Lun 21.08.2006

EL PAíS  › EN EL PRIMER SEMESTRE DEL AÑO FUE SECUESTRADA TANTA COCAINA COMO DURANTE TODO 2005

Las cifras que encendieron el alerta

Hasta fin de junio, las distintas fuerzas de seguridad decomisaron en el país unos 4100 kilos de cocaína, lo mismo que en todo 2005. El secuestro de marihuana fue de 50 toneladas, cuando el año pasado el total fue poco más de la mitad. Las causas de la mayor incautación. El aumento del narcotráfico y las nuevas redes de distribución peruanas. El cambio del mapa global de la droga.

› Por Cristian Alarcón

Es como si un fertilizante hubiera de pronto actuado durante el último año como multiplicador de la droga que cruza los caminos de la Argentina. Sólo en los primeros seis meses de 2006 se decomisaron en el país más de cuatro toneladas de cocaína y cincuenta toneladas de marihuana. Es un volumen igual que lo secuestrado en todo 2005 en el caso del polvo blanco y de casi el doble en el caso de la cannabis sativa. Los datos relevados por Página/12, que contactó a todos los actores institucionales que se vinculan con la problemática del narcotráfico, son vistos con lupas divergentes por las fuerzas de seguridad, la Justicia, la Aduana, el Sedronar y el propio Ejecutivo. La única conclusión de las diez fuentes consultadas en la que no hay mayores diferencias es que la tendencia se mantiene: crece el tráfico en la Argentina, que se consolidó como subexportadora de la cocaína peruana que pasa por aquí rumbo a Europa, donde el consumo estalla. ¿Cuál es el fertilizante que posibilita ese aumento? La crisis de las rutas colombianas hacia México, la alianza entre carteles mexicanos y peruanos, y la corrupción en las fuerzas de seguridad de los países de la región. En palabras de una alta fuente judicial, “en el tema drogas, en el Cono Sur existe ahora un Plan Cóndor en negro”. Quiere decir que las fuerzas de seguridad se cruzan información entre ellas pero no para combatir el tráfico sino para garantizarlo a cambio de las coimas.

El problema

Las dificultades que suele presentar una investigación sobre narcotráfico en los territorios locales suelen ser el miedo, el apriete, la amenaza. Por ese motivo, este cronista escucha los testimonios y guarda por siempre las identidades de quienes se atreven a romper el silencio ante las muertes que genera este inmenso mercado ilegal. Es sorprendente, pero en una primera aproximación a las fuentes oficiales, organismos del Estado con poderes para combatir el tráfico de drogas, la reserva de identidad resulta también para ellas tan necesaria como si fueran un transa jaqueado por un capo en una villa de la Capital.

Así, de a uno, funcionarios de alto nivel en cada área desgranaron sus interpretaciones sobre las cifras de esa montaña de droga secuestrada. “Hasta ahora nadie se ha puesto al frente de este problema”, dice un hombre de diálogo cotidiano con el Presidente que ve el tema no sin cierta dosis de piedad. “A las fuerzas de seguridad, a pesar de todo, hay que reivindicarlas porque lo poco que se ha hecho es pura buena voluntad de los oficiales”, dice.

Quizás el funcionario se refiera a la Policía Federal, que en un solo semestre se incautó más de 1015 kilos de cocaína, casi el doble de los 553 que se decomisaron durante todo el año anterior. Aun así, a pesar del aumento de los secuestros y aunque suene contradictorio, todas las fuentes consultadas admiten que es mucho menos de lo que podría hacerse. En el caso de la Federal, las excusas tras las que se escudan sus hombres son la inexistencia de una política pública coordinada y de mayores recursos. “Es como si no quisieran asumir que lo de los traficantes es cada vez más sofisticado –dice un hombre con 20 años en Narcotráfico–. Cambian el modus operandi permanentemente, viven en countries, tienen flotas de autos y son independientes, pero se cruzan entre ellos todo el tiempo, como una red.”

