EL PAíS › PSIQUIATRAS Y PERITOS EXPLICAN EL PERFIL DE ESTE TIPO DE AGRESORES
› Por Raúl Kollmann
“Estamos ante un acto patológico, que seguramente se produjo, como lo dicta la experiencia en otros países, porque ese hombre sintió una voz del más allá que le ordenaba sacar el arma y disparar –analiza uno de los psiquiatras forenses con mayor autoridad en el país, Osvaldo Raffo–. Hemos visto personas que han declarado que la orden se la dio Dios, Satanás, un antepasado, un marciano o quien sea. Y también está el caso del que alucina que lo están persiguiendo y entonces reacciona sacando el arma y disparando.” La investigación de lo ocurrido ayer a la tarde en Cabildo y José Hernández podrá avanzar realmente cuando sea aprehendido el agresor, pero varios psiquiatras consultados por este diario se mostraban muy preocupados anoche.
“Según parece, del bolsillo se le cayeron dos balas que no fueron disparadas. De manera que ese hombre sigue teniendo la patología, sigue teniendo el arma y sigue teniendo balas que deben estar en su bolsillo. Puede volver a repetir el episodio”, se alarmaba anoche un hombre que trabaja para la Federal. El otro diagnóstico es que por la campera negra, el escudo argentino, el pelo muy cortado, la pistola 9 milímetros y cierta experiencia que mostró al disparar, es muy probable que el perfil sea de una persona nacionalista, aficionada a las armas y tal vez con antecedentes en alguna fuerza de seguridad o militar.
Para Raffo, que ha estudiado mucho este tipo de casos, hay elementos categóricos que apuntan al delito patológico:
- Fue a cielo abierto, en una esquina muy transitada. Es decir que el agresor no buscó protegerse, tomar recaudos, como lo haría una persona que no tiene un desequilibrio notorio.
- Según los testigos no apuntó. Tiró al voleo. La lógica indica que, de tratarse de un ajuste de cuentas, se hubiera acercado muchísimo más.
- Hasta el momento no apareció ningún motivo para los disparos. Es una acción absurda.
- Es casi seguro que para que explote semejante cuadro hubo algún detonador. Alguien que lo miró mal o él creyó que lo miró mal, se chocó con otra persona, un auto le pasó demasiado cerca o lo que fuera.
- Es un sujeto que no se disfrazó, no trató de ocultar la identidad, no tiene plan de escape ni nada que se le parezca.
- Actuó en forma totalmente fría.
- Todo esto lleva a un diagnóstico provisorio de que se trata de una persona que sufrió una alucinación, de perseguido-perseguidor o de una voz que le dictaba que debía hacer eso.
“Con los primeros elementos que existen, podemos hacer ese diagnóstico inicial que, por supuesto, deberá confirmarse con lo que hayan visto testigos y, obviamente, con lo que surja cuando se identifique y detenga al agresor”, completa Raffo.
El episodio de Cabildo y José Hernández es típico de Estados Unidos y hay muy pocos antecedentes en la Argentina. El más notorio es el del Loco de la Escopeta de Rosario (ver aparte), semejante a los snipers norteamericanos, francotiradores como los que produjeron diez muertes totalmente inexplicadas en Washington en el año 2002. En la Argentina, y también en Europa, la aparición de personas que disparan sin ningún motivo es inhabitual –dicen los especialistas– porque no está extendido el uso de armas como en ese país ni viene acompañado de una cultura de la violencia, la justicia por mano propia y otros elementos ideológicos proclamados, por ejemplo, por la Asociación Nacional del Rifle de Estados Unidos.
–¿Estamos ante un caso parecido al de la escuela de Columbine? –le preguntó este diario a un psiquiatra que trabaja y les dicta clases a los criminalistas de la Policía Federal.
–En aquel caso era un grupo de jóvenes con ideología nazi, que venía planeando desde hacía rato producir un baño de sangre en el colegio. Además, fue un 20 de abril, el día del cumpleaños de Hitler. Es cierto que usaban sobretodos negros y en este caso también el agresor estaba con una campera negra y con un escudo argentino. Estamos ante un caso muy diferente al de Columbine, aunque el personaje central de esta historia tiene algunos rasgos que llaman la atención: la campera negra, el escudo argentino, el pelo cortito, cuerpo grande, la pistola y cierta habilidad, no mucha, para usar el arma. Algún testigo se refirió a él como un skinhead. Si tuviera que dar un diagnóstico diría que estamos ante una persona con proclividad a lo militar o lo que tiene que ver con fuerzas de seguridad, tal vez un vigilador privado o un ex o actual integrante de alguna fuerza.
Para los especialistas consultados por este diario, que el sujeto sea detenido en forma rápida cobra mucha importancia. “Puede repetir el hecho hoy o mañana y puede que no lo repita nunca. Pero el peligro está. Hay otro elemento más de peligro: la repercusión de lo ocurrido puede tener algún efecto imitación en otra persona con un problema mental semejante. En una palabra, el cuadro es delicado.”
Uno de los elementos de alarma es que en la escena se encontraron dos proyectiles sin utilizar. Eso hizo surgir la idea de que al agresor se le cayeron del bolsillo. Sin embargo, una fuente de la investigación le dijo a Página/12 que eso está en duda: “Sí, es cierto que se encontraron dos proyectiles sin utilizar, pero a simple vista nos parece que se les cayó a alguno de los tantos policías que actuaron en esos momentos. Se va a peritar todo. ¿Si el agresor disparó los 15 proyectiles que tenía? No lo tenemos del todo claro. Es casi seguro que todavía tenga balas para disparar”. Un experto en armas le explicó a este diario que los proyectiles Magtech utilizados “son brasileños y fueron comprados en los últimos tiempos. Por el aspecto de esos proyectiles es seguro que no estamos ante una persona que sacó un arma en desuso del ropero”.
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