Vie 01.09.2006

EL PAíS  › D’ELIA SE LE SUMO AL ACTO, PERO PEREZ ESQUIVEL NO QUISO COMPARTIR ESCENARIO

Una contramarcha que terminó dividida

Pérez Esquivel había convocado a una movilización contra la mano dura en el Obelisco. D’Elía anunció que iría con sus piqueteros. Cuando llegó el Premio Nobel se encontró con un palco que no había previsto y se negó a subir. Los actos, por separado.

› Por Martín Piqué

Se había propuesto como un acto unificado, pero la “contramarcha” terminó siendo un fiel reflejo de las contradicciones que recorren al progresismo y, por extensión, a los organismos de derechos humanos. Como viene sucediendo desde la asunción de Néstor Kirchner, la convocatoria que había hecho el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, para repudiar las políticas de mano dura mostró diferencias entre los impulsores de la convocatoria original, una serie de pequeñas ONG agrupadas en torno de Pérez Esquivel, y las organizaciones sociales K, que aportaron la mayor cantidad de gente y realizaron un acto en un escenario montado sobre la Diagonal Norte y de espaldas al Obelisco. Desde ese palco, el subsecretario de Tierras, Luis D’Elía, comparó la marcha de Juan Carlos Blumberg con la movilización del Corpus Christi del ’55, que precedió al derrocamiento de Perón y que también fue un 31 de agosto.

La “contramarcha”, como los medios habían bautizado al acto en contra de la mano dura que se haría en el Obelisco, tenía dos protagonistas indiscutidos. El principal era Pérez Esquivel. Tras muchos amagues y desmentidas del kirchnerismo, que no descartaba hacer un acto paralelo al de Blumberg pero no terminaba de confirmarlo, el titular de Serpaj no se anduvo con vueltas. Dijo que convocaba a un acto para las 18 en el Obelisco “contra la mano dura y el gatillo fácil”. Entonces apareció el otro protagonista, D’Elía. Con varios días de anticipación, el funcionario venía hablando de hacer una marcha el mismo día de la convocatoria de Blumberg. Y cuando se enteró de la propuesta de Pérez Esquivel organizó una asamblea de la FTV en Laferrere para votar sumarse a la iniciativa.

Los problemas comenzaron cuando el titular de Serpaj llegó a la zona del Obelisco y se encontró con un gran escenario ubicado en la esquina de Diagonal Norte y Carlos Pellegrini. “Nadie se comunicó con nosotros y no voy a subir al palco”, advirtió en un revuelo de movileros. D’Elía, quien se encontraba con Carlos López, un asesor del secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, intentó mediar pero no pudieron ponerse de acuerdo. Entonces el matancero se retiró al palco principal, donde luego se le sumarían los demás dirigentes de las organizaciones kirchneristas, como Emilio Pérsico (Movimiento Evita), Humberto Tumini (Libres del Sur) y Lito Borello (Comedor Los Pibes), entre otros.

Luego se sumarían la senadora Marita Perceval y el secretario de Derechos Humanos bonaerense, Edgardo Binstock. También apareció el dirigente porteño de Compromiso K, Juan Carlos Dante Gullo. Detrás de las vallas que separaban al escenario de los manifestantes se veían banderas del Comedor Los Pibes, de Barrios de Pie y del Movimiento Evita. Había gente hasta la esquina de Diagonal Norte y Suipacha. A lo sumo eran cien metros. La mayoría eran hombres, mujeres y niños que habían llegado desde barrios humildes del conurbano. La imagen mostraba un fuerte contraste con los trajes y tailleures que invadían todo a pocas cuadras. “Allá en la Plaza está lleno de garcas de saco y corbata”, comentó Juan Pablo, un militante treintañero acostumbrado a los rituales de impronta peronista.

La convocatoria como mucho alcanzaba las cuatro mil personas. Aunque la dispersión conspiraba contra cualquier serio esfuerzo de conteo. Muchos jóvenes y grupos “sueltos” se habían quedado alrededor del Obelisco, apoyando la decisión de Pérez Esquivel de mantener su convocatoria original. Por allí caminaban Rosa García y Patricia Marco, madres de Maxi González y Emmanuel Salafia, que llevaban prendedores de la Asociación de Víctimas de la Impunidad Sin Esclarecer. González fue asesinado por vigiladores privados, Salafia por policías bonaerenses. “A mi hijo lo fusilaron dos policías en El Jagüel. Los mismos del caso de Diego Peralta”, dijo Marco a Página/12. A un costado de ellas caminaba Luis Bordón, asesor de la Presidencia en casos de represión policial. Su hijo Sebastián fue asesinado por la policía de Mendoza. “Cuando Blumberg acusó a mi hijo de algo que no era (dijo que ‘era un chico que a lo mejor se drogaba’) le di la oportunidad de que se rectificara, cosa que hizo. Pero hoy Blumberg sigue actuando en temas de inseguridad con la misma ligereza e irresponsabilidad”, contó Bordón a Página/12. Poco después, Pérez Esquivel reunió a los camarógrafos para leer el documento de los convocantes: el Serpaj, la Comisión de Derechos Humanos del Bajo Flores y las asociaciones La Chispa, ¿Cuál Derecho? y Cuidemos a Nuestros Pibes. El texto cargaba contra Blumberg por pedir la baja de la imputabilidad pero también cuestionaba al Gobierno por haber aplicado varias de las reformas al Código Penal que propuso el ingeniero.

Veinte minutos más tarde comenzó el acto K. En ese momento estuvieron todos juntos sobre el palco. Poco antes había existido cierta discusión con Barrios de Pie: cuando Pérez Esquivel se negó a subirse al escenario, los manifestantes de esa organización se ubicaron entre el Obelisco y Carlos Pellegrini. Fue una forma de respaldo al titular de Serpaj. Pero el debate se calmó y ya era un recuerdo cuando D’Elía llamó a defender al Gobierno: “Le decimos a la derecha que el futuro se resuelve con millones en las calles que vamos a defender el gobierno de Néstor Kirchner”, arengó.

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