EL PAíS
› MENEM LANZO SU CANDIDATURA EN TERRITORIO DUHALDISTA DE LA MANO DE PATTI
Arranque de campaña con custodia policial
Con un operativo policial francamente llamativo para evitar escraches, el ex presidente se lanzó en la provincia de Buenos Aires. Su anfitrión fue Patti, nuevamente candidato a gobernador. Menem prometió “cambiar el curso de la historia”.
› Por José Natanson
Está acodado en la baranda que rodea el pequeño palco, con la cabeza inclinada para escuchar al orador y aprovechar al mismo tiempo el espléndido sol de la tarde. Campera de cuero marrón, el gesto seguro y una media sonrisa clavada en la cara, Carlos Menem proyecta esa imagen de ganador-a-pesar-de-todo que siempre le gustó cultivar. Convencido de que la autoexclusión de Carlos Reutemann lo ha beneficiado, el ex presidente se lanzó ayer en la provincia de Buenos Aires acompañado por Luis Patti. Aunque se lo veía confiado, la imagen negativa es un dato que ni siquiera él puede ignorar: ayer llegó en helicóptero, entró y salió en un auto blindado, se mantuvo siempre en el medio de su nutrida custodia y hasta se preocupó por agradecer, en un deslucido discurso, al ejército de policías bonaerenses que evitó que el repudio social se colara en algún momento del acto.
La de ayer fue la primera actividad electoral que encabeza Menem desde que el Gobierno anunció el adelantamiento de las elecciones y desde que se conoció la decisión de Reutemann de bajarse de su candidatura. Fue, además, una de las escasas incursiones que ensaya en la provincia de Buenos Aires, el territorio de Eduardo Duhalde.
Hoy más que nunca, el ex presidente está convencido de que la suerte está de su lado. Con el Lole fuera de carrera, Adolfo Rodríguez Saá meditando la posibilidad de presentarse por fuera del PJ y el Gobierno sin un candidato potente, Menem se siente cada vez más cerca de triunfar en la interna del PJ. Ayer fue a darle una mano a su amigo Patti, que representa su –eterno pero fallido– intento por meter una cuña en pagos duhaldistas.
No era cualquier ocasión –Menem se sentía seguro y Patti lanzaba su candidatura a gobernador por el Partido Unidad Federal– y el operativo de seguridad fue impresionante. Había para todos los gustos: policías rasos, de civil y de uniforme, guardias de infantería, efectivos de elite del Grupo Halcón; casi todos armados hasta los dientes. Aunque la mayoría estaba trabajando, otros se habían acercado por puro gusto, para escuchar de cerca a Patti, ex comisario acusado de torturas y candidato de la mano dura. En coordinación con la nutrida custodia de Menem, los policías cercaron un vasto perímetro alrededor del acto para evitar el ingreso de eventuales opositores.
De a poco se iba llenando la calle frente al palco, ubicado en Cazón y Montes de Oca: en su mayoría gente humilde, micros con adherentes a Patti o poblados por militantes arrastrados por algunos punteros menemistas de la Capital y el Conurbano. Antes de entrar eran rigurosamente controlados por la seguridad, cuestión de evitar infiltrados independientes. Los organizadores hablaron de más de 20 mil personas, aunque el número real se acercó más a los cinco mil.
Mientras la gente se iba acomodando, el orador leía la lista de adherentes: nada muy notorio y algunas curiosidades, como el apoyo del “Movimiento de Base Peronista Despertando al Gigante”, o el folklorista que entonó una zamba a favor de la Ley de Convertibilidad, cuyo estribillo rezaba: “Para volver al uno a uno/se necesita a Menem/se necesita a Menem”.
En el palco se mezclaban dirigentes del partido de Patti, como el ex futbolista Antonio Rattín, con funcionarios como Alberto Kohan, además de algunas figuras menemistas en ascenso, como Adrián Menem, y otras en descenso, como Claudia Bello.
Poco después de las cuatro de la tarde, Menem aterrizó en un helipuerto cercano y subió a un auto que lo llevó directamente, sin exponerlo ni un segundo más de lo necesario a la furia social, y lo depositó justito debajo del palco. Saludó a sus amigos, le dio un abrazo a Patti y los dos subieron juntos al estrado.
El ex comisario fue el primero en hablar. “Nuestro partido trabajará para erradicar esta ayuda social porque denigra al hombre. Estamos frentea una distribución demagógica, que finalmente va a terminar criando una generación de vagos”, dijo Patti en referencia al Plan para Jefes de Hogar que distribuye el Gobierno. Después destacó la importancia de la educación primaria y cuestionó “los millones y millones de dólares destinados a la universidad”. Finalmente se refirió a la inseguridad. “Hay que hacer todo al revés de lo que se hizo, hay que destruir el Código de Procesamiento Penal, porque los códigos deben hacerse para las personas de bien y no para proteger a los delincuentes”.
Los policías sonreían contentos, la banda arremetía con “Matador” y Menem subía al estrado: parecía seguro, con cara de triunfo, los brazos abiertos y haciendo la “V” de la victoria. Más que un discurso, lo suyo fue una síntesis de los clichés acumulados a lo largo de los años. Dijo, entre otras cosas: “voy a cambiar el curso de la historia”, “he dejado un país en desarrollo”, “vamos a reubicar a la Argentina entre las mejores naciones del mundo”, “la falsa denuncia es igual a la falsa moneda: la acuñan los delincuentes y la hacen circular los inocentes”.
Sobre el final, el ex presidente se refirió a la propuesta de renovación total de la clase política y deslizó una comparación casi surrealista. “Hoy escuchamos esa frase que pide que se vayan todos. En 1976 escuchamos lo mismo y el resultado fue miles y miles de argentinos desaparecidos. Y lo mismo ocurrió en Italia con Mussolini o en Alemania con Hitler”.
Apuraba el discurso para llegar a tiempo a su siguiente cita, una reunión con economistas ultraliberales en el Sheraton de Pilar. Cuando finalmente concluyó, se tomó un par de minutos para abrazar a Patti y saludar a la gente que se había acercado hasta Tigre. Después bajó lentamente del palco y caminó rodeado por tres guardaespaldas los diez metros que lo separaban de su auto. Se subió y, con la ventanilla cerrada, partió hacia el helicóptero, escoltado por una docena de autos, móviles de la policía y patrulleros. Por supuesto, no se enteró del escrache organizado por la Izquierda Unida junto con una asamblea barrial: la policía se había encargado de correrlos de su paso.
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