EL PAíS › KIRCHNER Y LA REELECCION DE ROVIRA
El Presidente analiza el efecto de su apoyo al gobernador. Muestra un optimismo moderado pero no repetirá su visita para no crispar los ánimos de la Iglesia.
–Si tengo que decir algo, creo que vamos a ganar.
El funcionario kirchnerista no es de River ni de Boca. Ni siquiera está haciendo un pronóstico del superclásico. Lo que realmente le preocupa es el desenlace de la puja que suscita el proyecto reeleccionista de Carlos Rovira. El moderado optimismo que trasunta la Casa Rosada se conjuga con la preocupación de Néstor Kirchner por el costo político que genera su respaldo al gobernador de Misiones. Y aunque no abandone la batalla que lo enfrenta con la Iglesia, el Presidente tomó una decisión: no repetirá su visita a la provincia mesopotámica.
Kirchner nacionalizó la puja misionera. Puso cuerpo y alma para respaldar la reelección indefinida: en la costanera de Posadas, hace apenas dos semanas, pidió expresamente que ayuden a Rovira. Justificó semejante gesto en la filiación kirchnerista de la primera hora del gobernador. “Estuvo en la trinchera conmigo”, atizó.
Acaso eso explique la arriesgada apuesta presidencial en un distrito sin ninguna garantía de triunfo. No parece, de todos modos, un argumento que satisfaga. ¿Con esa misma lógica, Kirchner no debería trabajar abiertamente por la reelección de Felipe Solá? El gobernador bonaerense no es un kirchnerista originario, pero obedeció como un soldado en la batalla contra el aparato duhaldista. Claro, su posicionamiento lo vuelve presidenciable. Y a Kirchner eso no lo seduce demasiado.
El escenario, obviamente, es distinto: en el principal bastión del país no aparece candidato alguno que le haga sombra al kirchnerismo, ya esté representado por Solá o por alguno de los otros nombres que se barajan para sucederlo. En Misiones Rovira es el mejor candidato que tienen los K, pero sin reforma constitucional quedará fuera de carrera.
“No podemos poner en términos de igualdad el caso de Solá y el de Rovira. Uno depende de una interpretación judicial, el otro de la gente”, justificó un alto funcionario de la Casa Rosada. Efectivamente, el bonaerense precisa de una validación judicial para candidatearse y el misionero, de lo que decidan los convencionales elegidos en las urnas.
–Ahora está muy parejo, pero yo creo que finalmente vamos a ganar por 55 a 45 –se imprime optimismo un alter ego del Presidente al hablar del resultado de la convencional constituyente del 29 de este mes.
En el escritorio de Kirchner descansa un sondeo. Rovira aparece derrotado en Posadas, pero vencedor en el interior de la provincia. Como la población urbana representa un 30 por ciento del total de la provincia, el gobernador no tendría inconvenientes en imponerse en unos comicios. La imagen positiva de Kirchner, cercana al 70 por ciento, colaboraría a ese propósito.
“Las zonas rurales son todas peronistas, y ahí van a votar por Rovira”, se entusiasma una voz autorizada del Gobierno. Sin embargo, es necesario hacer una salvedad. No se obtiene la misma respuesta cuando se pregunta por Rovira que por la reelección indefinida. Amén de los cuestionamientos, el gobernador tiene mucha mayor adhesión que su proyecto de perpetuidad, algo que irremediablemente se emparienta con la utopía menemista.
–A casi veinte días de la elección, el tema preocupa porque hay mucha resistencia a la reelección. Hay que ver cómo influye el aparato estatal. Y si bien nos tenemos fe, sabemos que es una parada difícil –cuenta a Página/12 un conspicuo de la Casa Rosada. La misma percepción tiene Juan Carlos Mazzón, el nexo del gobierno central con las provincias. Como siempre en estos casos, el más optimista, aunque con moderación, es el Presidente. Le sigue, un peldaño más abajo, el jefe de Gabinete, Alberto Fernández.
Los Kirchner –porque no es sólo Néstor sino también su mujer, Cristina– suelen diferenciar los anhelos de presidentes y gobernadores. Al criterio del matrimonio, los primeros deben tener coto. Los gobernadores, en cambio, pueden aspirar a mandatos sucesivos, emulando estados norteamericanos como Arkansas, donde Bill Clinton gobernó por tres períodos.
Resulta improbable que este tipo de debate sobre las instituciones pueda realizarse sin su debido contexto. El principal opositor a la reelección indefinida es Joaquín Piña. Hace dos décadas, el saliente obispo de Puerto Iguazú fue miembro fundacional de esa diócesis de reconocido compromiso social y defensa de los derechos humanos.
En el boca en boca, hay una frase que es un clásico en esos pagos de tierra colorada: de no existir el proyecto reeleccionista, Piña estaría cerca de Kirchner. Con sobrados fundamentos, el Presidente acostumbra cuestionar a la Iglesia por su papel durante la dictadura. El cura de marras no ofrece flancos en ese rubro.
En Misiones no sólo Piña mantuvo una actitud coherente durante los años de plomo. El diario El Territorio recordó estos días que el escenario desde donde habló Kirchner en su visita a la provincia se montó sobre la Avenida Monseñor Jorge Kemerer. El nombre fue puesto por el propio Rovira, cuando era intendente de Posadas, en homenaje al obispo que protegió a mucha gente de la dictadura. Misiones tiene entre sus perseguidos al padre José Czerepak, que debió exiliarse en 1979. Es precisamente por esto que la designación de Marcelo Martorell, en reemplazo de Piña, está provocando inquietud. Hubo asambleas de las que participaron militantes cristianos, monjas y curas, donde se puso de manifiesto la preocupación por el cambio de rumbo que podría sufrir la diócesis. Martorell fue mano derecha de Raúl Primatesta y amigo confeso del fallecido Alfredo Yabrán. Durante su ministerio en Córdoba, en tiempos de Eduardo Angeloz, el presbítero fue señalado por hacer lobby a favor del empresario telepostal.
Kirchner tensó la cuerda con Piña ojeando la caballería de opositores que se enroló detrás del cura, que incluye al ex gobernador Ramón Puerta. Es su estilo poner en foco un enemigo y castigar sin reparos. A veces hasta el cansancio. Pero habrá que darle la derecha, sin abrir juicio de valor por ello, a la observación que hizo Aníbal Fernández sobre la conversión de la Iglesia en “unidades básicas”. Efectivamente, como sospecha el ministro del Interior, hay carteles en las entradas de algunas parroquias convocando a sumar voluntades contra el proyecto reeleccionista.
Piña es la punta del iceberg de los convencionales del Frente Unido por la Dignidad. Pero esa lista opositora reúne a otros religiosos que irán a votar contra las pretensiones de los oficialismos provincial y nacional. A ellos se suman, por derecha e izquierda, agrupaciones sociales, políticas y sindicales, como la CGT moyanista y la CTA.
Ese abroquelamiento –y el conflicto de los tealeros como telón de fondo– genera inquietud en Kirchner. El presidente percibe que del otro lado hay muchos sectores que a nivel nacional lo respaldan. Y si cabía alguna posibilidad de una nueva visita a Posadas, en estas últimas horas la descartó. Como reconocen puertas adentro, la suerte está echada.
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