Dom 01.10.2006

EL PAíS

Los muchachos de Etchecolatz

Jorge y Marcelo Gristelli son dueños de una librería integrista, dirigentes de la Agrupación Custodia y aliados de Cabildo. Y son custodios voluntarios del represor Etchecolatz, con antecedentes de violencia.

› Por Mariano Blejman

Amigos personales de Miguel Etchecolatz y guardianes del integrismo católico están al mando de la Agrupación Custodia. Son capaces de pasar a la acción por los “derechos de Dios”. Tienen una librería ultramontana y filonazi en Riobamba 337 y funcionan como agentes de seguridad del obispo Antonio Baseotto. Los mellizos Jorge y Marcelo Gristelli son hombres dispuestos a defender a lo más ultra de este país. Ellos mismos son tan ultras que critican a Videla por su falta de nacionalismo y por no jugarse por una Argentina “católica y mariana”, pero defienden a ex represores acusados de crímenes de lesa humanidad y a neonazis, y dicen que darían la vida (vaya ironía) en defensa de la prohibición del aborto.

Se los suele ver en su librería Santiago Apóstol, ubicada entre un locutorio y un mercadito del Once, con un frente sin carteles o algo que indique que eso es una librería. Por la puerta se cuela algo de canto gregoriano y se ve una luz tenue y libros un tanto vetustos. La mercadería abunda en copias de Conversaciones con Mussolini, Papeles de Seineldín, Nuestro ser nacional en peligro y colecciones completas de la editorial del Verbo Encarnado, la ultrarreaccionaria orden católica de San Rafael.

La última aparición pública de los gemelos Gristelli fue cuando oficiaron de “encargados de seguridad” de la misa de Baseotto en Luján, frente a lo más granado del fascismo católico argentino. Ahora se los esperaba merodeando por los tribunales de La Plata para cuidar a su amigo Etchecolatz, pero esta vez los Gristelli prefirieron mantener el perfil bajo. Distinto fue en abril de 2001, cuando aparecieron con pedazos de manguera y agredieron a militantes de izquierda cuando Etchecolatz salía de declarar en los tribunales porteños.

La primera aparición pública de los Gristelli sucedió en 1998, cuando pusieron un stand en la Feria del Libro. Entre las actividades preparadas, los Gristelli pretendían presentar el libro de Miguel Etchecolatz La otra campana del Nunca Más. Pero no pudieron, el escándalo había trascendido a su librería. Empero, se las arreglaron para presentar Subversión, la guerra olvidada. Por ese entonces su librería estaba en la calle Lavalle. Curiosamente, no se mudan del Once, histórico barrio judío, aunque siempre muy cerca del colegio La Salle, donde alguna vez, asociados al director de la revista Cabildo, Antonio Caponetto, dieron charlas ideológicas.

Después del “encontronazo” de los Gristelli en 2001 con las agrupaciones que esperaron a Etchecolatz a huevazo limpio –que incluyó una denuncia penal contra Virginia Oliver de Gristelli, esposa de Jorge (foto), y con un militante de izquierda internado con la clavícula rota– dieron una entrevista en Noticias donde se declararon “amigos personales de Etchecolatz”. Ahí lo reconocieron como un “ex combatiente”, defendieron a Videla aunque renegaron del “proyecto político de Martínez de Hoz” y de la “ideología liberal del Proceso”.

Su Agrupación Custodia volvió a ser noticia el 3 de diciembre de 2004, cuando un grupo de hombres de pelo corto y bien coordinados irrumpieron en la retrospectiva de León Ferrari en el Centro Cultural Recoleta y al grito de “¡Viva Cristo Rey!” rompieron una decena de obras consideradas “blasfemas” por la agrupación y por Cabildo. Los folletos que tiraron decían “No permitamos que se ofenda la Fe Católica. Movilicémonos en defensa de los Derechos de Dios”. En la puerta, este diario pudo ver al menos a uno de los hermanos Gristelli y el fotógrafo de Página/12 lo estampó de un flashazo. “Quedate tranquilo, que ya está todo arreglado con los abogados”, le decía uno de los Gristelli por lo bajo a uno de sus “cuadros”. Los detenidos rezaron por más de media hora en la celda, algunos dijeron ser profesores de historia. Los jóvenes declararon haber actuado por separado, sin coordinación, pero todos tenían el mismo abogado, José María Soaje Pinto, un conocido ultracatólico que defendió entre otros al carapintada Mohammed Seineldín, al neonazi Alejandro Biondini, al criminal nazi Walter Kutschsmann y a Facundo Mazzini Uriburu, bisnieto del primer presidente de facto argentino que le explicó en un supermercado a una abuela mulata que a su nieto había que “matarlo de chiquito, como a todos los negros”.

El miércoles 8 de diciembre de 2004 la Agrupación Custodia convocó frente a la Catedral y junto a Cabildo a una movilización por el día de la Inmaculada Concepción. Era para hacerle frente a la Marcha de la Resistencia de los organismos de derechos humanos. Entre las filas de Custodia estaba el teniente coronel Emilio Nanni, con su famoso parche de pirata (foto). “La vida del hombre es milicia sobre la Tierra”, decían los folletos. Hubo situaciones de tensión cuando un grupo de H.I.J.O.S. se enfrentó verbalmente con un grupo de 30 o 40 jóvenes semirrapados y con cierta terminología castrense en el vocabulario. Entre los jóvenes estaban los mellizos Gristelli, con unas mochilitas al hombro. Caminaron hasta la Nunciatura, pero el nuncio no los atendió.

Después de la misa de Baseotto en Luján hace apenas unas semanas –donde ejercieron la seguridad los Gristelli–, circuló una carta de Virginia Oliver de Gristelli hablando de las “groseras injusticias ocurridas con miembros de Gendarmería Nacional por asistir a la procesión”. La “injusticia” fue la sanción a una banda de esa fuerza que animaba la procesión del IX Encuentro de Formación Católica de un grupo ultramontano, la Asociación San Bernardo Claraval, cuyo pico fue la misa del obispo militar. En la carta, Oliver de Gristelli defiende la misa y el Via Crucis por los muertos por la subversión, acusa al Gobierno de “pendenciero, abortista y subversivo” y condena la Teología de la Liberación. El 5 de octubre cuando festejen el día nacional de las Víctimas del Terrorismo en la Plaza San Martín seguramente estarán allí los Gristelli: “Habrá suficiente personal de seguridad entre el público”, dice la invitación.

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