EL PAíS › LA BUSQUEDA DE LA NIETA DE LA ABUELA CHICHA MARIANI
La tarde del 24 de noviembre de 1976 Oscar Ruiz estaba durmiendo la siesta en la casa de su hermana en La Plata. Lo despertaron los tiros, las sirenas y el estruendo de las bombas. Se acercó a la puerta y vio una imagen, que a casi 30 años, recuerda con detalle: una persona con ropa de fajina que “llevaba en una mano una ametralladora y en la otra a un bebé tapado con una manta”. Rápidamente un uniformado le apuntó con un arma para que se metiera en su casa.
“Parecía un terremoto”, dijo ayer Ruiz, el primer testigo de la décima audiencia del juicio contra el represor Miguel Etchecolatz, ante el Tribunal Oral Federal Nº 1 de La Plata que integran Carlos Rozanski, Horacio Isaurralde y Norberto Lorenzo. El testigo no pudo aportar más datos para determinar si aquella beba era Clara Anahí Mariani, secuestrada el mismo día en que fue acribillada su madre, Ana Teruggi, junto a tres compañeros de militancia. La beba aún permanece desaparecida y se presume que habría sido dada en adopción ilegal; su abuela, María Isabel Chorobik de Mariani, perdió a su hijo Daniel a manos de la policía, meses después del procedimiento en el que fue asesinada su esposa, y busca a su nieta desde entonces. Ruiz estimó que la beba estaría viva porque tenía la cara descubierta y ningún signo de haber sido herida en el tiroteo; además relató que el sujeto que la llevaba la entregó al ocupante de un móvil policial.
“El día que destruyeron la casa Teruggi-Mariani fui a esa vivienda, sin saber lo que había sucedido porque días antes mi hermano me había pedido que lo ayudara a sacar unas cosas de allí, porque la vivienda estaba marcada”, contó la testigo Ana María Bossio, quien informó que su hermano Alberto también habría muerto esa tarde junto con Teruggi, Juan Carlos Peiris, Daniel Elicabe Mendiburu y Roberto Porfirio. Bossio relató que cuando llegó a la casa, que “estaba destruida y todavía tenía olor a pólvora”, alguien se acercó para prevenirla porque los militares tenían planeado volver: “Esa persona fue la que me dijo, cuando le describí físicamente a mi hermano, que durante el tiroteo se había subido al tanque de agua y al grito de ‘viva Montoneros’ se pegó un tiro en la boca”.
Etchecolatz había participado en la masacre conjunta de fuerzas militares y policiales que rodearon aquella tarde la casa del matrimonio Teruggi-Mariani, en la calle 30 entre 55 y 56. El represor está acusado de seis homicidios, torturas y privaciones ilegales de la libertad. El suyo es el primer juicio que se realiza tras la anulación de las Leyes de Punto Final y Obediencia Debida dictada por el Congreso nacional en el 2003. Un año después, y gracias a la repercusión de este caso, Mauricio Peiris se conectó con representantes de organismos de derechos humanos y “un tiempo antes de cumplirse los 28 años de la matanza de esa casa, me enteré que mi hermano había muerto allí, acribillado a balazos junto a otras personas”. Además de Ruiz, Bossio y Peiris, testificaron ayer Carlos Leotta y Florencio Gabriel Quiroga.
La casa de Teruggi-Mariani será inspeccionada mañana por los jueces, que contarán con una pericia balística para cotejar, a pesar de las modificaciones realizadas en los últimos años en parte de la vivienda, el grado de violencia utilizado para destruirla.
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