Le faltaron tres votos a la bancada kirchnerista para lograr la aprobación del nuevo marco regulador de la empresa AySA. La oposición se retiró y la prolongación del debate no alcanzó para lograr el quórum.
› Por Miguel Jorquera
A las siete de la tarde, el oficialismo sabía que su suerte estaba echada, pero prolongó por casi dos horas la agónica búsqueda del quórum que le permitiera continuar sesionando y lo salvara de una dura derrota en la última sesión del año en la Cámara de Diputados. Después de criticar duramente el proyecto del Gobierno para el marco regulatorio de Aguas y Saneamiento Argentinos Sociedad Anónima (AySA) y la creación de un nuevo ente regulador –en manos del Ministerio de Planificación Federal–, la oposición se retiró en masa del recinto y dejó librado a su suerte al kirchnerismo, que no logró sentar en sus bancas a la totalidad de la tropa propia ni a muchos de sus aliados, y la sesión terminó por caerse. La bancada oficialista manifestó su malhumor y partió con la promesa de volver a ver las caras de los opositores en sesiones extraordinarias que el Ejecutivo convocaría para febrero.
El comienzo de la jornada no había sido auspicioso para el oficialismo. Primero tuvo que volver a reunir a sus legisladores en la Comisión de Obras Públicas para revalidar el dictamen de mayoría del marco regulatorio de AySA y la creación del ente regulador, cuya legalidad había sido cuestionada por la oposición en la reunión de Labor Parlamentaria de la noche anterior. La chicharra de convocatoria a la sesión comenzó a sonar a las 11, pero recién empezó cerca de las cuatro de la tarde, con cinco horas de retraso.
Incluso el oficialismo necesitó del aporte de seis diputados del PRO y de un dúo de radicales K (el catamarqueño Genaro Collantes y el bonaerense Roberto Costa) para alcanzar el quórum y empezar a sesionar. Pero el malhumor de las bancadas opositoras comenzó a crecer cuando el kirchnerismo se negó a tratar las solicitudes para darles cabida en la última sesión del año a otros temas que habían quedado relegados a lo largo del período legislativo, entre ellos la concesión de las tierras fiscales en las que funciona el corsódromo de Gualeguaychú. Para imprimirle velocidad al tratamiento de las prioridades del Gobierno, el oficialismo también alteró el orden del temario y pasó por alto el homenaje a los caídos el 19 y 20 de diciembre de 2001 para abordar directamente el tema de AySA.
Edgardo Depetri, presidente de la Comisión de Obras Públicas, fue el encargado de defender el proyecto oficial con una oratoria poco convincente para los oídos opositores. Repasó la reestatización de Aguas Argentinas y la pelea con el consorcio francés Suez y aseguró que el ente regulador y la agencia de planificación –que pasarán a la órbita del Ministerio de Planificación Federal que dirige Julio De Vido– garantizarían la tarifa social, “subsidiada si fuera necesario”, y el manejo de los “fondos fiduciarios que fueran necesarios” para expandir el servicio de agua potable y cloacas en la Ciudad de Buenos Aires y gran parte del conurbano.
Uno a uno, los bloques opositores comenzaron a expresar su disconformidad con distintas variantes, pero con un argumento común: “El Estado no podía ejercer la concesión y el control sobre el servicio al mismo tiempo”. El radical Hugo Storero cargó contra la rapidez con que se trataba el proyecto y afirmó que “estamos creando un nuevo Frankenstein” y que el debate “roza la irresponsabilidad”. Y su compañero de bancada, Miguel Angel Giubergia, insistió en la superposición de funciones entre todas las partes que conforman el Ente Regulador y criticó duramente la creación de nuevo fondo fiduciario.
El macrista Federico Pinedo cuestionó la constitucionalidad de la creación de un ente regulador que no abarca todo el territorio nacional y que corresponde a sólo dos distritos. El lavagnista Jorge Sarghini arremetió contra las facultades que los nuevos organismos les “arrebatarían” a los intendentes de la zona de influencia de AySA. La arista María América González, que reemplazó a Elisa Carrió en el cuestionamiento al proyecto, manifestó que “el mamotreto de 140 páginas es totalmente contradictorio en casi todos sus textos” y remarcó “que ni en el directorio ni en el asesoramiento del ente regulador habían sido incluidos los usuarios”. Claudio Lozano, de la CTA, recordó que “la propia constitución de AySA como sociedad anónima sólo pretendía evitar los controles estatales que ahora se expanden al manejo del ente que lo tiene que controlar”.
Cuando le tocó el turno, el jefe de la bancada kirchnerista, Agustín Rossi, ya mostraba en su rostro la resignación de la derrota. Carlos Kunkel y Mariano West estaban junto al presidente Néstor Kirchner en un acto en Moreno. El resto nunca llegó y el oficialismo se retiró abatido sin haber logrado los 126 votos necesarios.
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