EL PAíS › PROSPERIDAD PETROLERA Y EXCLUSION, PROYECTO PRESIDENCIAL Y REGIMEN AUTORITARIO
La prosperidad petrolera y gasífera se nota desde la primera impresión. También los barrios sin agua corriente, las tensiones sociales y el largo historial de mano dura aplicada a las protestas sociales en un territorio que podría ser más feliz. Y el despunte de persecuciones ideológicas con largas memorias.
› Por Martín Piqué
Desde Neuquén
Se la puede leer al derecho y al revés, el resultado es el mismo. El vocablo mapuche que da nombre a esta provincia es un palíndromo, como diría un estudiante de Letras. En la lengua de los pobladores originarios de estas tierras, Neuquén significa atrevido, audaz, pujante. El término es coherente con la impresión de actividad económica, de riqueza y hasta ostentación que se nota en la patria chica de Jorge Sobisch. Pero con la sociedad neuquina no pasa lo mismo que con el término que la designa. Se la puede leer de los lados y las lecturas no son iguales. Así como hay dinero, fruto de la abundancia de petróleo y gas, también hay exclusión, gente sin vivienda ni acceso al agua y la tierra. Así como hay un partido muy consolidado y con 120 mil afiliados –el MPN que Felipe Sapag fundó en los ’60–, también hay una tradición de combatividad en los gremios. “En Neuquén impera una ideología totalitaria, represiva de los derechos, que beneficia a una parte de la comunidad”, dice la contadora Marta Noemí Díaz, quien supo ser una estrecha colaboradora del obispo Jaime De Nevares. Sabe de lo que habla.
Neuquén es una provincia petrolera y se nota. Basta pisar su aeropuerto para ver carteles de las petroleras transnacionales que trabajan para Repsol, propietaria de la mayor parte de los yacimientos de crudo y gas. Los nombres de Pride, Plus Petrol, Schlumberger y Halliburton se vuelven parte del paisaje. Como en Chubut, como en el norte de Santa Cruz. Hasta la privatización de YPF, esas compañías trabajaban para la empresa estatal. Ahora lo hacen para la compañía que preside Antoni Brufau. Previsiblemente, Repsol se convirtió en un actor clave de la política neuquina. No por casualidad, la irrupción de Sobisch en la escena nacional se produjo luego de que Repsol se viera beneficiada con una prórroga hasta 2027 en la explotación del yacimiento de Loma de la Lata. Sobisch estuvo ansioso por rubricar aquel acuerdo: cuatro meses antes de que la firmara Fernando de la Rúa, el gobernador neuquino ya se había comprometido con Repsol en una visita a Madrid.
El arreglo le implicó beneficios. Neuquén obtuvo un pago de 140 millones de dólares; ya había cobrado un subsidio de 30 millones para financiar las cooperativas de trabajo de los despedidos de YPF. También recibió un crédito del Banco Bilbao Vizcaya por 300 millones a cambio de hipotecar las regalías de la provincia. El romance entre Sobisch y Repsol era confesado por ambas partes. “Es un aliado estratégico”, decía el gobernador sobre el gigante español. “La compañía tiene en esta provincia una gran relación”, coincidía el catalán Brufau con un tono más parco. Desde entonces, Sobisch comenzó a opinar sobre el área de hidrocarburos a través del Instituto Argentino del Petróleo y del Gas (IAPG). Solía coincidir con los intereses de Repsol.
La prórroga de la concesión en Loma de la Lata coincidió con el segundo mandato de Sobisch como gobernador. Tras ganar las internas del MPN en 1999, llegó por segunda vez al edificio gris con aires de castillo que se levanta frente a la plaza Roca. El yacimiento en cuestión es el más importante del país: abastece al 31 por ciento de la demanda interna de gas y provee el 23 por ciento de las exportaciones del mismo rubro. Para Repsol implica suculentas ganancias. Con un barril a 25 dólares (hoy los precios oscilan en los 60 dólares), el rendimiento de Loma de la Lata se calculaba entre dos mil y cuatro mil millones de dólares anuales. El contexto favoreció a Sobisch hasta tal punto que todo el MPN pasó a responderle en forma ciega. “Ahí fue cuando armó su estructura de poder”, coinciden un periodista local y un legislador de la oposición.
