EL PAíS › PESE A LOS OBSTACULOS, LA JOVEN DE BUENOS AIRES PUDO INTERRUMPIR EL EMBARAZO
Fue el primero de los dos casos que despertó la polémica. La familia de L.M.R, la chica discapacitada que fue violada en Guernica, consiguió que un médico diera curso al aborto legal. El testimonio de la madre y la hermana.
› Por Mariana Carbajal
L.M.R. ya no tiene la mirada esquiva ni el gesto adusto de las últimas semanas. La cara le cambió el lunes, cuando fue sometida a un procedimiento para interrumpirle el embarazo que le dejó una violación. “Salió caminando. Todo duró apenas veinte minutos. Lógico, hay un dolor, que nos va a quedar, pero recuperamos la tranquilidad”, dice Vicenta, su mamá, que todavía no puede creer que finalmente pudieron vencer todos los obstáculos que le pusieron a L.M.R. para acceder al derecho que tenía de abortar. La intervención la hizo un médico del sector privado, cuyo nombre se guarda en absoluto secreto.
“Tantas semanas de lucha y en un ratito, en veinte minutos, volvió a la normalidad. La verdad (es) que no pensamos que iba a ser así de sencillo”, dice Verónica, la hermana mayor de L.M.R. a Página/12, en su casa de Guernica, donde están las tres mujeres de la familia reunidas para dar a conocer la gran novedad. A Vicenta y a Verónica también les cambió la cara. Ya no tienen esa mezcla de bronca y tristeza marcada en el entrecejo que tenían dos semanas atrás cuando esta misma cronista las entrevistó por primera vez, después de la negativa del Hospital San Martín de realizar la interrupción del embarazo de la joven discapacitada mental que fue violada, a pesar del fallo de la Suprema Corte bonaerense que el 31 de julio avaló el procedimiento.
Pero encontrar en el país un médico que accediera a practicar la intervención no fue sencillo. Acompañaron a la familia en esa búsqueda organizaciones de mujeres integrantes de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, que solventaron económicamente la operación. Más de un centenar de personas se movilizó en distintas provincias para dar con un profesional del sector público o del privado que llevara adelante el procedimiento. Algunos aceptaban, pero cuando se enteraban de quién era la paciente se echaban atrás por temor a terminar criminalizados. Incluso, se barajó la alternativa de llevar a L.M.R. a España, donde un médico argentino –tal como publicó Página/12– se ofreció a realizarle el aborto, pero para salir del país la muchachita requería de la autorización de su padre, con quien la familia no tiene vínculo desde hace más de diez años.
“Cuando nos enteramos de que el Hospital San Martín se negaba a realizarle la interrupción del embarazo, nos acercamos a la mamá para saber qué quería hacer: si mantenía su decisión de hacer el aborto o quería que su hija siguiera adelante con la gestación. Nos dijo que se sentía engañada por los médicos y la Justicia por no permitir a su hija cumplir con derecho de abortar, tal como lo establece el artículo 86 inciso 2º del Código Penal. Y que si la vida de su hija no corría peligro, estaba firme su decisión de interrumpir ese embarazo. Por eso nos movilizamos para ayudarla”, contó a este diario Estela Díaz, secretaria de Género de la CTA e integrantes de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto.
El primer paso fue hacerle otra ecografía para establecer con certeza el tiempo de gestación. Como informó este diario, ese nuevo estudio determinó que hace 15 días cursaba la semana 20. “El aborto terapéutico que autorizó el año pasado el máximo tribunal bonaerense a una mujer con una cardiopatía severa se realizó en el Hospital Evita de Lanús en la semana 23”, señaló Díaz, de la CTA, quien acompañó personalmente a la familia de L.M.R. en las últimas semanas.
La intervención se hizo el lunes en una clínica privada, cuya dirección es un secreto. Duró apenas veinte minutos. Fue una inducción al parto. Se hizo con anestesia total. Y L.M.R. se fue del lugar “caminando y sonriendo”, destacó Vicenta. “Le cambió la cara”, agregó su mamá, que en los próximos días irá caminando a Luján para cumplir con una promesa que le hizo a la Virgen si su hija salía bien del procedimiento médico y recuperaba la alegría. “A partir del lunes volvimos a la normalidad. Lógico, hay un dolor, que nos va a quedar, pero recuperamos la tranquilidad. Yo la veo a ella cómo cambió y no lo puedo creer. Volvió a sonreír, a jugar”, dice Vicenta y ella también sonríe. A unos metros, L.M.R. juega con su sobrino de tres años y se le escuchan carcajadas. Dos semanas atrás, cuando esta cronista la conoció, la jovencita no pronunciaba palabra ni levantaba la mirada del piso. Ayer, era notable el cambio de actitud.
Pasaron exactamente dos meses desde que Vicenta denunció en la Justicia la violación que sufrió L.M.R. y empezó a ver cómo lograr que le realizaran un aborto.
–¿Qué reflexión hacen después de todo lo que pasaron? –les preguntó este diario.
–Me queda un sabor amargo porque lo tuvimos que hacer... no sé si llamarlo clandestino –empezó Verónica–. En el caso de mi hermana muchos decían que estaban a favor de que se le hiciera el aborto pero nadie dijo: vení que yo se lo hago. Quedó claro que todo lo que dijeron los médicos del Hospital San Martín fueron excusas: mi hermana no corría ningún peligro y se podía hacer (la interrupción del embarazo). Pero lo más triste es que la manosearon tanto a ella. Si nosotros hubiésemos tenido la posibilidad económica no hubiésemos pasado por todo esto.
–Si la ley está escrita, que la hagan cumplir. Por qué cuesta tanto entender eso –siguió Vicenta, en el living de la casa de Verónica, una casa sencilla que va mejorando de a poco con su marido, que es remisero.
Ahora la familia de L.M.R. espera que siga adelante la causa de la violación: el tío continúa detenido. Hoy van a llevar a la UFI que investiga el caso material genético que resguardaron de la interrupción del embarazo para que sea analizado a fin de determinar si el ADN coincide con el del acusado.
Vicenta está conmovida con la situación que está viviendo la mamá de la chica discapacitada mental mendocina que también fue violada, tan parecida al calvario que vivió ella (ver página 2). “Si tiene la posibilidad que actúe, que actúe ya –le sugirió–. Yo no se lo hice en privado (al aborto) porque no me daba el dinero. Y si no lo tiene que pida ayuda, como nosotros, que la aceptamos. No vamos a ir a la cárcel. Yo tengo la seguridad de que no voy a ir a la cárcel porque protegí a mi hija.”
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