Vie 08.09.2006

EL PAíS  › EL JUICIO A VON WERNICH POR EL SECUESTRO DE TIMERMAN

Más que sacerdote, represor

“La vida de los hombres depende de Dios y de tu colaboración”, solía decirles el padre Cristian Von Wernich a los secuestrados que estaban recluidos en los centros clandestinos, que él visitaba para impartir su “asistencia espiritual”. El periodista Jacobo Timerman fue uno de los tantos que tuvieron que soportarlo. Sus hijos pidieron que se eleve a juicio oral la causa de este sacerdote de la Iglesia Católica, quien actualmente está procesado y cumple prisión preventiva.

La presentación, hecha por el abogado Alejo Ramos Padilla ante el juez Arnaldo Corazza, abunda en detalles que incriminan al capellán que “atendió” los sufrimientos de Timerman, director y fundador del diario La Opinión, que “recibió más tortura que todos nosotros –señaló el sobreviviente Osvaldo Papaiso– por su condición de judío, por su condición de sionista”.

El periodista fue secuestrado el 15 de abril de 1977 y derivado a los centros clandestinos Puesto Vasco y Coti Martínez, en La Plata, donde fuera “interrogado” antes de ser expulsado del país. Según el requerimiento, impulsado por sus hijos Héctor y Javier, “existen sobrados testimonios que dan cuenta del secuestro, detención ilegal y torturas de las que fue víctima”.

“Creo que no me mataron porque mis captores creían tener al ‘Sabio de Sion’ en Argentina” fue la conclusión de Timerman, luego de relatar sus padecimientos ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Según el escrito de Ramos Padilla, “el imputado ingresaba a esos centros clandestinos, permanecía en ellos y trataba con los detenidos”. Von Wernich confirmó esta versión y se excusó: “Debía visitar como capellán para dar charlas al personal, aprovechando siempre para saludar”.

Para la querella, la actividad del sacerdote, quien simulaba asistirlos espiritualmente, tenía como fin “obtener información, imponer el quebranto de la voluntad de las víctimas directas y de sus familiares, desalentando a estos últimos de que buscaran ayuda”. De esta forma, y retaceando información muy valiosa, el capellán neutralizaba las denuncias de los familiares ante los organismos que podían ayudarlos. La función de Von Wernich, según indicaron varios testimonios, “permite inferir que cualquier actividad que desplegara vinculada con la represión ilegal no pudo obedecer sino al acuerdo previo por distribución de roles con los demás represores”.

Según el testimonio del policía Julio Alberto Emmed, el cura Von Wernich también participó junto a él y otros represores del asesinato de tres personas a quienes se les inyectó veneno en el corazón. Tras el crimen, el capellán le dijo a Emmed que lo que habían hecho “era necesario, que era un acto patriótico y que Dios sabía que era para el bien del país”. De este y otros testimonios, la querella dedujo que, además de ayudar a “interrogar”, el capellán también trataba de “arengar a los torturadores justificando, desde su particular enfoque de ver la religión y la política, las conductas criminales de quienes, junto a él, cometían los delitos de lesa humanidad”.

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