Sáb 14.10.2006

EL PAíS  › PANORAMA POLITICO

RECORDATORIOS

› Por J. M. Pasquini Durán

En el programa reservado de gobierno este penúltimo año de gestión sería recordado en particular por los avances en educación y salud, dos áreas sensibles que fueron desarticuladas en los años ‘90 por la idolatría del mercado y la polarización social. De acuerdo con la concepción conservadora de los privatistas a ultranza, los que podían pagar tendrían educación de buen nivel y atención sanitaria de cierta excelencia. Los pobres quedaban condenados a su propio desamparo y a los excluidos no les dejaron ni las esperanzas. Los frutos perversos de esas políticas de irresponsabilidad estatal son predominantes hoy en día en el anecdotario cotidiano, muchas veces trágico, de la mayoría social. En educación hay esfuerzos dedicados a recuperar la función social mediante una inversión económica creciente de los recursos públicos y la gestación de una ley que está siendo debatida por la comunidad con vocación participativa. No ocurre lo mismo en salud y en los últimos tiempos la atención mediática fue atraída por los despojos de dos entidades, no son las únicas por cierto, que fueron en algún momento motivos de orgullo para el país. En el área pública el Hospital de Clínicas, dependiente de la Universidad de Buenos Aires, y en la privada, el Hospital Francés, con más de veinte mil asociados, que esta semana fue escenario inclusive de escenas patoteriles típicas de algunas bochornosas tribunas del fútbol.

Cada uno de estos casos, y de otros que están en situaciones parecidas, no son el resultado de inesperados derrumbes, porque su demolición llevó años y hasta fue retardada por los esfuerzos y la entrega de buena parte de sus recursos humanos, médicos y auxiliares, aunque, también hay que decirlo, más de una de esas voluntades se quebró en la pendiente de la decadencia. Todavía hoy, cuando se busca en Internet referencias sobre el Francés, pueden hallarse frases como ésta: “Desde su inicio hace más de 30 años como institución de alta complejidad, multidisciplinaria, dedicada a la prevención, asistencia, docencia e investigación de todas las afecciones vinculadas al sistema nervioso, el Centro Neurológico del Hospital Francés se ha desarrollado bajo la premisa que la excelencia médica requiere unir la experta precisión con el respeto por el paciente como un individuo único, en su subjetividad y circunstancias”. A lo mejor fue una descripción aproximada a la realidad, pero suena como un cruel sarcasmo a la vista de la situación actual.

Ninguna de estas instituciones es descartable, no sólo porque son fuentes de trabajo o por los saberes acumulados en años de experiencia, sino porque ni el Estado ni la sociedad pueden renunciar a uno solo de los escasos recursos existentes en este sector de servicio público, entre otras cosas porque las malas condiciones de vida en el desamparo de millones de personas de toda edad elevaron las demandas de atención médica y sanitaria. Los gobiernos –nacional, porteño y bonaerense– deben saber que la sociedad en general, aun los que pueden pagar de su bolsillo la atención médica, miden sus respuestas a la decadencia como un test de aptitud y de eficacia. Las urgencias son las que ponen a prueba a los administradores estatales, cuyo desafío existencial no consiste en ser virtuosos en algo, sino en ser de buenos a excelentes en todo. Por el momento, van en mora –¿había que esperar hasta este punto?– y en el transcurso volvió a asomar una de las peores caras de la vieja política: la patota “todo terreno” que quiere restablecer por la fuerza el orden y la disciplina y desviar el interés mediático de lo esencial hacia lo aparente, la violencia escandalosa.

