EL PAíS › HUGO YASKY, NUEVO TITULAR DE LA CENTRAL
› Por Adriana Meyer
Aunque se sabe ganador, no demuestra euforia al comentar los “altos índices” de participación de los afiliados en la elección que ayer realizó la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) para elegir su nueva conducción. Hugo Yasky decidió esperar el resultado de los comicios en la sede del gremio que dirige, el Suteba, en su sede, en una casona de San Telmo. En diálogo con Página/12, adelantó que la Central no desarrollará “una oposición permanente como dogma” contra el Gobierno, pero aclaró que “hay terrenos que tienen que ver con lo social, en los que estamos lejos de las políticas que se aplican, como por ejemplo el salarial”. Al cierre de esta edición, los datos parciales de la Junta Electoral indicaban que votó un 40 por ciento del padrón, y la lista 1 Germán Abdala, del oficialismo, se imponía con un 80 por ciento por sobre la 2 (Movimiento Intersindical Clasista y MST) y la 3 (PO, PTS y otros).
Entre mates, gaseosas y bizcochos para amenizar la espera, el flamante jefe de la CTA comentó: “Armamos la lista los gremios que fundamos la CTA, que construimos una historia que comenzó a principios de los noventa, y eso nos da la seguridad de que vamos a tener un respaldo mayoritario. Pero no nos dormimos en los laureles y esperamos que haya habido la mayor participación posible porque de eso depende la legitimidad”.
–¿Su conducción será más conciliadora con el Gobierno que la anterior?
–Habrá cambios de estilo, pero en esencia no se van a modificar los planteos. Tenemos que construir un espacio para la demanda social, que no se presente como una articulación con el Gobierno, sino que tenga la capacidad de plantear una agenda. Es una etapa histórica distinta que en los ’90, muchos dicen que eso es ser oficialistas. Nosotros estamos comprometidos con un tiempo histórico, no es casual que Víctor De Gennaro haya estado en Brasil como parte de la campaña por la reelección del presidente de ese país. Esto es una señal de que la CTA se compromete con la construcción de un tiempo político distinto. Ya no tenemos un gobierno que mantiene relaciones carnales con Estados Unidos, que ha tomado importantes iniciativas en distintos terrenos, los derechos humanos, la Corte Suprema, la Ley Nacional de Educación. Pero hay asignaturas pendientes que tienen que ver con una distribución del salario que sigue siendo regresiva. Lo poco que se ha modificado fue en dosis homeopáticas y eso no se corresponde con un país que tiene un nivel de crecimiento muy alto y sostenido. Si se crece tanto y se distribuye poco, la riqueza se sigue concentrando en pocas manos. Así como se está rediscutiendo el modelo educativo, hay que hacer lo mismo con el modelo previsional. Creemos que tiene que haber un subsidio universal por hijo, que hay que discutir una reforma tributaria. La matriz del neoliberalismo está intacta, aún no hay modificaciones profundas.
–¿La adhesión a los lineamientos generales del Gobierno no le quita capacidad de maniobra a la Central?
–Aclaro que no hay tal cosa. Pero la CTA no puede asumir el papel de una organización que desarrolle una oposición permanente como un dogma. No podemos oponernos a lo que se impulsó en materia de derechos humanos. Pero hay terrenos que tienen que ver con lo social en los que estamos lejos de las políticas que se aplican, como por ejemplo en el salario.
–En este sentido, ¿cree que va a aumentar la conflictividad social?
–Creemos que sí, y tiene que haber movilización social.
–Pero, ¿qué hará la Central si las bases piden organizar una huelga?
–Organizar todas las luchas que haya que hacer. No será una oposición permanente, pero la Central tiene que asumir el mandato indelegable que tiene: luchar por mejorar el salario y las condiciones de vida.
–¿En el Consejo del Salario no acordaron un techo muy bajo del salario?
–Se trata de construir correlaciones de fuerzas. Uno puede ser muy combativo en el discurso y ser muy de derecha en la práctica. Muchos son combativos pero viven en los despachos oficiales.
–¿De quién habla?
–De los que dijeron en Página/12 (los representantes de una de las listas opositoras) que esta ley de educación, que surge de la lucha de los docentes en la Argentina, es continuidad del menemismo. O no la leyeron o son cómplices de aquel gobierno. La ley vigente es del menemismo, en cambio el anteproyecto es de avanzada, porque establece la educación como un derecho social, que no se puede suscribir tratados de libre comercio que la pongan como mercancía, que reconoce la paritaria docente. Habría que recordarles a estos dirigentes que las corporaciones de la derecha y el clero son los que no quieren esta ley.
–¿Cómo resolvieron los cuestionamientos a funcionarios del Ejecutivo que aspiraban a integrar la nueva conducción de la CTA?
–Fue en el caso de la exclusión de Luis D’Elía de la lista. A nosotros nos planteaba una contradicción, que se podría haber salvado incorporando a otros representantes de la FTyV que no tuvieran cargos. Tenemos una lista pluralista compuesta por compañeros que pertenecen a organizaciones de izquierda, independientes, kirchneristas, radicales, socialistas. Es la unidad de distintas miradas que comparten un proyecto. Y el pluralismo no es posible sin autonomía. Hay muchos que hablan de autonomía, pero es algo tutelado por lo que consideran el “partido bueno” o el “partido de la vanguardia”. La autonomía, del sindicalismo no debe tener ninguna mediación, ni de los partidos, de los gobiernos o las empresas.
–¿Por qué hasta ahora el Gobierno les ha negado la personería gremial?
–Hay fuertes intereses económicos en juego. Darles la libertad de acción sindical a los trabajadores, cuando se organizan en un supermercado sin que los puedan echar a la media hora que se organizaron, afecta intereses económicos. A ese lobby hay que agregarle que la CGT manifiesta claramente que a la CTA no se le debe dar la personería y que adentro del Gobierno hay sectores que creen que hay que mantener el statu quo. Eso significaría mantener un grado de injusticia permanente.
–¿En la práctica para qué sirve la personería?
–Es un paraguas para los trabajadores que no pueden levantar la cabeza porque los terminan echando con listas armadas con los dueños de la empresa y el viejo aparato.
–¿Hubo un acuerdo entre la CGT y el Gobierno para mantener la negativa?
–Es posible, hay sectores con miedo a un movimiento sindical libre.
–¿Ahora que se va De Gennaro hay señales de que la concederían?
–No depende de quien conduzca. Son señales políticas que todavía están en el aire, que no se han concretado. Vamos a pedir las entrevistas a las autoridades nacionales como prioridad para lograrla.
–¿Qué destino ve al conflicto docente en la provincia de Buenos Aires?
–Es incierto. Juega como un factor adverso el hecho de que el gobernador Solá pueda estar tentado de bajar la persiana y dejar que fluyan los conflictos, con la idea de que va a mantener los números ordenados, según su criterio, para transcurrir hasta el fin de su mandato. Es un error porque la demanda es justa. Es verdad que hay que darles también a los médicos, a los enfermeros y a los judiciales. Hay que tener el coraje político de gobernar de manera distinta.
–¿Qué opina de las comisiones internas que lideran conflictos por afuera del aparato de la burocracia de algunos sindicatos?
–Es una construcción de democracia sindical. La conducción de los conflictos tiene que estar en manos de aquellos que tienen el aval de la mayoría.
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