EL PAíS
“Debe darse un apoyo crítico con el perfil de fuerza progresista”
Aníbal Ibarra considera su apoyo al gobierno de Duhalde como una cuestión de “responsabilidad como dirigente ante una acefalía”. No oculta sus críticas –al per saltum, a la “hegemonía” justicialista– y plantea límites. La crisis de la ciudad.
› Por Santiago Rodríguez
Aníbal Ibarra está del lado del presidente Eduardo Duhalde en su decisión de “plantarse” frente a los grupos económicos. Pero le cuestiona que se haya habilitado la vía del per saltum para preservar al Estado de las medidas cautelares que lo complican y la tendencia de algunos peronistas “a pensar en la hegemonía de un partido único”. Son los márgenes que le deja la posición de apoyo crítico que fijó frente a la gestión duhaldista. Desde ese lugar distante, el jefe de Gobierno porteño advierte también que se ha cedido frente a los bancos y que se les “debe exigir más para favorecer más a los ahorristas”, aunque considera irremediable mantener el corralito. “Es un error hacer seguidismo de (Elisa) Carrió o seguidismo de Duhalde”, dice acerca de la nueva división que provocó en el Frepaso el actual escenario político.
–¿Cómo ve el gobierno de Duhalde?
–Lo veo dando una pelea con grupos económicos fuertes y con dificultades para resolver los temas sociales y del sistema financiero que afectan a la gente. Está en una difícil encrucijada, el país está quebrado, con la economía paralizada y con una sociedad desesperanzada y con bronca, lo que es un cóctel explosivo. En ese marco el Gobierno tomó la decisión de plantarse frente a las empresas privatizadas, las petroleras y los bancos extranjeros y todavía está en esa pulseada.
–Usted se mostró a favor del apoyo crítico. Por lo visto hasta ahora, ¿está más cerca del apoyo o de la crítica?
–Acá hubo un modelo que explotó porque le puso fin la realidad; el modelo del uno a uno, de la venta del patrimonio, de cobertura a las empresas privatizadas, de apertura indiscriminada, de destrucción de la economía nacional, de extranjerización de la banca saltó por los aires. Duhalde vino a certificar la defunción de ese modelo y la buena noticia que puede esperarse es que paremos la caída. Hubo una fuerte decisión de no mantener dolarizadas las tarifas de los servicios públicos, lo cual hubiera implicado una enorme transferencia de recursos de la sociedad a las empresas; hay también una estrategia de defensa de los sectores productivos. En esta discusión, yo estoy claramente de ese lado. Es criticable el per saltum y la tendencia de algunos a pensar en la hegemonía de un partido único.
–¿No le parece que el Gobierno cedió demasiado frente a los bancos?
–Sí y creo que el propio Gobierno está tratando de revisarlo. Los bancos fueron con un planteo de posibilidad de quiebre de todo el sistema financiero, pero pienso en la reglamentación de la salida del corralito debe exigirse más a los bancos para favorecer más a los ahorristas.
–¿Está en contra del corralito?
–Decir que el corralito se termina en 24 horas generaría muchos aplausos, pero inmediatamente habría que decirle a la gente “vaya corriendo al banco y apúrese a llegar entre los diez primeros porque de ahí para atrás no cobra nunca más nadie y podríamos estar en la Puerta 12”. Es lógico que la gente reclame por sus depósitos, pero un gobierno necesita hablar con la verdad. De ahí para adelante, también es cierto que hay muchos matices, como decirle a la gente que vuelva en el 2010 o generar un cronograma de devolución razonable.
–¿Qué opina de los últimos cacerolazos?
–Los reivindico como forma de expresión de la gente; que la gente no esté encerrada en su casa mirando pasivamente cómo ocurren cosas trascendentes para su vida en un momento en que toda la sociedad está golpeada me parece un signo de vitalidad y eso es muy bueno. Detrás del cacerolazo llegan los violentos, con los que no comparto ni un milímetro. Hay quienes aprovechan el cacerolazo: algunos piensan en fantasiosas situaciones prerrevolucionarias y otros directamente cometen desmanes.
–¿Cuántos cacerolazos más resiste Duhalde?
–No mediría la resistencia de un gobierno en términos de cacerolazos. De la Rúa se fue con un cacerolazo, pero había hecho las cosas muy mal y habiendo tenido la oportunidad de echarlo a Cavallo 24 horas antes no lo hizo; el cacerolazo en todo caso dio el golpe de gracia para un gobierno que se caía. Rodríguez Saá afrontó un proceso irreal, como pretender que la Argentina soportaba 60 días de indefiniciones con un país quebrado, con el sistema bancario cerrado y con una interna fenomenal del PJ; el cacerolazo no hizo más que decir que ese camino era inviable y Rodríguez Saá tuvo que irse entonces en 24 horas. Hoy la situación es distinta: hay un Presidente designado hasta el 2003 y si bien hay graves dificultades, hay también en general en la sociedad y en la mayoría de los sectores políticos coincidencia en la necesidad de que las cosas vayan bien.