Que los tribunales se ocupen de los sicarios y, si alcanzan, de sus mandantes, pero que los políticos se hagan cargo del problema social implícito en estas insoportables quiebras. Tuvo que mediar la influencia de Hebe de Bonafini para iniciar una negociación entre los huelguistas del Francés y la Casa Rosada que, por lo pronto, permitió una tregua hasta el martes próximo. ¿Dónde están las brigadas de aspirantes a jefe de Gobierno, cuáles son sus propuestas concretas, cuántas iniciativas prácticas están considerando los legisladores? ¿O es que van esperar sentados en la rama, como aves carroñeras, a que el Poder Ejecutivo nacional improvise una respuesta para apagar el fuego, hasta el próximo incendio? ¿Será posible que no se les ocurra nada nuevo, superador, aparte de repetir los viejos discursos de circunstancia? Esto vale para todos y en particular para el peronismo porteño, o si se quiere para el Frente de la Victoria, cuya imagen quedó lastimada en los sucesos del Francés ya que al frente de los rompehuesos aparecieron reclutas de esa bandería que figuran en algunas nóminas de sueldo como empleados públicos, cuya línea vertical de mandos llega hasta el techo partidario del distrito. No hay violencia privada legítima ni “zona liberada” que valga en las actuales condiciones del país.

La desaparición de J. J. López ya aporta la cuota suficiente de incertidumbre pública, con todas las implicancias que emergen de la prolongada ausencia y la incapacidad de los organismos de vigilancia para encontrar rastros verdaderos, lo que origina toda clase de suspicacias acerca de la identidad y los recursos que manejan los presuntos responsables o encubridores de la fuga o el secuestro. Las diversas movilizaciones populares realizadas hasta el momento han sido necesarias, pero todavía las ondas expansivas de la participación tienen un radio de alcance limitado. Cuando en España los asesinatos cometidos por la ETA en nombre del separatismo vasco fueron intolerables para la sociedad, verdaderas multitudes, un millón de personas en Madrid por ejemplo, se encolumnaron detrás de una sola consigna: “¡Basta ya!”, y a la cabeza de la manifestación marcharon desde el príncipe de Asturias al jefe de Gobierno y las cabezas de todos los partidos políticos y organizaciones sociales. ¿Qué impide una reacción semejante en Buenos Aires?

¿Acaso la sociedad es indiferente o presume que todo es parte del juego político o no cree que haya una amenaza real para las libertades públicas? Hay dirigentes partidarios que no se animan a concurrir porque temen que los espera el abucheo y es posible que la primera vez sea así, pero si son consecuentes y están siempre al lado de la gente, volverán a ser aceptados en la comunidad. No es una premonición, sino la experiencia histórica en el país y en el exterior. Puede ser que la sociología y las encuestas de opinión encuentren explicaciones válidas para la opinión pública, pero la historia universal indica que cuando el terror envía sus mensajes la mejor réplica es demostrar en la calle que están solos y que si quieren meter miedo han fracasado. También a las fuerzas de seguridad les hace falta saber con claridad inequívoca lo que la sociedad espera de ellas.

Por donde se mire, casi siempre resulta que hay sectores de la sociedad que se sienten abandonados o desoídos, como sucede entre los vecinos de Gualeguaychú y Colón. No es una sensación unánime, porque las crónicas de la asamblea que decidió reanudar ayer el corte de rutas a Uruguay, hasta el domingo a las 18, indican que la aprobación de la medida tuvo el sesenta por ciento de respaldo. Queda claro que para esos piqueteros entrerrianos las consideraciones jurídicas, la diplomacia del Mercosur, la unión sudamericana son palabras huecas frente a sus intereses directos o inmediatos. Si es así, es un defecto de los gobernantes que no supieron o no pudieron abrir las mentes de esos compatriotas a ninguna otra consideración que sus intereses lesionados y su dignidad herida por la chimenea erecta de la pastera finlandesa. Ni siquiera el retiro de la española les otorgó alguna sensación de victoria, convencidos que fueron de representar a David en el cuento bíblico, dispuestos a tumbar al capitalismo universal si fuera necesario. El Banco Mundial, del bando de Goliat, echa leña al fuego con sucesivos informes que se copian unos de los otros de los que preparan los asesores de las empresas pasteras. Hay que recordar siempre la Carpa Blanca de los docentes, y lo que significó para el gremio y la sociedad toda, cada vez que alguien pregunta si hay otras formas de lucha que no agredan el derecho de los demás pero sin renunciar a las reivindicaciones propias. También en las riberas del río Uruguay deberían hacer un esfuerzo de imaginación que les gane aliados, incluso entre los usuarios comerciales y turísticos de las rutas que ellos interrumpen, en lugar de ampliar la lista de los enemigos y descontentos.

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