El tres de junio se vota en Capital y el apurón disparó los movimientos. Los más taquilleros se apuran y definen nombres y estrategias, con lo que la campaña arranca por Buenos Aires y reconfigura el mapa nacional. Pálpitos, pronósticos y peleas por el lugar.
› Por Mario Wainfeld
Jorge Telerman tomó la iniciativa y aceleró los tiempos. Mauricio Macri recogió el guante, se apresta a confirmar que competirá por la Jefatura de Gobierno. La conjura de las dos decisiones define el inminente escenario porteño y reconfigura el nacional. En Capital todos deben decidir pronto sus candidatos y sus fórmulas. Las tácticas electorales de los candidatos más taquilleros ya se avizoran. En las presidenciales se abre un dilema acerca de cómo se reagrupará (si es que no se dispersa) la oposición. Y el oficialismo debe decidir si mueve la dama.
Vamos por partes y empecemos por lo que se definirá primero.
Combatiendo en Capital
Macri va por su revancha, después de mucho cavilar. Lo escarmentó su derrota con Aníbal Ibarra. Sabe, todos lo saben, que tiene un piso alto y un techo bajo. Es el candidato que aglutina a la vez más adhesiones y mayores rechazos. Ese techo le vedó llegar a la Jefatura de Gobierno en 2003 y su vigencia se olisqueó incluso en su holgada victoria en las parlamentarias de 2005. Las comparaciones con Carlos Menem o con Jean-Marie Le Pen, sin embargo, no le calzan. Las aceptaciones al presidente de Boca no están a distancia sideral del cincuenta por ciento, como sí le ocurría al ex presidente argentino y al derechista francés cuyo núcleo propio era más enclenque, un cuarto del electorado acaso. La inelasticidad de la aprobación o del desdén deberá quedar sujeta a una nueva prueba de fuego. Mover un cinco por ciento de los votos, para quien convocó a más del cuarenta, no parece imposible de antemano. Tampoco será sencillo.
La fecha de la elección, reconocen en oficinas linderas a la de Telerman, es compatible con los intereses del ingeniero de PRO. “Jorge habló una sola vez con Macri desde que asumió. Macri le dijo que le interesaba un cronograma bien desdoblado. Nosotros siempre dimos por hecho que iba a presentarse acá, no nos sorprende para nada”, rememora, redondea el contertulio de Página/12.
La campaña de Macri, cabe predecir, tendrá la misma impronta que la anterior. El candidato es muy estudioso, se hace preparar papers sobre temas que desconoce y permite que se le “tome lección” unos días después. Es muy dócil para ser guionado, comentan quienes lo entornan como aliados o como consultores, y está persuadido de que debe seguir mostrándose positivo (“eso es Pro”), sencillo y mechar su discurso con alusiones y metáforas futboleras. Mentará al desgaire el equipo, la cancha, la planificación. El comicio concuerda con el fin del contrato de Juan Román Riquelme, no le vendría nada mal obtener un éxito deportivo en ese lapso, para convalidar su autoproclamado rol de gestor.
En relación con la dupla Filmus-Telerman, el manual indica que el empresario, como todos sus otros contendientes, deberá unirlos en el discurso, considerarlos una suerte de conjunto. No es difícil, no es tan disparatado.
La interna abierta
Mirada con un mínimo distanciamiento, la brega entre Filmus y Telerman tiene bastante de interna abierta por el favor de un sector más o menos homogéneo de la población y por el reclutamiento de aliados en un universo compartido. Progresistas, peronistas, kirchneristas, socialistas serán interpelados por dos ofertas.
La agresividad en relaciones conflictivas no es proporcional a lo que se pone en juego ni a las diferencias entre los litigantes; a menudo puede ser al revés. Las reuniones de consorcio pueden ser mucho más picantes que las de las Naciones Unidas. Las internas corroboran esa regla general, acostumbran ser muy despiadadas. De momento, Filmus y Telerman evitan tratarse duramente, pero la bronca escala en sus equipos. En el esquema general compartido disputan el segundo puesto frente a un primero, casi imbatible en el primer turno. Su tarea esencial es dejar atrás al adversario más directo, que es el más cercano.
Sus adláteres pueden (deben) hacer un mundo de las diferencias pero si se amplía la mira las similitudes son mayores. Por edad, por trayectoria política, por formación, por pertenencia religiosa, el jefe de Gobierno y el ministro de Educación tienen muchos más puntos en común que con Olivera, Macri o Lozano.
La circunstancia prorroga, al uso nostro, los neolemas que urdiera el jurista Eduardo Duhalde en 2003. Nadie puede dar por hecho cómo funcionará el sistema a la hora de sumar o restar sufragios. La impresión del cronista es que la división propende a agregar votos al conjunto. Por lo pronto, así sucedió en 2003, cuando tres neolemas justicialistas (Kirchner, Menem, Rodríguez Saá) obtuvieron un record de votantes, sólo comparable con el mejor desempeño de Juan Domingo Perón. Pinta que separados pueden adicionar más que juntos, en una sinergia útil para garantizar que haya segunda vuelta. Pero la sinergia puede virar a la suma cero o hasta a la suma negativa en otros órdenes. La dinámica electoral tiene más ingredientes, por caso la reputación de los litigantes internos: la puja intestina puede favorecer simbólicamente al tercero en discordia, distinguirlo de los que “se matan por política”, un sitio en el que Macri gusta colocarse.