–¿Menem es un mal bicho, como dicen los afiches que aparecieron después de sus declaraciones?
–Es uno de los grandes responsables de esta situación y es inaceptable que esté jugando su interna en un momento en que se juega la Argentina, casi que busca el fracaso del Gobierno.
–¿Qué opina de la reforma constitucional que planteó Duhalde para achicar el gasto de la política?
–Es necesario achicar los gastos de la política de la manera que sea. No hay que abrazarse a la reforma y si después no se puede hacer, no achicar el gasto de la política porque en la mayoría de los casos es posible hacerlo sin modificar la Constitución.
–Usted salió muy fuerte contra la Corte Suprema y dijo que Duhalde le había asegurado que avanzaría con ese tema. ¿Se dio marcha atrás?
–Por lo menos, no está en los primeros lugares de la agenda. El último planteo del Gobierno fue reducir los miembros de la Corte en el marco de una reforma constitucional. Es necesaria una renovación institucional como forma de volver a recrear la esperanza y la confianza de la gente y esperemos que el Gobierno lo tenga en la agenda y no quede perdido.
–¿No fueron gestos apresurados apoyar la candidatura de Elisa Carrió tras la caída de De la Rúa y después respaldar la designación de Duhalde?
–Es que en una semana cambió el escenario; estaba lanzado un proceso electoral a 60 días y con la partida de Rodríguez Saá se instaló un proceso de designación de un Presidente hasta el 2003. En ese contexto estaba absolutamente claro que el Presidente debía decidirse dentro del PJ, pero en una situación de acefalía grave era indispensable también que quien fuera designado tuviera un respaldo amplio de todos los sectores.
–Desde su propio partido algunos le criticaron haber sobreactuado ese respaldo visitando a Duhalde en su casa.
–Nos olvidamos ese escenario de una Argentina acéfala; hubiera sido irresponsable no tener Presidente ese día. Desde ese lugar no tuve ninguna duda, sino responsabilidad como dirigente de una fuerza política.
–¿Por qué no está de acuerdo con el ingreso de Juan Pablo Cafiero al Gobierno?
–Para dar un marco de apoyo no es necesario participar desde un lugar en el gabinete. Acá no hay ni fue planteado un gobierno de coalición y debe darse un apoyo crítico con el perfil propio de fuerza progresista.
–El Frente Grande se divide ahora entre los que están en el Gobierno, los que están cerca de Carrió y los que tratan de mantener una posición equidistante como usted. ¿No cree que el partido ha entrado en un proceso de atomización que no tiene retorno?
–Hay un proceso de mucho debilitamiento de las fuerzas políticas, en general; pensemos en el caso del PJ antes de la designación de Rodríguez Saá y después de su renuncia. Nosotros tenemos distintas opiniones como fuerza política, pero para mí es un error hacer seguidismo de Carrió o seguidismo de Duhalde. Debemos tener voz y perfil propio, sin dejar por esto de tener responsabilidad o sin necesidad de ponerse en una actitud antitodo; no son tiempos para actitudes fáciles.
–¿No le parece que alguno de los sectores va a terminar alejándose?
–No mido las posiciones políticas en función de a quiénes se pierde. Tengo responsabilidad como jefe de Gobierno y muchas veces podría tener actitudes cómodas y sin embargo no hago ese tipo de especulaciones. Hay quienes tienen miedo de poder apoyar determinadas medidas, porque creen que hacia el 2003 pueden quedar mal posicionados o quienes dicen corramos detrás de aquello porque sino nos protegen... yo no defino ninguna posición política pensando en el 2003.
–Usted siempre dijo, frente a la crisis de otros distritos, que la ciudad tenía superávit y ahora está a punto de emitir bonos. ¿Cómo cree que impactará en la imagen que los porteños tienen de su gestión?
–Pero también decíamos que la ciudad no era una isla, sino que en todo caso estaba en la punta de un iceberg y que los efectos tardarían más en notarse. Gracias al ordenamiento en las cuentas pudimos pagar los aguinaldos y prácticamente todos los sueldos del mes diciembre, hemos sostenido la parte central de la obra pública y estamos haciendo una asistencia social que en ningún otro distrito se realiza, como atender a miles y miles de pacientes de todo el país que concurren en forma casi aluvional a los hospitales de la ciudad, donde tenemos todos los insumos básicos, estamos garantizando todas las prestaciones y se sigue operando. Hay que timonear una crisis que impacta directamente en el corazón de la ciudad cuando cae 45 por ciento la recaudación. Vamos a recibir por primera vez Lecop por un monto de 100 millones a partir del lunes y al bono porteño vamos a mandar a imprimirlo, aunque no sabemos si lo vamos a usar porque dependerá de la evolución de la recaudación.