Dom 27.08.2006

EL PAíS

“Hay un interés en que estemos horrorizados”

Toni Puig es el director de la revista española Ajoblanco, un amigo de este país y una persona con posturas originales sobre la cultura y la ciudadanía.

› Por Silvina Friera
Desde Mar del Plata

Las chicas de la Patagonia o de Gesell, por cierto un poco cholulas, le pedían que posara en las fotos con ellas, antes de que empezara la charla en el teatro Auditorium de Mar del Plata. El fanatismo que despierta el catalán Toni Puig entre las argentinas merece una explicación. Más allá de la irreverencia de este consultor internacional y fundador de la mítica revista española Ajoblanco y de sus provocaciones –una especie de “terrorista verbal”–, hace cinco años que viene a dictar cursos en muchas provincias y ciudades del país, y publicó el libro Se acabó la diversión. Es, sin duda, un “amigo de la Argentina”. Puig se encargó de blanquear el asunto de entrada: “Esto no es una conferencia, es más un encuentro entre amigos. Cuando me retire, pienso vivir seis meses acá y los seis restantes en Barcelona”. Y es cierto que no fue una conferencia más del Primer Congreso Argentino de Cultura, quizá fue su anticonferencia. “Aquellos que no tienen nada que decir vienen con un power point”, bromeó por su hábito de “ilustrar” sus ponencias con gráficos en una pantalla. “Los amigos que ya me escucharon en otras oportunidades se pueden ir porque no voy a decir nada que no sepan.”

El título de la conferencia, Ciudad, servicios culturales y construcción de ciudadanía; el nuevo rol del Estado en el actual contexto mundial, le permitió a Puig explayarse sobre la vinculación entre ciudadanía y cultura, tema que viene trabajando como director de la Agencia Municipal de Servicios del Ayuntamiento de Barcelona. Para empezar comentó que le gusta citar a dos filósofos que no están de moda, Hegel y Marx (“para que vean que sé algo de filosofía”, ironizó), pero que son indispensables para reflexionar sobre políticas culturales. “Hegel nos enseña que debemos pensar, que las ideas preceden a la gestión cultural, y que debemos observar porque muchos gestores culturales sólo miran lo que les pasa a los artistas, se enamoran de ellos, tienen un buen orgasmo, pero eso no es cultura”, chanceó Puig. También agregó que el autor de la Fenomenología del espíritu “nos dice lo que debemos hacer ahora para potenciar ciudadanía desde la cultura”, y recordó que Marx “nos indica qué debemos transformar”.

“Hace 25 años que los políticos dicen que las políticas culturales no van más”, señaló Puig, y añadió que hoy la cultura debe ser pensada de otra manera. “Los ciudadanos se hacen; en las ciudades hay muchas personas, pocos ciudadanos y muchos gangsters.” En cuanto a las tendencias de los últimos veinte años, el especialista catalán cuestionó la liviandad de las estrategias. “Nos hemos dedicado a potenciar consumidores culturales y hemos inventado clientes y usuarios de la cultura, lo que me parece una vulgaridad tremenda. Nos olvidamos de los ciudadanos anónimos que no van al teatro, que no leen poesía. ¿Cómo hacer para que se interesen? Sólo potenciando ciudadanos responsables de la cultura común.” Según Puig, los ciudadanos murieron después del ’68. “Con el declive de lo público, en los ’80, llegó el auge del consumismo con los yuppies. Tener dinero es lo más, para qué leer. Y se instaló el culto a la moda: eres lo que ostentas.”

“La cultura es sentido –definió el catalán–. Qué sentido le damos al hecho de vivir en Buenos Aires o en Corrientes, qué país compartimos. La cultura es el sentido que cada país y ciudad debe reinventar y rediseñar.” Puig aclaró que no debe confundirse cultura con espectáculo. “La cultura es pensar, proponer, reflexionar. Cuando hay más cultura, los fundamentalismos son imposibles porque tenemos un sentido de la vida.” El especialista trató de hacer una síntesis de las preocupaciones de los ciudadanos. Entre otras cuestiones, precisó que se sienten inseguros –“hay un interés en que todos estemos horrorizados”, añadió–, que ésta es una sociedad del stress y con un estilo de vida en el que prevalece la ansiedad. “Se piden respuestas rápidas, pero la cultura te da soluciones en un plazo de tiempo más prolongado.” Reincidiendo a la hora de hacer bromas, Puig arremetió: “Lo peor son esos debates de salón sobre el sexo de las políticas culturales. Ya no tienen más sexo; fue, como dicen ustedes”. Y a los desprevenidos, que se confundieron de sala y pensaban encontrarse con una persona de gesto adusto monologando, les advirtió: “Ya les avisé que no era una conferencia seria”.

“Antes los ciudadanos se hacían desde la educación, que era la iniciación al sentido de la vida común.” Con el micrófono en la mano y caminando de un lado al otro del escenario, bajando las escaleras y desplazándose por todo el espacio, Puig parecía un actor cómico que no paraba de contar chistes o anécdotas que provocaban la risa inmediata. “Cuando era joven me hice budista antes de tiempo –y señaló su pelada actual–. Durante un año viví como un ermitaño en un pequeño pueblo de Cataluña.” El autor de Se acabó la diversión señaló el cambio de paradigma de iniciación de los ciudadanos. “Hoy y mañana la cultura potencia ciudadanía responsablemente activa porque es la que propone sentido desde los valores.” Los aplausos y ovaciones llegaron de la mano de una dura crítica a ciertos estilos de gestión. “No programemos nada bonito o que sea de moda. Esto se llama delincuencia cultural. Programemos cosas que infundan valores a la ciudadanía porque las artes son un vehículo para facultar el sentido”, afirmó Puig.

El especialista en gestión cultural subrayó el papel que las asociaciones de ciudadanos tienen en un mundo cada vez más complejo: “Las asociaciones expanden valores con el soporte de las administraciones municipales”. Mencionó que en Barcelona hay 800 que trabajan en los barrios. Al “insoportable karaoke de las políticas culturales” (como calificó el catalán a los gestores enamorados de los artistas), Puig opone la movilización de la ciudadanía. “Tenemos que motivar a los ciudadanos escuchando atentamente y sin tópicos lo que les interesa. Necesitamos una suerte de acupuntura cultural, ofrecerles una gestión relacional de la cultura, que es una cuestión del Estado argentino.” Entre sus propuestas, recomendó constituir un concejo público para la cultura porque “no puede depender del partido político que esté en el municipio o en la provincia”.

El catalán, que está por publicar dos nuevos libros en la Argentina, La responsabilidad social de la cultura (Paidós) y La gestión emocional de las artes (Siglo XXI), terminó su anticonferencia con una reflexión sobre la importancia que tiene la cultura para la ciudadanía: “Hay que generar una ilusión de futuro, porque si no creas esa ilusión la gente se queda en su casa”.

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