EL PAíS › POR QUE VA KIRCHNER A SANTA CRUZ DE LA SIERRA
La integración económica no agota la agenda del viaje oficial a Bolivia. El principal objetivo es apuntalar a Evo Morales. Los problemas de Evo, las críticas a su gestión según el gobierno argentino. La relación con Fidel. La diferenciación con Chávez. Los acuerdos pendientes. Apuntes sobre Brasil y Chile.
› Por Mario Wainfeld:
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El gobierno boliviano enfrenta un cuadro convulsionado por las resistencias a un proyecto superador, por litigios internos de la izquierda y por las fantasías secesionistas de las regiones más ricas de su país. Las denuncias sobre tentativas golpistas están a la orden del día. El presidente Evo Morales las propala a menudo, su par venezolano Hugo Chávez las ratificó con todas las letras (ver recuadro aparte). En la Casa Rosada y en el Palacio San Martín no se avizora inminencia de golpe pero sí una coyuntura “de mucha tensión”, reconocen a este diario dos ministros. Con la marcada intención de intervenir activamente, Néstor Kirchner viajará a Santa Cruz de la Sierra el jueves 19, acompañado de varios de sus ministros, con Julio De Vido y Jorge Taiana a la cabeza. El lunes 16 el canciller boliviano David Choquehuanca aterrizará en Buenos Aires y será condecorado por el gobierno argentino. Horas después Kirchner se abrazará con Evo Morales en uno de los enclaves más hostiles al presidente boliviano. Se suscribirá la letra fina de los acuerdos sobre precio del gas estipulando precios y pactando aumento de volumen. Los objetivos económicos son patentes, los políticos también. El activismo oficial busca respaldar a Morales, aportar a su estabilidad y consolidar los lazos económicos. No es un gesto espontáneo ni una imposición a un país hermano, al contrario. “Evo nos lo pidió”, comentan los mencionados interlocutores. El gobierno boliviano, previsiblemente, no confirma la existencia del pedido pero sí asume que se busca “un relanzamiento” de la relación bilateral.
La –peliaguda– sustentabilidad de la administración Morales es clave para el equilibrio de la región. La elección que plebiscitó a Morales fue leída desde acá como una suerte de milagro político, la irrupción de un líder popular y legítimo en una coyuntura que añade como dato novedoso del siglo el descubrimiento de la riqueza gasífera.
La simpatía hacia Evo es un factor común de la primera línea del Gobierno, que toca sus picos más altos en los casos de Julio De Vido y Luis D’Elía. Esa percepción no equivale a una aprobación del modo en que viene gobernando. Visto desde acá, Morales se desempeña “con excesiva rigidez dogmática” y está preso de internas de sectores que le son (o deberían serle) afines. “El MAS llegó en un raid acelerado al gobierno y no cuenta con suficientes cuadros de gestión.” La decidida política de nacionalizaciones se reconoce como valiente pero no tiene apologistas entre los funcionarios argentinos, apegados a su propia experiencia. “Evo debió imponer un esquema de retenciones, que asegura caja rápida y volcar esos recursos en medidas favorables a la gente”, explica una mano derecha del Presidente. “Nacionalizar y no poder gerenciar el nuevo esquema es un retroceso y no un salto cualitativo”, explica otro contertulio de Evo.
Esas diferencias no obstan a perseverar en el apoyo a Morales y en la búsqueda de la complementación económica.
La letra chica de Hurlingham
A fines de junio Kirchner y Morales firmaron en la localidad de Hurlingham un escueto “acuerdo marco” para la venta de gas natural y la integración energética. La rúbrica se enmarcó en un masivo acto propiciado por el presidente argentino para el boliviano, un simbolismo que anhela repetir para sus aliados regionales. El artículo primero del acuerdo estipulaba un nuevo precio para el fluido, con vigencia hasta el 31 de diciembre de este año. También se consignaron objetivos de integración que el jueves se traducirán en letra chica santificada por ambos presidentes. Se ratificará el objetivo de llegar a un volumen diario de 27,3 millones de metros cúbicos, en 2010. Ese designio está supeditado a variables no voluntaristas, políticas y económicas. “Soviets y electrificación” era la consigna de Lenin para cifrar las bases de su revolución. Sustentabilidad política y gasoducto del Noreste sería su traducción regional.
