Representantes de Argentina y Uruguay se reunirán la semana próxima en España para intentar destrabar el conflicto por la instalación de la papelera Botnia. Aquí las incógnitas que abre esa mesa de negociación.
› Por Mario Wainfeld
El miércoles 18, enviados de los gobiernos argentino y uruguayo se reunirán en Madrid convocados por el facilitador nombrado por el rey de España. Habrá un Fernández en cada comitiva (Alberto por Argentina, Alvaro por Uruguay) y estarán los cancilleres Jorge Taiana, con la camiseta albiceleste, y Reynaldo Gargano, con la celeste. Deben buscar un modo de destrabar un conflicto que lleva demasiado tiempo y se parece cada vez más a un callejón sin salida. Una mesa de negociación siempre habilita horizontes imprevistos, aun para sus comensales. Por ahora, todo son incógnitas. A continuación, algunas de ellas.
El gobierno argentino suele pugnar porque haya una “agenda abierta”, tratando al mismo tiempo de hacer gala de apertura y de no permitir que Uruguay bloquee desde el vamos el pedido de relocalización de la planta de Botnia. La intención no es tanto llegar a ese objetivo, hoy quimérico a la luz del avance de la construcción del emprendimiento, cuanto no acotar de movida el margen de negociación. Bajar el techo del reclamo desde el vamos es algo duro de digerir para los argentinos.
Uruguay viene porfiando de que sólo es discutible el control conjunto de eventuales daños ambientales. Ni ahí hablar de relocalización, como repitió el presidente Tabaré Vázquez en esta semana de precalentamiento competititivo.
Superar ese escollo inicial será un brete sustantivo para el que media.
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¿Qué participación tendrá el gobierno español? Es más que factible, comentan en castizo, que el interés español se exteriorice con presencias del gabinete de José Luis Rodríguez Zapatero acompañando al facilitador. El propio canciller Miguel Angel Moratinos podría ser de la partida. La concurrencia de representantes de la corona y el gobierno hispanos tendría un peso simbólico, daría la medida del empeño puesto para desfacer el entuerto.
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¿Estará Su Majestad, el rey? Ni modo, susurran a su vera. En España, comentan gentes empinadas de allá, el abecé de la política es similar al del resto del mundo. El rey Juan Carlos no se va a implicar en unas tratativas de destino incierto. Su presencia sólo podría existir si se rubrica un avance formidable, casi inimaginable.
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¿Aunque sea una foto real con los invitados? Léase con atención la respuesta anterior y conclúyase que no será sencillo traerse ese souvenir. Aunque nada es imposible, joder.
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¿Dónde se reunirán? El protocolo y el sigilo son tales que ese dato aún sigue bastante encriptado. Es factible (pero no es definitivo, se atajan los contertulios internacionales de Página/12) que el encuentro se celebre en la Quinta de El Pardo. Trátase de un palacio con parque, propiedad de la corona desde hace no mucho tiempo, menos de tres siglos. Está a quince kilómetros de Madrid, distancia juzgada pertinente por los anfitriones. Los huéspedes estarían apartados del mundanal ruido, con un entorno fácil de preservar del asedio de camarógrafos y no tan distante de la capital española. El lugar es de postín (el rey pasó parte de su infancia allí) y, por las dudas, se está arreglando. Si no fuera allí, acontecerá en algún sitio semejante, también muy majo.
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¿Hay sillas para Finlandia o Botnia? No, pardiez, es un cónclave entre quienes comparten, entre otras cosas, el idioma natal. Pero los puntos de vista del gobierno y la empresa escandinavos han sido sondeados varias veces por Yáñez y algún otro político integrante de la Cancillería española durante todos estos meses y en los últimos días.
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¿Y si todo sale mal? Negociadores argentinos de primer nivel empiezan a cariacontecerse suponiendo que, si las partes no aportan su granito de arena, el facilitador puede dar por terminado su cometido en cualquier momento. Su objetivo primero, “sentar” a los litigantes a una mesa, fue logrado. Las reglas de la facilitación –arguyen– no lo fuerzan a proponer fórmulas de avenimiento ni a hacer nada más. Pero en Nueva York (donde está por estas horas Yáñez Barnuevo) y en Madrid se minimiza esa hipótesis. “Vamos a seguir, aunque los progresos sean nulos. Estamos comprometidos, y no compro-mentidos” neologizan allegados a la negociación.
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¿Llevarán pilas rioplatenses? El tercero ha invertido mucho trabajo, una ración de su prestigio y un escenario acogedor. Pero son los representantes de los países en litigio los que deben ponerse las pilas. Hasta ahora la mala combinación de un entredicho novedoso para la región, la cerrazón de dos gobiernos, la intransigencia de la oposición uruguaya y de los ambientalistas de Gualeguaychú han configurado un diálogo de sordos. Tan tozudos han sido argentinos y uruguayos que terminaron llevando sus cuitas a terreno neutral, en la vieja Europa. Ya pulsearon en La Haya, un lugar exótico frente a un tribunal que jamás debió ser requerido para intervenir. En Madrid, un paraje más ligado a la lengua y la historia comunes, afrontan algo bastante parecido a una última oportunidad.
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¿Y? La pregunta más relevante, si podrán estar a la altura del desafío y superar sus pobres registros previos, se empezará a responder la semana próxima.
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