Con la certeza de la llegada de Fidel Castro, los organizadores del acto, al que asistirían más de 20 mil personas, debieron ponerse de acuerdo en la seguridad y la convocatoria.
› Por Martín Piqué
Desde Córdoba
La cumbre del Mercosur que comenzó hace dos días en esta ciudad mediterránea –ayer más que nunca con sus veinte grados en pleno invierno– está dejando sus huellas sobre los cordobeses. Reuniones en el Cabildo, reuniones en la Facultad de Arquitectura, comisiones de discusión en el complejo ferial –una serie de pabellones ubicado frente al estadio Chateau Carreras– para debatir sobre las limitaciones del proceso de integración. Pero ayer, entre toda la amplia oferta de encuentros, hubo un asunto que obligó a otro tipo de reuniones, más urgentes, menos masivas. La llegada de Fidel en la tarde de hoy, que los organizadores de la cumbre ya dan por descontada, y el acto de mañana en la Ciudad Universitaria, en el que muy probablemente compartirá tribuna con Evo Morales y Hugo Chávez, obsesionan a los anfitriones de esta cita diplomática.
El acto en cuestión, que según sus impulsores convocará a unas 25 mil personas, generó ciertos roces entre los grupos que quieren homenajear a los presidentes. Las diferencias surgieron cuando se comenzó a preparar el operativo de seguridad. Como los jefes de Estado serán cuidados por sus custodias, el dilema era quién se hacía responsable de la seguridad del predio. Sin embargo, lo que parecía una cuestión en cierta medida menor, terminó revelando ciertas diferencias políticas acerca del proceso que vive América latina. “Acá hay algunos que quieren dividir a los países de la región, poniendo por un lado a la vanguardia, que serían Cuba, Venezuela y ahora Bolivia y dejando del otro lado a los gobiernos socialdemócratas, por Brasil y Argentina. Es un tremendo error, porque favorece los intereses del imperio. Lo que pasó en México es un ejemplo”, argumentó un dirigente argentino que participó de los debates y que en más de una ocasión contradijo la visión de los venezolanos.
El debate –silencioso pero nada irrelevante– quedará a la vista hoy y mañana a través de dos imágenes que aparecerán retratadas en muchísimas fotos. La primera escena se producirá hoy, cuando Néstor Kirchner aparezca en las escalinatas del Palacio Ferreyra (un edificio histórico expropiado por la provincia. Una ex novia de Ernesto Guevara, Chichina Ferreyra, fue uno de sus propietarios) junto con todos los presidentes invitados a la cumbre, incluido por supuesto Fidel. La segunda imagen se verá mañana, en el acto que el líder cubano compartirá con Chávez y Evo en la Ciudad Universitaria. Lo que significa cada escena será motivo de obvias lecturas políticas.
Hasta ayer a primera hora la intriga era si Fidel finalmente vendría o no. Con el paso de las horas la incógnita dejó lugar a la certeza. Y con ella, a cierta preocupación. Con la cuenta regresiva en marcha, los organizadores de la cumbre comenzaron a pensar en la seguridad y allí aparecieron algunas diferencias, porque algunos de los invitados –en especial algunas delegaciones extranjeras– pensaban que la Policía Federal debía cachear a todos los manifestantes que asistieran al acto con Chávez, Evo y Fidel. Para los argentinos, que prevén una asistencia de más de 20 mil personas, la propuesta sería imposible de realizar. También surgieron diferencias cuando los dirigentes de las organizaciones sociales kirchneristas –que tuvieron un papel importante en la organización del acto de Mar del Plata contra Bush, en noviembre último– se sentaron a preparar el terreno con los responsables de seguridad elegidos por Venezuela.
La cuestión se resolvió a la tarde, tras algunos cortocircuitos iniciales, en una reunión en el sindicato de Luz y Fuerza, el mismo que por muchos años encabezó Agustín Tosco, uno de los líderes del Cordobazo. La figura de Tosco fue mencionada en varias charlas del encuentro que organizó la Cancillería argentina con la idea de fomentar la participación de lasociedad civil en la integración regional. En el diario La Voz del Interior, se comparó la llegada de Fidel con el acto que Osvaldo Dorticós encabezó en 1973 en una esquina de la ciudad durante la primavera camporista.
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