EL PAíS › REMO COSTANZO SE DEFIENDE
› Por Werner Pertot
–¿Usted conoce a la testigo?
–Sí, sí. Pero no quiero contestar preguntas. Durante los seis años no hice declaraciones sobre la causa. La Justicia va a hacer justicia.
La voz del otro lado del teléfono suena agitada. El ex senador Remo Costanzo lanzó dos frases, como consignas, antes de abandonar la conversación con Página/12. “Simplemente quiero un careo urgente para desvirtuar toda esta maldad, que no sé de dónde viene”, arrojó. “No está probado el soborno. No coinciden los horarios. Esto es dramático y no sé por qué me pasa a mí”, se quejó.
“En una semana tendremos el careo”, calculó su abogado, Rodolfo Catinelli, quien buscó contradicciones entre los testimonios de la testigo y del ex secretario parlamentario Mario Pontaquarto. “En el papel del anónimo se hablaba de 200 mil y ahora hablan de 300 mil”, señaló.
–La testigo aseguró que Costanzo estaba enojado porque le correspondían 600 mil –indicó Página/12.
–¿¡Seiscientos mil!? Noooooo, así no alcanzaba para todos. No dan las cuentas –bromeó Catinelli.
Costanzo es el único de los procesados que admitió ante el juez Daniel Rafecas que había estado en el departamento de Emilio Cantarero aquel 26 de abril de 2000, cuando se habría repartido el dinero de las coimas. Sin embargo, el ex senador aseguró que fue allí para verificar el estado de la salud de Cantarero, dado que lo había visto retirarse antes del final de la sesión. Incluso afirmó que se quedó en su casa mirando una película. (ver aparte).
Del otro lado de la línea, ayer se lo escuchaba muy lejos de las aspiraciones a ocupar la silla de gobernador de Río Negro. En sus mejores épocas, Costanzo inundaba Viedma con afiches en los que soñaba con candidatearse por tercera vez en 2003. Aunque había perdido dos veces, solía salir de gira. Su secretario Martín Fraga Mancini manejaba los fondos de campaña. En el anónimo que dio a conocer las coimas se mencionaba que Costanzo ordenó a Fraga Mancini viajar al exterior ante el “pánico” que habría sufrido cuando estalló el escándalo.
Nacido en una familia de hoteleros, el escribano Costanzo esquivó varias denuncias de corrupción durante su (ahora extinta) carrera política. La madre de una de las tres jóvenes asesinadas en Cipolletti en 1997 lo acusó de ofrecerle resolver el crimen en 24 horas si desistían de criticar a los políticos rionegrinos durante las elecciones de 1999. En 1998, un dirigente provincial sostuvo que Costanzo cobró una coima sobre un Aporte de Tesoro Nacional (ATN) que se entregó a una asociación de bomberos de Río Negro. El negó la acusación y la desvió hacia uno de sus colegas: “Me parece que ese trámite lo hizo Miguel Pichetto”.
Costanzo gambeteó todas las acusaciones hasta que llegó la denuncia de Pontaquarto. Retirado de la política, el ex senador actualmente pasa sus días en Río Negro, la provincia que nunca pudo conquistar. “Mi salud está perfecta, a pesar de que tengo 70 y pico. Trabajo 14 horas por día. De hecho, acabo de llegar de Bariloche”, aseguró a este diario. No quiso aclarar de qué trabaja.
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