Golpe a golpe

De las cifras de decomiso fuerza por fuerza surgen ciertos handicaps que algunos reivindican como prueba de la tenacidad en la “persecución del narcotráfico”: aumentó la efectividad. Dos altísimas fuentes judiciales coincidieron en el análisis: en el caso de las federales –Policía Federal(PF), Gendarmería, Prefectura Naval (PN) y Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA)– se trata del resultado de la presión que desde el poder político se hizo para que se controlara más. “¿Qué significa tanta droga secuestrada? Bueno, que hay mucha droga, que creció el tráfico, pero también que nosotros pusimos los fierros”, dice un funcionario de primer rango. Lo cierto es que todas estas fuerzas aumentaron la incautación: pero la que más notoriamente cambió su desempeño fue la Prefectura, vigiladora de todas las riberas fluviales. De menos de 5 mil kilos en el 2005 pasaron a secuestrar casi 14.500 en el primer semestre de 2006. Y mientras habían encontrado sólo 3 kilos y medio de cocaína el año anterior, hasta el 30 de junio llevaban 107 y medio.

Los fiscales federales y las fuentes policiales señalan esas costas como enormes zonas liberadas para el transporte y carga de marihuana en el noreste, y de cocaína hacia Europa en Zárate-Campana. “A nosotros nos llama la atención cómo los jueces de estas zonas se niegan a trabajar con la Aduana y casi sólo lo hacen con Prefectura”, lanzó una altísima fuente en el edificio centenario del Bajo. Desde Prefectura hablan de “una interna en la que los más chicos pagamos los platos rotos cuando la responsabilidad está más arriba”.

Casi en la misma situación está la Policía Bonaerense, que controla el territorio donde más cocaína se secuestra en todo el país –junto con Salta y Jujuy, por donde entra la droga peruana y la boliviana–, pero su performance está en el secuestro de marihuana: secuestraron 15.586 kilos durante el primer semestre. Los kilos de cocaína hallada por los bonaerenses fueron sólo 255.

De las otras fuerzas provinciales da cuenta lo revelado por el Sedronar, que aún no dispone de las cifras provenientes de las fuerzas federales. Según una fuente del área de Tráfico de esa secretaría, son unos 600 kilos de cocaína entre la Aduana y las provincias, aunque con escaso nivel de resultados en policías como las de Salta, Chaco, Formosa, Corrientes o Misiones.

Gendarmería tiene un rol central en el control de las fronteras. Por eso sus cifras de decomiso suelen ser más de la mitad de la torta de secuestros. Eso cambió en este semestre, cuando su participación bajó al 40 por ciento, con 1668 kilos de cocaína. Además, se incautaron 15 mil kilos de marihuana, superando en los últimos seis meses todo lo secuestrado en 2005, que fueron 12.678 kilos.

Aun con menos decomisos, si Gendarmería mantuviera su rendimiento, este año, de todas formas, superaría en unos 500 kilos lo hallado el año pasado. Sin dudas es la cocaína la sustancia que busca las rutas argentinas para llegar a los puertos que la sacan hacia España, Portugal, Francia, Italia. Es justamente allí, en el punto en que la cocaína está prensada y escondida de las más variadas y creativas maneras entre mercadería legal exportable, o en el cuerpo de la mula que pretende hacerla volar a destino, donde busca la División Narcotráfico de la Aduana, la única agencia del Estado que trabaja sin armas desde que la AFIP se las quitó en enero. “Nos sentimos más débiles pero lo contrarrestamos con tecnología e inteligencia”, se ensanchan, tras un semestre de nuevos golpes. Hace diez días fueron 26 kilos bañados en plomo y resina que intentaban pasar en estufas hacia España como carga aérea. A fines de mayo encontraron 100 kilos en filtros para piletas de natación en un depósito de Sarandí. En junio dieron con 280 kilos escondidos en paquetes de cuero de descarne en un depósito de La Boca. Hasta esta semana, desde enero, la Aduana secuestró 880 kilos de cocaína. Fueron media docena de decomisos de entre 50 y 280 kilos, y unos 130 casos en los que la droga o iba por correo, o escondida en el equipaje o el cuerpo de una mula (ver aparte).