Generar mucha crispación, hacerse odiar por el votante que se quiere seducir, puede ser un búmeran para el ballottage. Telerman viene haciendo un mundo de hablar bien de Kirchner. El Presidente, en su enérgica intervención del jueves, dio un espaldarazo enorme a Filmus, dejando patente su preferencia y su ansia de polarizar. Pero no dijo una palabra sobre Telerman, aunque es conspicua su bronca tras la denuncia formulada por Gabriela Cerutti (ver nota de página siete). Por ahora el Presidente no rompió los puentes. En un escenario trabado cuesta creer que Kirchner se automargine de una eventual segunda vuelta sin su pollo.
Tercera ley de la termodinámica
Más allá de los devaneos de los votantes, por lo general díscolos ante los gobiernos nacionales, el mapa electoral porteño es volátil desde hace años. En 1996 el radical Fernando de la Rúa llegó a ser el primer jefe de Gobierno emanado del voto popular. Batió al frepasista Norberto La Porta. El peronista Jorge Domínguez sudó para llegar tercero. De esos tres partidos, dos casi no existen hoy. De ese escenario (la ciudad disputada por radicales y chachistas), ni migajas quedan.
Las más cercanas elecciones locales de 2003 y 2005, ulteriores al movimiento “que se vayan todos”, sí conservan protagonistas y tendencias, empezando por la primacía de Macri.
La saga del kirchnerismo mostró sucesivamente una floja performance en la presidencial, un éxito apoyando a Aníbal Ibarra, un tercer puesto mejorando el caudal propio de modo insuficiente con Rafael Bielsa en 2005. La marca de fábrica de esa campaña fue la incomodidad del candidato, quien nunca se encarriló con lo que le pedía la Casa Rosada y se llevaba pésimo con Alberto Fernández. Filmus, que tiene mucha más empatía con el jefe de Gabinete, optó por un rumbo distinto a Bielsa: lo suyo es machacar su pertenencia al proyecto presidencial. Toda opción tiene costos y beneficios virtuales, cuyo saldo se desentrañará con los cómputos finales. De cualquier manera elegir un norte preciso y llevarse bien con sus aliados es la bolilla uno del manual del candidato, que el paladín del FPV parece haber internalizado.
Telerman se autodefinió como “intendente”, un rótulo que sublevaba a De la Rúa y que puede sonar como ir a menos. Por ahora, no le ha ido mal consolidando esa imagen merced a una superpresencia en plazas, paseos públicos y hospitales. Su irrupción, en términos competitivos, es la gran novedad de la partida. Habrá que ver cómo hace equilibrio para no malquistarse con Kirchner y diferenciarse de Macri.
Carrió y el ARI
El otro dato de la foto actual es la magra cosecha que hizo el ARI en el distrito que le es más propicio. Quizás haya que afinar el relato y puntualizar que es el distrito más propicio para Elisa Carrió, que no es exactamente lo mismo. El despegue de Lilita de su partido y de su bloque tal vez le bastaron para conservar su imagen, pero no propagaron al colectivo que conduce. Lilita va volcando su opción hacia Enrique Olivera. En parte se sale de la discusión que le proponen algunos de sus compañeros (María América González, Eduardo Macaluse, entre otros) que vetan a Patricia Bullrich y se avienen más con ir detrás de Claudio Lozano. Carrió, que dialogó con el diputado de la CTA a fin del año pasado y exploró la perspectiva de acompañarlo sin mayor contrapartida, como hará con Hermes Binner en Santa Fe, prefirió ir sobre seguro con un aspirante cuyo principal encanto podría ser conservar algún apego de los desamparados votantes radicales.
Todo modo, el cuadro actual anticipa (como dos años atrás), tres competidores por el podio, con el telermanismo sustituyendo como pretendiente al ARI.
El impacto nacional
Telerman supone que el desdoblamiento de las elecciones distritales y las nacionales le conviene. Macri, a su vez, lo considera propicio para sus ambiciones. Tal vez resulte chocante, pero Kirchner también gusta del endiablado cronograma que el federalismo nos legó. Ocurre que Kirchner (se espera que Cristina Fernández también) es más que casi cualquier candidato provincial del Frente para la Victoria, puesto a sumar votos o a ganar afectos transversales. Su proyecto es arrasar en algunos distritos en los que sus eventuales votantes afrontan disyuntivas locales. En Santa Fe apoyará a Bielsa o al no descartado Agustín Rossi, pero cuenta luego con añadir a su caudal muchos de los votos que logre Binner. En Córdoba será similar, cambiando los nombres por los del cavallista Juan Schiaretti y del intendente Luis Juez, quien se ganó muchos rezongos en Palacio porque habló una vez con Domingo Cavallo.
