Dom 15.10.2006

EL PAíS • SUBNOTA

La asamblea casquivana

› Por M. W.

“Desconcierto” es la expresión más trillada en la Casa Rosada y la Cancillería. Tal su reacción tras la decisión de los vecinos de Gualeguaychú de reanudar los cortes de ruta. La segunda reacción se emparienta más con la bronca. “Yo no sé qué más pretenden estos tipos”, menea la cabeza un ocupante de un despacho en el primer piso de Balcarce 50, que se permite ser un poco explícito.

El relato oficial, como suele ocurrir, es complaciente u olvidadizo respecto de deslices propios. El más ostensible fue el de estimular el triunfalismo de los entrerrianos. Los planteos ante los tribunales internacionales, una instancia compleja, fueron acompañados con un acto encabezado por el presidente Néstor Kirchner, envuelto en un aura de victoria. Desde luego, nadie puede ir a una instancia litigiosa y prenunciar sus chances de derrota, pero sí cabía minar el exitismo, ya azuzado por el gobernador Jorge Busti y muy extendido en Gualeguaychú.

El Gobierno predica sensatez cuando explica que las medidas de acción directa son incompatibles con la actuación ante La Haya. Pero no exigió con todas las letras esa contrapartida mínima cuando anunció la presentación de la demanda. Mucho menos vaticinó las irrisorias perspectivas que le asistían a la medida de no innovar.

Así las cosas, la sucesión de anuncios previsibles cayeron como bombas en el voluntarista imaginario de los vecinos que ahora le piden al Gobierno más acción. Dan por hecho que si la hubiera, los resultados vendrían como por un tubo. Se trata de un sofisma, nada en el mundo garantiza que se ganará el contencioso con el solo requisito de plantearlo bien. Nada es tan simple y es muy difícil que el Gobierno pueda hacer más de lo que ya intentó.

La ansiedad de los vecinos y su tendencia a no ceder en sus posiciones de máxima los inducen a restar entidad al anuncio de relocalización de la pastera española ENCE. En el Gobierno, en cambio, se lo visualiza como un paso importante. Es una prueba más de cómo se bifurcan las respectivas interpretaciones. El nuevo enclavamiento sigue en discusión. Para azoramiento del cronista, funcionarios argentinos confirman que los españoles fantasearon con mudarse a Paysandú. Un disparate o una provocación o las dos cosas. Disuadidos de incurrir en tal dislate, ahora los españoles contemplan mudarse a una zona más despoblada, perspectiva que el gobierno argentino considera contemplable. Sería a unos seis kilómetros de la desembocadura del Uruguay en el Río de la Plata, una región de delta, muy despoblada, “casi inhóspita”, describen cerquita del despacho de Néstor Kirchner.

Valga la expresión. Inhóspita es la posición del Gobierno, quizás el más fuerte de los últimos 23 años, seguramente el más accesible para las demandas de los movimientos sociales de acción directa. Paradojas de la política, ese gobierno fuerte el otro día estuvo pendiente de los devaneos de una asamblea bastante dividida, cuyas deliberaciones de momento le resultan menos controlables y le producen más dolores de cabeza que las del Congreso nacional.

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