EL PAíS › MASIVA MARCHA A UN MES DE LA DESAPARICION DE JORGE JULIO LOPEZ
Hubo críticas al gobierno nacional y al de la provincia de Buenos Aires por la falta de respuestas en la investigación. “(López) está cara a cara con sus secuestradores”, dijo Nilda Eloy.
› Por Alejandra Dandan
Por eso, para que las respuestas no se dilaten, para que nadie se olvide de que Jorge Julio López está aún desaparecido, Mirta Ortolaledi se colgó de su mochila negra un volante con la cara de López. “Que no nos acostumbremos a su ausencia”, dice el papel. Ella fue parte de la multitud que ayer se movilizó del Congreso a Plaza de Mayo para reclamar por la “inmediata aparición con vida” de uno de los testigos claves del juicio al ex comisario Miguel Etchecolatz a un mes de su desaparición. La marcha reunió principalmente a partidos de izquierda y a la CTA. Los organizadores, nucleados en el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia, advirtieron sobre la investigación y la ola de amenazas que siguió a la desaparición.
“Hoy con sus 76 años a cuestas, muchos de ellos dedicados a una activa militancia política, (López) está cara a cara con sus secuestradores dando un digno ejemplo que nosotros, los aquí presentes, levantamos como bandera: porque Julio, aquí ¡nadie se rinde!”
Ese fue uno de los primeros párrafos del documento que leyeron los organizadores de la marcha sobre el escenario, hacia el final de la concentración y cuando las columnas se acercaban a Plaza de Mayo.
Pero la movilización había comenzado a las seis de la tarde a varias cuadras de ahí, con una columna ubicada en Avenida de Mayo, de espaldas al Congreso y atravesada entre otras banderas por una del Partido Obrero en la que se leía: “Aparición con vida de López”. “Desmantelamiento del aparato represivo”.
Participaron de la marcha, entre otros, Víctor De Gennaro liderando la CTA, acompañado por los dirigentes Hugo Yasky, Claudio Lozano, Edgardo Depetri, Jorge Ceballos, Ariel Basteiro y el intendente de Morón, Martín Sabatella. En la misma caravana se sumó el padre de Sebastián Bordón, la monja Martha Pelloni y el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel. Tal como estaba previsto, detrás de ellos se movilizaron dos grandes grupos. Hacia adelante marcharon las agrupaciones y organismos de derechos humanos más críticos al Gobierno, nucleados alrededor de llamado Encuentro 30 años: Memoria, Verdad y Justicia y autores del documento leído al final del día. Hacia atrás, en cambio, se alinearon, entre otros, los piqueteros de Barrios de Pie, cercanos al Gobierno.
Con esa excepción, el kirchnerismo y el PJ no participaron esta vez de las primeras líneas de la marcha, como sucedió hace diez días. Eso se notó. “Lo que esta vez no está es el kirchnerismo”, decía Claudio Ruellio, uno de los manifestantes, sorprendido y cerca del escenario. El motivo de la ausencia podía intuirse fácilmente oyendo las voces de la Plaza. Los organizadores dirigieron buena parte de sus reclamos al trabajo que desarrolla el gobierno nacional y la provincia de Buenos Aires en torno de la investigación por la desaparición de López.
Sobre el escenario Nilda Eloy se trasformó en la cara visible de ese pedido. Veinte minutos después de las siete de la tarde, ya sobre el palco, leyó el documento consensuado por las organizaciones participantes. “Hace hoy un mes que secuestraron a Jorge Julio López –empezó– y aquí estamos nuevamente reunidos coreando la misma consigna de hace treinta años y exigiendo la aparición con vida de nuestro compañero.”
Ex detenida desaparecida de La Plata, sobreviviente de los campos de reclusión ilegales de la provincia de Buenos Aires y testigo clave del juicio a Etchecolatz con Jorge Julio López, anoche fue la vocera de las cuentas pendientes. “Desde el poder hay un alto grado de complicidad. La respuesta de las autoridades es el silencio. Pasaron treinta días y tanto el gobierno nacional como el provincial mantienen un mensaje ambiguo –se le oyó–: debieron y deben buscar a las patotas de la Policía Bonaerense y de la derecha fascista que se reúne en la plaza San Martín a reivindicar la tortura y la muerte.” A estos sectores se les adjudicó el regreso de los fantasmas. De allí es de “donde provienen –dijo Eloy– las amenazas que querellantes, testigos, abogados, jueces, fiscales y militantes recibieron durante todo el juicio a Etchecolatz y que se ampliaron en los últimos días a lo largo y ancho de todo el país”.
Esa certeza del regreso de las voces del pasado movió a muchos de los manifestantes. “Yo fui perseguida por la Triple A”, dijo Viviana D`Angelo, mientras caminaba. “Me salvó el exilio interno, pero me salvó es una forma de decir porque me salvé físicamente pero no psíquicamente: perdí a mis grupos de referencia. ¿Sabe con quién me tenía que reunir? Con los padres de los amigos de mis hijos.” Y ayer estuvo ahí, no por eso, o sí. “Porque el aparato represivo está como estaba, está intacto”, dice Viviana.
Los policías de la provincia de Buenos Aires que prestaron servicios en los centros clandestinos, las amenazas a fiscales y testigos y el llamado del dictador Reynaldo Bignone para que los jóvenes “concluyan” con la masacre que ellos iniciaron fueron parte de ese dominó de antecedentes últimos recordados desde el escenario. Allí mismo y después de la lectura del documento y de decenas de adhesiones, quedó sonando la voz de López. Una grabación con su testimonio en el juicio. Su voz. Sola. Con el escenario ya a oscuras. Monocorde, y al viento.
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