La oposición tratará de hacer centro en los resultados locales de los grandes centros urbanos, en los que el kirchnerismo no ha hecho buen pie. Kirchner piensa cimentar una victoria aplastante con guarismos asombrosos en el interior en general, en ciudades pequeñas y medianas y en la provincia de Buenos Aires. Desagregar las pujas locales que no ha conseguido ordenar, por imposibilidad o limitaciones propias o por las dos cosas, le cae bomba.
El jefe de la oposición
“Esta semana tuvimos la tapa de los medios gratis”, se congratulan en el macrismo que, efectivamente, logró más centimil que Telerman y Filmus. Cuando “Mauricio haga el anuncio” será tapa de nuevo. Por ahí, quién le dice, dilata unos días la nueva de la integración de la fórmula para perpetuar el portento. Ese día, todo lo indica, será la hora mediática de Gabriela Michetti.
Es un tópico ineludible: Macri enfrenta una opción de hierro. Si es vencido, hummm. Si gana, queda en el mejor lugar para esperar el 2011, en un Ejecutivo dotados de recursos materiales y simbólicos. El voto popular, en las renovaciones de intendentes y gobernadores, ha sido muy conservador. No es ésta la peor época para gestionar, con plata a la salida de una crisis que acható las expectativas de los ciudadanos y capacitó (un poquito) a los mandatarios. Telerman mismo es un ejemplo de cuánto se puede construir en un lapso breve de gestión. Kirchner no se regocijará con eso, pero quienes compiten con Filmus comparten su imaginario y su praxis: no hay mejor semillero de dirigentes que los cargos ejecutivos.
Inventar una categoría
¿Será Macri, si gana, el líder de la oposición? ¿Será otro, si pierde? En cualquier supuesto inventaría un rol ignoto en la etapa democrática inaugurada en 1983. Nadie lo fue, menos que nadie el candidato presidencial que salió segundo. Es un lugar insalubre, como podrían testimoniar Italo Luder, Eduardo Angeloz, José Octavio Bordón y hasta (en menor medida) Eduardo Duhalde, a quien una voltereta de la historia le permitió recuperar la presidencia por un camino inesperado. Cuando imperaba el bipartidismo clavado o el imperfecto rectificado por el Frepaso el que perdía buscaba renovarse, cambiar el elenco, lavarse la cara. Ahora, en una atonía partidaria que se las trae, podría ser distinto. No da la impresión de que eso haya cambiado. El llano es inhóspito, más cuando hay una relativa bonanza.
El espacio opositor nacional que, en el peor de los casos, acumulará algo así como la mitad de los votos válidos sigue muy desarmado. Bien o mal, Macri venía siendo su figura más taquillera. Una presión importante de sectores de derecha insta a que Roberto Lavagna, Macri y Ricardo López Murphy se coaliguen. La idea es hacer una vaquita de votos que compita con el caudal del kirchnerismo. Macri tiene tres jugadas imaginables, en teoría: acordar con Lavagna, para que éste vaya por la presidencia, mocionar al Bulldog y virar él mismo. La tercera es menoscabada por analistas, encuestadores y muchos protagonistas, aunque el cronista no la considera imposible en caso de éxito en Capital (ver nota aparte).
Las dos que tienen más rating en los pronósticos, competir de la mano de López Murphy sería verosímilmente dividir al sector en tercios con Carrió y Lavagna. LM funcionaría como una suerte de tapón (en apariencia muy seguro) contra el crecimiento de Lavagna. Desde sectores de opinión y de poder fáctico afines a “Mauricio” seguramente habrá (de hecho, ya existe) un clamor en pro de la unidad, del sacrificio, de la voluntad constructiva que puede incidir en el magín del ingeniero, muy permeable a los lugares comunes de la derecha. Jaime Durán Barba, el asesor ecuatoriano de Macri, infidencia que no hay apuro para hablar de candidaturas presidenciales, un ítem que puede diferirse hasta junio. Una mención para tener en cuenta.
Si Macri pacta con Lavagna, le quedaría poco lugar expectable a López Murphy, quien podría mirar para el lado de Carrió, reconfigurando un radicalismo de figuras, despojado de alfonsinismo y delarruismo. Los dos tuvieron gran desempeño en 2003, desde entonces Carrió conservó mejor su patrimonio político que LM, aun cuando sufrió mermas. Queda claro quién debería ir a la cola.
Esta nota ya suficientemente larga ha venido gambeteando el latoso “pingüino o pingüina”. A esta altura de la soirée casi toda el ágora, incluyendo protagonistas o paseantes, da por hecho que Cristina es la opción favorita, si el escenario no se torna muy amenazante. Lavagna sigue maliciando que lo de la senadora es un globo de ensayo, en parte porque desconfía de todo lo que dice el Presidente, en parte porque cree que Kirchner no se arriesgará siendo que Cristina tiene menos intención de voto. Aunque no se comparta su desconfianza, es cabal que Kirchner balconea a la oposición y que el desembarco porteño de Macri ha desarmado el mecano opositor.
Una campaña formidable ha empezado, en un distrito casquivano. Una partida de TEG que (lo adelantamos en primicia) ganarán las fichas azules. El problema es que el cronista no sabe quién lleva las azules.
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