El grupo de 50 mujeres correctamente vestidas se concentró frente a la entrada de la Cámara de Diputados con carteles, megáfonos y volantes. Uno de sus cantos futboleros reflejaba el sentido de su reclamo: “Pingüino, te preocupás por los derechos humanos y la ecología, pero no te preocupás por la vida. Sí a la vida, no al aborto”, repetían una y otra vez las mujeres que aglutinó Olga Muñoz, “corresponsal del Encuentro Mundial de Familias con su santidad Benedicto XVI”. La protesta estaba destinada al proyecto de ley que establece que los hospitales públicos puedan efectuar “ligaduras de trompa de Falopio y vasectomías” con el consentimiento de los pacientes. Aunque también la bronca estaba destinada al proyecto que podría establecer la educación sexual obligatoria en las escuelas de todo el país. A través de sus volantes hacían pública un serie de preguntas en las que se cuestionaba duramente la política oficial de salud reproductiva. “¿Sabía usted que como complemento de este terrorismo estatal está por aprobarse la ley de educación sexual obligatoria que será impartida a nuestro hijos por agentes de salud del Gobierno que enseñarán prácticas contrarias a la moral y nocivas para la salud mental y física de nuestros niños y adolescentes?”, reza uno de sus párrafos con un lenguaje que no tiene nada que envidiarles a los tiempos de la Guerra Fría. La proclama también terminaba en forma de pregunta: “¿Que hará, permitir que sigan destruyendo su familia, la moral pública y los principios naturales, jurídicos y religiosos que dieron vida y subsistencia durante más de 400 años a la Nación a la cual usted pertenece?”.
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