EL PAíS › EL CAMIONERO DE LA TRAGEDIA DE SANTA FE ESTABA ALCOHOLIZADO
El conductor del camión que embistió al micro de la escuela porteña tenía 1,65 gramos de alcohol en sangre. Iba rumbo a Buenos Aires, pero había parado para ver el partido Boca-River. Allí habría tomado. Siguió viaje, pero, como se sentía mal, decidió volver a Reconquista. Y así se cruzó con el ómnibus.
› Por Carlos Rodríguez
“Era el destino, sin duda.” La sentencia fue repetida, una por una, por todas las personas consultadas ayer por Página/12, al repasar los pasos previos que llevaron al accidente en el que murieron nueve alumnos del colegio Ecos de Villa Crespo, una profesora y los dos ocupantes del camión que, como está prácticamente confirmado, fue el que provocó la tragedia. El chofer del vehículo de carga, Angel Ernesto Soto, de 28 años, tenía 1,65 gramos de alcohol en sangre, según determinó la autopsia. Eso significa, según los expertos, que Soto “tenía todas las facultades muy afectadas”. Era imposible que pudiera conducir en forma correcta el camión Fiat Iveco que terminó estrellándose contra el micro en el que viajaban 53 personas, en su mayoría chicos de 15 a 18 años. La Justicia, en otros casos, ha determinado con ayuda de los peritos que el límite es 0,50 gramo de alcohol en sangre. En ese punto “manejar ya se hace peligroso”, dijo a este diario una fuente de la Justicia porteña. Otro dato penoso es que el camión que conducía Soto venía viajando hacia Buenos Aires, en la misma dirección que el micro, lo que al menos habría evitado el choque frontal. Como Soto “se sentía mal”, no tuvo mejor idea que emprender el regreso hacia Reconquista. Así fue como se cruzó con el micro.
El destino, para los que creen en él, comenzó a tejer su trama macabra el domingo, cerca de las 16, cuando Angel Ernesto Soto y su acompañante, Hugo Albrecht, de 23, que habían salido horas antes de Reconquista, en el norte de Santa Fe, hicieron un alto en la localidad de Vera, donde vieron en vivo, por televisión, el superclásico River-Boca. Esto se supo a través de Mariela Pintos, hermana de Norma Pintos, de 30 años, esposa de Albrecht. “Mi cuñado, que era hincha de Boca, la llamó a mi hermana, que es de River, para contarle que habían visto el partido. Hugo le hizo una broma, le dijo que disfrutara del triunfo.” El acompañante de Soto –según su familia– nunca conducía porque su trabajo era el de changarín. Se encargaba de cargar y descargar la mercadería. En este caso eran cueros cuyo traslado a Buenos Aires había sido confiado a la empresa Expreso Sarita S.A.I.C., de Reconquista, a la que pertenece el camión.
“Mi cuñado la llamó dos veces a mi hermana. Primero para contarle lo del partido y después, a eso de las nueve de la noche, para decirle que estaban regresando a Reconquista porque el chofer (Soto) se sentía mal”, explicó a Página/12 Mariela Pintos. “Sólo le dijo que el chofer se sentía mal, no le dijo nada más”, respondió la mujer ante una consulta sobre si había tenido información de que Soto manejaba en aparente estado de ebriedad. “Mi cuñado era buena persona. Poco antes de cortar, le dijo a mi hermana que él iba a dormir un rato y que después se veían. Ellos viven en Reconquista, estaban casados desde hacía dos años. Ella cree que puede estar embarazada. Es un desastre lo que pasó.” El cuerpo de Albrecht, según pudo determinar este diario, no fue sometido al examen de alcoholemia post mortem. Su cadáver estaba destrozado.
Juan José Carmielo, de 36 años, quedó con un trauma por lo que vio el domingo en la Ruta 11, en el paraje “312”, cerca de la localidad de Margarita. Fue uno de los primeros en tratar de socorrer a las víctimas del choque (ver aparte). Todavía no declaró ante la policía y hoy se presentaría ante el juez de instrucción de Vera, Eduardo Fabro, que lleva la causa. “El Fiat Iveco (conducido por Soto) me pasó en la ruta, cerca de Margarita. Yo iba hacia el Chaco y el otro conductor me encerró. Me tuve que tirar a la banquina porque si no ahora yo estaría muerto. En algunos segundos volví a la ruta y fue entonces cuando escuché la explosión por el choque.” Carmielo, que tiene esposa y cuatro hijos, estima que su camión, un Mercedes Benz 11.14, iba “a unos 75 kilómetros por hora; el máximo que puedo hacer es 80 kilómetros por hora”. El otro vehículo de carga “iba a 90 o un poco más, porque me pasó muy fácil”.
En la causa hay, por lo menos, tres testimonios contundentes que corroboran que el andar del camión conducido por Soto era “francamente irregular”, según confiaron fuentes cercanas a la investigación. Otro camión, que se había cruzado con el de Soto a la altura de Calchaquí, unos 30 kilómetros al sur del lugar del accidente, también pudo ver que el vehículo que provocó la tragedia “iba en zigzag, como si estuviera fuera de control”. Por ese motivo, cuando pasó por el primer puesto policial, el otro camionero hizo la denuncia para que los detuvieran. Era tarde. El accidente había ocurrido pocos minutos antes. El personal de la comisaría se iba hacia el lugar de la tragedia. “El destino estaba escrito; nadie podía evitarlo”, concluyó una fuente policial consultada por este diario.
En la causa están los dichos del árbitro de fútbol Miguel Sotelo, quien informó en detalle sobre la forma en que conducía Soto. También serán interrogados un lineman que iba con Sotelo en el mismo auto y un grupo de jugadores de un equipo de fútbol de la zona que venían en otro camión y que también fueron testigos de lo ocurrido. Todo hace pensar que el choque fue provocado por el camión que conducía Soto, aunque también se investiga si fue correcto el accionar de los dos choferes del micro. La presencia de 1,65 gramos de alcohol en sangre en el chofer fallecido es contundente. Eso indicaría que el expediente, que tiene 70 fojas, sería archivado, dado que los responsables han fallecido y no quedaría nadie vivo por acusar.
Ayer, en distintos cementerios de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, fueron inhumados los restos de los nueve chicos y de la profesora del colegio Ecos, de Villa Crespo, que murieron en la tragedia. El ministro de Educación nacional, Daniel Filmus, dijo que es necesario “acompañar a los familiares y amigos de las víctimas en este momento de dolor”. En Santa Fe siguen internados once de los 41 heridos, entre alumnos, docentes y choferes del micro. El ministro de Educación porteño, Alberto Sileoni, dijo que todos están “fuera de peligro”. En el colegio Ecos, el duelo llegó para quedarse por un largo tiempo.
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