Vie 13.10.2006

EL PAíS

Un caso de robo exprés que resultó una falsa alarma sobre Julio López

A Gustavo Pérez, de 82 años, lo arrojaron desde un auto en Olivos con una cinta de embalar en la boca. Por un momento se lo confundió con López. Los investigadores están desconcertados.

› Por Raúl Kollmann

El caso de Jorge Julio López está en una depresión. Pese a que están actuando todas las fuerzas de seguridad nacionales y provinciales –la Bonaerense, la Federal, la SIDE y la Gendarmería– y hay una atención de 24 horas por parte de los fiscales Marcelo Martín y Roberto Berlingieri, no aparece ninguna pista que aliente expectativas. Ayer hubo un cimbronazo cuando al mediodía distintas personas vieron que una persona de edad era arrojada desde un vehículo. Pero se trató de Gustavo Pérez, de 82 años, al que lo asaltaron en una plaza, le quitaron el reloj y la plata y terminaron arrojándolo, con una cinta de embalar en la boca, desde un auto en Olivos. El gobernador bonaerense, Felipe Solá, dijo que se trató de “un típico caso de robo exprés”.

La noticia de la aparición de una persona tirada desde un auto conmocionó las redacciones al mediodía. Se habló de que era un cuerpo sin vida y hasta hubo una radio que anunció la aparición de López, entre otras cosas porque hay cierto parecido físico entre Pérez y López y una cercanía en la edad: 82 años Pérez, 77, López. Las corridas duraron pocos minutos hasta que se supo que no se trataba del albañil y se conocieron las circunstancias del delito del que fue víctima Pérez. Lo abordaron en una plaza, le quitaron el reloj y el dinero y luego lo arrojaron desde el coche maniatado con cinta de embalar. Pérez fue trasladado al Hospital de San Isidro con lesiones leves.

Página/12 dialogó con varios de los investigadores, tanto policiales como judiciales. Ayer declaró un vecino de Azul que aseguró haber visto a López en la zona, pero la denuncia terminó en la nada. Y lo mismo ocurre a diario varias veces y en distintos puntos del territorio bonaerense: “Parece que cada pueblo tiene su López”, graficó uno de los pesquisas.

El caso resulta un enigma sin solución para los funcionarios, que en los últimos días han ido cambiando de diagnóstico. En la primeras semanas, el 80 por ciento de los investigadores afirmaba que el testigo clave contra el represor Miguel Etchecolatz se fue por su propia voluntad. Lo imaginaban en algún campo o chacra con estrés psicológico o un ataque de pánico con la ayuda de algún familiar o amigo. Esa hipótesis estaba sustentada, entre otros elementos, por la tranquilidad que percibían en los hijos y la esposa del albañil. Sin embargo, transcurridas más de tres semanas, esa mirada sobre las cosas fue perdiendo fuerza, ya que nadie se explica por qué el eventual acompañante de López, ante el impacto de la campaña nacional de difusión del caso, no se comunicó con la familia o con las autoridades. Paralelamente, tampoco surgieron elementos que consoliden la hipótesis del secuestro: no hay una sola llamada ni un indicio ni un testigo que se haya presentado, pese a los 200 mil pesos que se ofrecen como recompensa. De todas maneras, el transcurrir de los días debilita la idea de que López se haya ausentado por su propia decisión.

Anoche, las opiniones mantenían el tono divergente, pero en el marco de la desazón y el pesimismo: algunos siguen creyendo en la idea del campo o la chacra e incluso hablan de los alrededores del barrio platense de Los Hornos. Otros empiezan a resignarse y apuntan a la teoría del secuestro, con una variante temible: que no se sepa nada. En lo único que hay acuerdo es en una frase que repiten casi todos los investigadores: “Esto no tiene explicación, no se entiende”.

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