Malvinas, Mario Benjamín Menéndez, quien fue saludado con deferencia por el obispo y veteranos oficiales que compartieron el desatino militar de la dictadura. El Informe Rattenbach, que revisó el desempeño militar durante la guerra, consideró que Menéndez había sido un cobarde. Los ex combatientes le reclaman al Poder Ejecutivo que se derogue el decreto por el cual Menéndez cobra una pensión por su actuación en las islas.

La reaparición de Baseotto incomodó al Gobierno. A fines de marzo del año pasado, el presidente Néstor Kirchner, a través del decreto 220, desconoció al purpurado como obispo castrense y le retiró el estipendio mensual de alrededor de 5000 pesos equivalente al de secretario de Estado. El conflicto se había desatado cuando el ex obispo de Añatuya sugirió –apelando a una parábola bíblica– que al ministro de Salud, Ginés González García, había que tirarlo al mar con una piedra al cuello por haberse pronunciado a favor de la despenalización del aborto.

El Gobierno pretendió que la Iglesia desplazara a Baseotto, pero el Vaticano se abroqueló en la defensa de sus atribuciones para designar a los obispos. El conflicto se aplacó cuando el cuestionado purpurado bajó el perfil y si bien siguió oficiando misa, evitó las declaraciones altisonantes. Para reencauzar las relaciones Estado-Iglesia, el caso Baseotto se puso bajo “un paraguas”. La vinculación del obispo con la Unión de Promociones, que nuclea a los militares retirados, y la Asociación por la Libertad de los Presos Políticos, dirigida por Cecilia Pando y Lía Schwab, activos convocantes a los homenajes a los “muertos por la subversión” que suelen trocar en desenfadadas reivindicaciones del terrorismo de Estado, empezó a horadar la paciencia oficial.

El año pasado fracasó el intento de designar a un coadjutor con derecho a sucesión porque no hubo voluntad en el Vaticano. Una alternativa sigue siendo esperar hasta abril del año próximo, mes en que Baseotto cumpla los 75 años y presente su renuncia a la Santa Sede. Otra, absoluta, es denunciar el Concordato y aprovechar para abolir el obispado castrense o, mediante una denuncia parcial, redefinir la asistencia pastoral a los uniformados. “Antes de 1957, cuando se firmó el primer acuerdo con el Vaticano –Carlos Menem lo profundizó–, los obispos nombraban a los sacerdotes para que asistieran a las Fuerzas Armadas en cada diócesis. Hoy en día hay más de noventa capellanes militares, proporcionalmente hay más curas castrenses que seglares”, explicaron en Cancillería.

Con el relevo del cardenal Angelo Sodano de las relaciones exteriores del Vaticano –previsto para septiembre–, en el Palacio San Martín creen que la ascendencia de Esteban “Cacho” Caselli, el ya perenne operador de los sectores más reaccionarios de la Iglesia argentina en la Santa Sede, se debilitará y Baseotto se quedará sin padrinos. Hasta entonces, con la decisión del jefe de la Fuerza Aérea de quitarle privilegios al brigadier Vianna por haber recurrido al obispo cuestionado, en el Gobierno esperan que no haya más “provocaciones”.

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