Otro factor clave en el disciplinamiento interno del MPN –los Sapag seguían teniendo influencia en el partido– fue el Banco de la Provincia de Neuquén (BPN). Era la principal entidad financiera, se convirtió en un instrumento para convencer voluntades. “Hubo contabilidades paralelas”, asegura el diputado provincial Jesús Escobar. Varias empresas vinculadas a Sobisch –los casos más burdos fueron Santa Elena Bursátil Sociedad de Bolsa y Cooperativa de Crédito Santa Elena, que tenían su sede en el mismo edificio donde estaba la oficina del MPN en Buenos Aires– recibieron créditos del banco provincial. No los pudieron pagar. Una nueva irregularidad fue la compra directa del sistema de emergencia 911, destinado a la policía. La empresa beneficiada fue Damovo. Su presidente, José Manuel Requejo García, fue vicepresidente de Relaciones Públicas de Boca Juniors y secretario de economía del club entre 1996 y 2003. Un hombre de confianza de Mauricio Macri.
Regalías, publicidad y mano dura
Con el aumento del precio del crudo y la renovación de las licencias a Repsol, Sobisch estaba en condiciones de intentar el salto. Era el momento perfecto para mostrar su figura en la política nacional. Los medios de Buenos Aires comenzaron a recibir la pauta publicitaria de Neuquén. El eslogan “Neuquén es confianza” y la insistencia en la garantía para las inversiones comenzaron a escucharse una y otra vez en las AM porteñas. Sobisch buscaba proyectarse como la antítesis de Néstor Kirchner. Aunque los unían varias cosas en común. Ambos provenían de provincias ricas en hidrocarburos que habían recibido mucho dinero en regalías petroleras. Los dos conocían bien a Brufau y al grupo “la Caixa”.
Uno de los elementos para diferenciarse de Kirchner era la política hacia el conflicto social. Desde su asunción con el 22 por ciento, el Presidente se propuso evitar que se repitiera un episodio como el de puente Pueyrredón. Tras los incidentes en la Legislatura, el Gobierno decidió que los policías actuarían sin armas de fuego ante las protestas callejeras. La opción de Sobisch fue distinta. Eso quedó claro el 25 de noviembre de 2003, cuando varios movimientos de desocupados se concentraron para reclamar por la forma en que se estaba aplicando el pago con tarjeta (se llamaba Tarjeta Confiable Solidaria y sólo se podía usar en determinados comercios). Aquella protesta terminó con una represión en la que algunos heridos recibieron balazos de plomo en las piernas (el caso de Jorge Peralta, ex titular de la Federación Universitaria del Comahue), a otros les dispararon postas de goma a quemarropa (el diputado Escobar), mientras que el obrero de Zanon Pedro Alveal perdió un ojo cuando los uniformados cargaron contra una conferencia de prensa.
El uso de la mano dura no era una ninguna novedad. La fama de “policía brava” es una de las cartas de presentación de los uniformados neuquinos. La historia no se remonta a abril de 1997, con el crimen de Teresa Rodríguez en la pueblada de Cutral-Có. Empieza nueve años antes, con la aparición del cadáver de Chiche Calabró, un hombre vinculado con la política local. Lo habían acribillado con 18 tiros. Aunque el supuesto autor material, Ceferino Salinas, terminó encarcelado y está cumpliendo condena, el caso quedó salpicado de sospechas. Para familiares y amigos, la policía no quiso investigar a los verdaderos responsables. Lo mismo sucedería luego con otros crímenes, como el de Félix Martínez, ligado al MPN, que fueron tratados como robos comunes que terminaron mal porque los delincuentes estaban exaltados.
Además de recursos financieros y propagación del miedo, el estilo Sobisch también supone un estilo en lo concerniente a la Justicia. Como sucede en otras provincias, el gobernador ha logrado ubicar a hombres permeables al MPN en los tribunales y juzgados de la provincia. Un caso testigo se vivió este año con la inauguración del Consejo de la Magistratura. Tras la reforma constitucional correspondiente, ese organismo se completó con seis vocales y un presidente (cuatro representantes del MPN, dos al Colegio de Abogados, dos a la oposición y el titular por el Tribunal Superior de Justicia). Con los vocales ya designados, llegó el momento de completar la nómina hacia abajo. Recibida con honores en la Universidad del Comahue, con una maestría en Planificación de la Universidad alemana de Karlsruhe, la contadora Díaz había ganado el concurso para ser directora de Planificación y Contaduría.
Los siete vocales aprobaron su pliego por unanimidad. Una semana después los cuatro vocales del MPN la despidieron sin que llegara a cobrar un peso. Habían descubierto que el 13 de abril de 2004 había enviado una carta de lectores al diario Río Negro en la que cuestionaba al gobierno de Sobisch. Hasta el obispo Marcelo Melani intentó mediar para que le volvieran a dar el cargo que había ganado por concurso. Fue en vano. Una marca más del estilo Sobisch.
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