El precio de 5 dólares por millón de BTU se sostendrá. De Vido porfía que es un importe razonable aunque añade, ante oídos confidentes, un argumento que redondea su lógica: “muchos nos piden que aflojemos, que seamos contemplativos con las empresas europeas y que seamos impiadosos en las mesas de negociaciones con los bolivianos. Nosotros pensamos que debe hacerse al revés”.
Para que la integración prospere, los dos gobiernos tienen en carpeta proyectos ya esbozados que se reprisarán en Santa Cruz de la Sierra y que, por decir lo menos, está costando hacer arrancar. Se trata de la venta de maquinaria agrícola argentina “atada” a la compra de gas, la construcción de un gran puente entre Salvador Mazza y Villazón, la implementación de un sosías del Plan Remediar en el país vecino. En ese afán el ministro de Salud, Ginés González García, tendrá una reunión con Choquehuanca y es bien posible que luego vuele hacia Bolivia.
La sombra de Fidel
Para el Departamento de Estado, Chávez, Fidel Castro y Evo Morales son una versión regional del eje del mal. Las diferencias que advierten entre ellos son mínimas. Tom Shannon, cuando visitó Argentina en enero de 2006, transmitió sin ambages esa lectura plana que, distraída de sutilezas o saberes, homologa “cocalero” con “narcotraficante”. Un emergente indígena no es, a los ojos diplomáticos de la mayor potencia mundial, el representante de una cultura diferente y sojuzgada durante siglos sino un iletrado ignorante.
Los funcionarios argentinos, más baqueanos, diferencian entre los tres gobernantes en cuestión cuyas afinidades no los entusiasman. El líder venezolano es, unánimemente, percibido como el más pragmático y plástico a las circunstancias, lo que en jerga peronista es un elogio. “Julio siempre le insiste a Evo que imite a Chávez –dice una mano derecha de De Vido–, que no cambie gas por divisas sino por inversiones tendientes al desarrollo.” Los dirigentes argentinos piensan que el elenco de cuadros que rodea a Chávez es mucho más capacitado que los noveles, en lo que a gobernar se refiere, allegados a Morales.
Para disgusto del paladar de las pampas, Morales se referencia más en el dirigente cubano que en el venezolano. “Chávez pretende conducir a Fidel, Evo quiere que Fidel lo conduzca”, ironiza un infaltable de la mesa chica de Kirchner habituado a propagar la visión presidencial.
Argentinos que son habitués de Bolivia advierten que Cuba no solo propaga ideas en Bolivia. Hay miles de médicos de la isla ejercitando sin paga y con eficiencia impar una política sanitaria necesaria que el Estado local no puede, ni por asomo, garantizar. Las acciones se centralizan entre los humildes de las zonas más levantiscas contra Evo, por motivos económicos y políticos, que se aderezan con dosis generosas de clasismo y racismo. “En Santa Cruz de la Sierra hay un hospital oftalmológico modelo, manejado por especialistas cubanos. Operan a más de 130 personas por día”, admira, reseña, un funcionario argentino.
