EL PAíS › LA UCR, UN PASO MAS CERCA DE UNA ALIANZA CON EL EX MINISTRO LAVAGNA
Después de un duro debate, la UCR les dio un ultimátum a los “K”: o se disciplinan o se van sin banderas ni escudo o los denuncian ante la Justicia electoral. Para no terminar en ruptura, hubo más cariño a los que critican el acercamiento a Lavagna. Permiso para que Iglesias tenga “conversaciones programáticas”.
› Por Miguel Jorquera
Se disciplinan o se van. La Convención Nacional de la UCR dejó casi afuera del partido a los radicales K, después de que el plenario realizado en Rosario facultó a las autoridades partidarias a recurrir a la justicia electoral para intervenir aquellos distritos que no acaten la política trazada ayer. No los expulsaron pero los invitaron a que se vayan, si no los dejarán “sin sigla ni símbolos” partidarios. Sin embargo, la convención prefirió hacer concesiones a otros reclamos y contener al resto de las corrientes internas que critican el respaldo a la candidatura presidencial de Roberto Lavagna para evitar nuevas sangrías. Postergó el armado de una “comisión de notables” para definir alianzas electorales –en la que predominaban los prolavagnistas– y facultó sólo al presidente del Comité Nacional, Roberto Iglesias, a iniciar “conversaciones programáticas” con otros sectores, que luego deberán ser refrendadas por una nueva convención que se convocará para fin de año o principios del que viene. También aprobaron un duro documento contra el Gobierno.
Después de arduo debate, concesiones mutuas y el consenso sobre algunos puntos, las distintas corrientes del radicalismo trazaron el inicio de su política de alianzas para las elecciones presidenciales de 2007, pero sin definiciones contundentes como algunos sectores propiciaban. En especial aquellos que quieren que el ex ministro de Economía encabece la fórmula presidencial que tendría a la UCR como uno de los principales protagonistas.
La resolución final de siete puntos resuelve: definir a la UCR como “un partido de oposición y de alternativa al gobierno nacional”; aprobar sus bases programáticas, que seguirán en debate porque no hubo acuerdos totales; encomendar sólo a Iglesias realizar “conversaciones programáticas con sectores políticos, gremiales, sociales, empresarios y académicos”; convocar a una nueva convención, que aprobará o rechazará esas negociaciones; y recurrir a la justicia federal con competencia electoral para intervenir aquellos distritos que no acaten la resolución de la Convención Nacional del partido.
Este último punto pone a los radicales que quieren una concertación con el Gobierno al borde de la expulsión. Un tema en el que las opiniones e intervenciones de todos los sectores fueron coincidentes. Todos los criticaron y los definieron como hombres con “complejo de inferioridad”, “vendidos”, “agachados” y los acusaron de “privilegiar ambiciones personales de poder” y mucho más.
Pero la segunda jornada de la Convención Nacional del radicalismo produjo otras sorpresas. Por la mañana, en el debate de las comisiones reaparecieron con fuerza las críticas al “borrador” del documento y sobre todo a la conformación de la “comisión de notables” que tendría en sus manos las negociaciones sobre futuras alianzas políticas y electorales.
Algunas imágenes daban cuenta de que las discusiones no eran del todo amables y aprobar las resoluciones no sería sencillo sin dejar heridas abiertas y difíciles de cicatrizar. Iglesias respondió de una manera inusual y en forma vehemente a las sospechas que algunos manifestaron sobre la integración de la comisión negociadora con otras fuerzas políticas y propiciaban un cuarto intermedio en la convención para pulir el documento sobre el que se volcaron innumerables críticas.
“Si no hay documento quedaremos como que no tenemos un carajo para ofrecerle a la sociedad. Si nos tenemos que quedar 3 o 4 horas más discutiendo lo haremos, aunque haya que modificarlo y redactarlo varias veces”, dijo a los gritos. La secretaria general del Comité Nacional, Margarita Stolbizer –que se encargó de dejar claro que no apoyaba ni a Kirchner ni a Lavagna–, a media tarde estaba dispuesta a pegar la vuelta a Buenos Aires, convencida de que ya no se podía torcer el rumbo de la convención, que se dirigía a consolidar el proyecto con Lavagna. Pero sus seguidores le pidieron que se quedara porque su prédica había cosechado adeptos entre los convencionales de distintas provincias, y así lo hizo.
Luis “Changui” Cáceres y Leopoldo Moreau discutían, rodeados de convencionales y fuera del teatro del sindicato de Luz y Fuerza de Rosario –donde sesionó la convención–, sobre la integración de la comisión que negociaría los futuros acuerdos electorales.
De antemano, “los notables” serían el presidente del partido, Iglesias; el de la Convención, Adolfo Stubrin; y los presidentes de los bloques de senadores, Ernesto Sanz, y de diputados, Fernando Chironi, que no asistió a Rosario. Todos lanzados a acordar con Lavagna. Los alfonsinistas querían allí un lugar protagónico y proponían la incorporación del propio ex presidente de la Nación. Cáceres proponía sumar a tres convencionales surgidos por el voto mayoritario, donde buscaría un lugar. Stolbizer quería también un lugar ahí para direccionar las conversaciones hacia los “sectores progresistas”, con muchos de los cuales comparte el llamado Encuentro de Rosario.
Finalmente llegaron los acuerdos. El único encargado de las negociaciones será Iglesias, pero con algunas limitaciones. Sólo fue facultado para “iniciar acuerdos programáticos”, sin sellar coaliciones electorales. Se amplió el abanico de consultas a “sectores gremiales, sociales, empresarios y académicos” y no sólo partidos políticos. Y todo lo actuado deberá ser refrendado por una nueva convención que –según cómo marchen las negociaciones– aunque no tiene fecha fija se convocará a fines de este año o principios del entrante.
El final de la convención lo marcó la marcha radical propalada por los parlantes del teatro pero a la que se sumaron todos. Existía el convencimiento de que si bien ningún sector logró imponer todos sus criterios, todos se llevaban algo en sus alforjas.
El documento final incorporará los “temas económicos y sociales” de los que carecía, como muchos reclamaron. Especialmente aquellos que aseguraban que la falta de definiciones económicas era “un cheque en blanco para firmar un acuerdo con Lavagna sin atarlo a ninguna definición” sobre el tema. Iglesias consiguió el respaldo partidario que muchos le habían negado con anterioridad, aunque insistió ante la prensa en que “necesitará el apoyo del Comité Nacional” para llevar adelante el mandato de la convención. Los alfonsinistas fueron los más contentos: no lograron el protagonismo que buscaban ni todo lo que querían, pero están seguros de que todos los caminos conducen al ex ministro de Economía “para ofrecerle a la sociedad una alternativa electoral competitiva”.
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