Pasará, pasará

Dos afirmaciones de un funcionario nacional de primera línea: “Los tubos donde se lleva droga en los camiones los hacen técnicos colombianos”. Y: “La administración del gran negocio la hacen gerentes que estudiaron en Harvard”. Así, la preocupación del gobierno se centra en el gran tráfico: el de toneladas que se van en barcos hacia Europa. Hace años que los expertos en geopolítica del narcotráfico como Francisco Thoumí, del Observatorio de Drogas y Delito de la Universidad del Rosario, en Bogotá, advierten sobre los cambios en los “flujos” de la droga. Colombia se transformó en un país productor y Perú se pobló de pequeños carteles llamados “firmas”, que ya no sólo cosechan y venden a un productor, sino que lo hacen ellos mismos para reducir la explotación a la que se ven sometidos y cobrar más. “Esos grupos han crecido mucho, y son por lo menos cuarenta. La mayoría tiene como ruta la Argentina”, le dice a Página/12 un investigador.

Una alta fuente judicial cree que la clave está en las complicidades que el narcotráfico –tanto el de gran escala como el de las “firmas” o “cartelitos”, como le dicen en la Federal– logra mediante el pago de coimas en las fuerzas de seguridad. La fuente, como la mayoría de las consultadas, apunta que cambió el mapa global de la droga. “México le envía casi el cien por ciento de su producción a Estados Unidos. Colombia, el sesenta por ciento. Perú no puede llegar al norte, por eso tiene repartidos sus porcentajes entre Estados Unidos y Europa, a través de Chile y Argentina”, explica para detallar el efecto sobre el tráfico nacional: “Diferenciemos entre tráfico y distribución. La droga que pasa por acá hacia Europa debe ir pagando en cada lugar que cruza. Así, parte de esa droga pasa a las fuerzas, al contrabando de armas y a las bandas”. Un funcionario nacional cercano al presidente es elocuente: “Sólo se puede traficar con tipos de mucho poder, a veces con la policía, con las fuerzas, y la verdad es que son empresarios”.

Lo que no existe aún es un mapa de estos flujos crecientes. Es una de las misiones que figuran en el documento oficial con el que se creó la Unidad Fiscal de Apoyo para la Investigación de Delitos Complejos en materia de Drogas (Ufidro). En la Procuración General creen que la función de enlace que cumpliría la oficina manejada por la fiscal Mónica Cuñarro, “mejorará los niveles de eficacia”. Cuñarro es una abogada penalista que se formó cerca de Raúl Zaffaroni y del juez federal Horacio Catani. De carácter, respetada por los policías más duros y al mismo tiempo en la vereda de los juristas garantistas, tiene por delante un camino difícil. Su misión es “modificar la selectividad de la programación criminal y la falta de respuestas a los casos más graves”.

Las cifras de detenciones abundan en personas capturadas por tenencia y no por tráfico de drogas. Sólo habrá que ver que si el celo de todos entre todos en un terreno tan “fértil” puede ser superado por una política coordinada por una mujer que, dicen, no quiere que quienes engrosan las estadísticas sean los consumidores sino los grandes peces, los más gordos.

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Policía Federal

Marihuana en kg. Cocaína en kg.
2005 2.542,47 553,92
2006 (primer semestre) 3.803,83 1015,48

Prefectura

2005 6.859,26 3,49
2006 (primer semestre) 14.442,00 107,54

Policía Bonaerense

2005 *
2006 (primer semestre) 15.586,06 255,08

Gendarmería

2005 12.678,50 2734,20
2006 (primer semestre) 15.490,00 1.688,80

Policía Aeroportuaria

2005 3,43 238,99
2006 (primer semestre) 189,52 216,15

Aduana

2005 2099,98 584,98
2006 (primer semestre) 804,77 854,21

TOTALES

2005 24.183,13* 4115,57*
2006 (primer semestre) 50.316,18 4117,26
* No disponibles datos de Policía Bonaerense 2005.

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