Aun computando esos hechos, kirchneristas afines al movimiento que conduce Morales se sorprenden por algunas lecturas de la militancia del MAS. De la mano de D’Elía es usual que militantes de la Federación de Tierra y Vivienda compartan asambleas de debate con pares bolivianos. “Nos llama la atención que se empecinen en diferenciar sus procesos, los de Venezuela y Cuba como revolucionarios. Pasan por alto que están en el marco de la democracia burguesa y del capitalismo.” En igual sentido, los argentinos relatan con asombro una anécdota reciente. Tras los violentos enfrentamientos entre mineros cooperativistas y asalariados de Huanuni, los heridos (muchos de ellos graves) fueron trasladados a hospitales públicos, cuyo estado es calamitoso. Se propuso derivarlos a alguna clínica privada, que ofrecerían mejores perspectivas de tratamiento, pero algunos integrantes del gobierno boliviano vetaron la medida por juzgarla una abdicación ideológica. “Cuando gobernás no podés ser dogmático, menos en medio de una crisis que propició tu propio sector. Tenés que operar sobre la crisis, sin dogmatismos”, describe un hombre K, que cree dominar el respectivo manual.
Bajar dos cambios
“Por suerte, Evo bajó dos cambios con Brasil –metaforiza sin mayor imaginación un pilar del gobierno argentino–. Menos mal, porque se venía equivocando.” Es difícil encontrar (hasta imaginar) un manejo sin contradicciones en medio de una situación tan compleja. El gobierno de Lula es un importante sostén de Morales, quien debería esmerarse en ahorrarle problemas. Pero eso no niega la presencia, los abusos y el estilo imperial de Petrobras en Bolivia. Quizás, así opina el gobierno argentino en bloque, los bolivianos sobreactuaron al militarizar la nacionalización de los combustibles. Fue una afrenta y una provocación a Lula, en plena competencia electoral, un issue puesto en bandeja para el centroderecha que lo jaquea.
En la inminencia de la segunda vuelta con resultado incierto, Morales sagazmente postergó sus exigencias en las mesas de negociación, para satisfacción de Brasilia y Buenos Aires. Fue un alivio y un reconocimiento merecido para Marco Aurelio García, quien viene siendo uno de los paladines de la integración regional y fue designado jefe de campaña de Lula tras la insuficiente, agridulce, victoria del primero de octubre.
Lula no diluye que Brasil sea una presencia densa pero, a contramano de una larga tradición histórica, su gobierno es un vallado para cualquier devaneo secesionista de las roscas oligárquicas de los departamentos orientales de Bolivia.
Asedios
Impericia, dificultades enormes, urgencia por garantizar conquistas de su pueblo en plazos angustiosos, asedios democráticos y de los poderes fácticos. Bolivia no puede dejar por encanto de ser el país que siempre fue, ni siquiera por obra y gracia de un gobierno de formidable novedad. Para algunos funcionarios argentinos las tendencias centrífugas son exacerbadas por la feroz derecha boliviana, que toma como pretexto los tropiezos del gobierno de Evo. Para otros, los peligros son mayormente autogenerados y la derecha se monta en ellos. A esta altura, la discusión acerca de la causa primera se torna retórica, el orden de los factores no altera el producto.
Seguramente a este fresco ejemplo de experiencia nacional-popular-indigenista le calza a medida la reflexión de Arturo Jauretche sobre el peronismo, cuando decía que se lo combatía invocando sus errores pero se lo quería desplazar por sus virtudes. Los poderosos de la región más desigual del mundo son muy rápidos para entrar en batalla, no lo hacen cuando se acaban sus privilegios sino cuando se los pone en cuestión.
Tras la renuncia de varios ministros, tras la violencia entre gentes de trabajo, Morales cede parte del terreno ganado en las elecciones presidenciales y la Constituyente, dos comicios ejemplares. La integración económica y política, la utopía posible y esquiva del siglo XXI, depende (como casi toda cadena ligada a la condición humana) de la solidez de su eslabón más débil. Con esa idea entre ceja y ceja, Kirchner viajará dos veces a Bolivia antes de que termine el año. El jueves será la primera, en diciembre, la segunda. Será para la Cumbre presidencial que se pensaba realizar asimismo en Santa Cruz de la Sierra pero que se trasladará a
Cochabamba, porque la zona más rica y privilegiada de Bolivia no es un sitio hospitalario (acaso ni siquiera un sitio seguro) para recibir a los gobernantes elegidos por los pueblos de este sufrido Sur.
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