EL PAíS • SUBNOTA › EL ENOJO DE PEREZ ESQUIVEL
› Por M. P.
Cuando Adolfo Pérez Esquivel llegó al Obelisco se cruzó por un instante con Luis D’Elía. Los dos venían acompañados por colaboradores, y el revuelo que dejaban a su paso hacía recordar a la previa de un partido de fútbol. El efecto se multiplicaba con la tarea perseverante de movileros, fotógrafos y cronistas. Aunque los medios los habían presentado como los organizadores del acto contra la mano dura y el gatillo fácil, Pérez Esquivel y D’Elía no llegaron ni a saludarse. “Yo no hablé con D’Elía en ningún momento. Tampoco he hablado ni con el Presidente ni con nadie”, afirmó el Premio Nobel a Página/12. Poco antes había descubierto el gran escenario que ocupaba todo el ancho de la Diagonal Norte, y que obviamente había sido colocado allí por el Gobierno. “No era lo que se había arreglado con las organizaciones que convocaban al acto”, aseguró.
El Premio Nobel estaba rodeado por un grupo de personas –abogados de la UBA y del Serpaj, Madres del Dolor que reclaman contra la impunidad, miembros de comedores del Bajo Flores– que había decorado el Obelisco con carteles amarillos. Mostraban la recordada silueta del Tío Sam apuntando con el dedo índice para reclutar soldados para la Segunda Guerra pero el rostro –photoshop mediante– era el de Blumberg. “Como decía Cajade, a los chicos hay que cuidarlos y no matarlos”, dijo Pérez Esquivel recordando al fundador del movimiento de los Chicos del Pueblo.
–¿Por qué decidió no subir al palco? –le preguntó Página/12.
–Nosotros no vamos a hacerle el juego a nadie. No era lo que habíamos acordado con los convocantes. Aparte a mí nadie me avisó nada. Nosotros seguimos con nuestros reclamos. Queremos que no se baje la edad de imputabilidad de los chicos. Decimos no al gatillo fácil, no a la violencia. Porque la inseguridad no se resuelve con más represión, sino con políticas sociales. Con mayor redistribución de la riqueza.
–¿Cree que Blumberg busca una salida autoritaria?
–Totalmente. ¿Quién le pregunta a un chico que está en la calle revolviendo la basura qué seguridad tiene de comer, de estar sano, de tener un techo? Nadie. Entonces, ¿de qué seguridad están hablando? Quieren criminalizar a los pobres.
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