EL PAíS › EL PRESIDENTE VENEZOLANO, HUGO CHAVEZ, ESTARA HOY EN BUENOS AIRES
La visita busca relanzar la relación bilateral y despejar el malestar que terminó con el desplazamiento del embajador venezolano. Habrá gestos de amistad desde ambos lados: el salvataje a SanCor y el Mercosur.
› Por Martín Piqué
Hugo Chávez llegará hoy a mediodía, o un poco más tarde si lo demoran las tertulias con Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, con un objetivo explícito. Despejar cualquier obstáculo que se haya interpuesto en la relación bilateral entre ambos gobiernos. Para eso trae dos cartas en las que confía mucho. El alejamiento de Roger Capella de la embajada de Venezuela en Buenos Aires (un reclamo que había hecho llegar el propio Néstor Kirchner) y un crédito millonario para salvaguardar a la cooperativa láctea SanCor. En la Argentina lo recibirán con otro gesto que parece una devolución de gentilezas. Ayer, a pocas horas de la llegada del mandatario venezolano, el Senado aprobó la incorporación de Venezuela al Mercosur. El resultado de ese cuidadoso intercambio de mimos se podrá comprobar recién a la noche, cuando Kirchner y Chávez –y seguramente Cristina Fernández– se encuentren en la Quinta de Olivos para compartir una cena. Lo que no faltará es el buen vino.
Esta visita de Chávez se produce en un momento delicado del vínculo entre ambos países. El relevo de Capella y el tardío apoyo de Kirchner al venezolano en la campaña presidencial que terminó el domingo –que contrastó con el compromiso de Lula, quien tras ser reelecto viajó a Caracas y habló a favor de Chávez en un acto proselitista– generaron ciertas desconfianzas mutuas que sólo pudieron ser disimuladas por el lenguaje llano de Chávez (“Con Néstor tenemos una relación respetuosa y franca”, dijo al confirmar el alejamiento de Capella) y el consabido llamado telefónico del matrimonio Kirchner para felicitarlo por la victoria. Pero los problemas, que los hay, se suavizan con la buena sintonía personal que ambos presidentes tienen desde hace años.
Que se caigan bien no significa que coincidan en todo. O que no tengan diferencias políticas, algunas importantes. Eso quedará claro cuando Chávez aterrice en Buenos Aires con el espaldarazo que le significó el 62 por ciento que obtuvo en su tercera victoria consecutiva en elecciones presidenciales (en cada comicio sacó más votos que en el anterior). Además de su revalidación electoral, el venezolano llega entusiasmado por el imprevisto triunfo del economista de izquierda Rafael Correa, quien se define como “un amigo de Chávez”, en Ecuador y el ascenso del sandinista Daniel Ortega en Nicaragua. En el primer caso, en la Casa Rosada se mostraron muy cautos, aunque estuvieron al borde de quedar atrapados en un pequeño escándalo por las acusaciones que recibió el diputado oficialista Rafael Bielsa, veedor de la OEA en la elección ecuatoriana.
Más allá de lo que digan públicamente, los resultados en Nicaragua y Ecuador fortalecieron la convicción de los venezolanos de que su rol en el continente puede ser el de acelerar o contribuir a que se produzcan ciertos cambios políticos. Para Chávez fueron una buena noticia, que compensó el fracaso con que terminó el intento por quedarse con un sillón en el Consejo de Seguridad de la ONU. Es probable que en poco tiempo se discuta allí sobre el programa nuclear de Irán. La república islámica es justamente otro de los temas que genera cierta división de aguas entre ambos presidentes. La salida de Capella contribuyó a descomprimir el episodio, pero como trasfondo hay varios cientos de millones de dólares: fruto de los últimos acuerdos bilaterales, Teherán está invirtiendo en Venezuela en la fabricación de tractores y otras maquinarias.
Para Kirchner, tras el dictamen del fiscal Alberto Nisman, ese es un tema sensible. Ambos presidentes tendrán mucho para hablar en la cena.
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