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› URUGUAY DECRETO FERIADO BANCARIO ANTE LA IMPARABLE FUGA DE DEPOSITOS
La corrida va dejando un Batlle de lágrimas
Sin precedentes en siete décadas, las autoridades monetarias orientales debieron decretar un feriado bancario ante la corrida que amenazaba secar los bancos en pocas jornadas más. El cumplimiento de las pautas del FMI ya no paga premio, según se observa tras los episodios de la Argentina, Brasil y Uruguay.
› Por Claudio Zlotnik
El terremoto financiero en América latina tuvo ayer epicentro en Uruguay. Frente a la irrefrenable fuga de capitales, el gobierno de Jorge Batlle decretó un feriado bancario por 24 horas que, según versiones extraoficiales, podría extenderse al resto de la semana. Fue la primera vez en 70 años que Uruguay se vio obligado a tomar esta medida extrema. Distintas fuentes en el país vecino y en Buenos Aires mencionaron a Página/12 dos posibles escenarios frente a la crisis: la posibilidad de que Uruguay llegue a un acuerdo con el Fondo Monetario en las próximas horas para recibir un desembolso extraordinario y así hacer frente al retiro de depósitos bancarios, o bien la concreción de un Plan Bonex compulsivo al estilo del que se aplicó en la Argentina en 1989. Anoche, el Departamento del Tesoro estadounidense manifestó su apoyo a que Uruguay reciba asistencia adicional por parte del FMI. Y el gobierno uruguayo hizo un dramático llamamiento a la “solidaridad internacional”. El caso del país vecino se suma a las crisis en la Argentina y en Brasil y, tal como ocurrió con los tigres y tigrecitos asiáticos a fines de los años ‘90, existe el peligro latente de que las turbulencias se sigan expandiendo de país en país, provocando un efecto dominó en la región. Y desemboque en el colapso del modelo liberal surgido a inicios de la década pasada. A pesar del feriado financiero, el dólar saltó de 26 a 33 pesos, con un pico de 35 a media tarde, en las operaciones marginales.
Anoche, financistas de Montevideo consultados por Página/12 no descartaron una receta mixta para hallar una salida a la crisis: para los plazos fijos se elegiría un canje compulsivo por bonos, mientras que se aseguraría la devolución de los fondos de las cuentas a la vista mediante un préstamo del FMI. Algunos bancos uruguayos ya tenían lista una propuesta para el Bonex: entregar títulos públicos por 2, 4 y 8 años de plazo dependiendo de los montos de los plazos fijos. Financistas consultados por este diario coincidieron en el rechazo a instaurar un corralito. Después de la experiencia argentina, los banqueros orientales parecen haber comprendido la inviabilidad de ese mecanismo.
Desde la formalidad, el feriado bancario fue lanzado tras la suspensión de dos de los principales bancos uruguayos: Comercial y Montevideo, ligados a grupos argentinos. El Comercial, a los hermanos Rohm, y el Montevideo, al Velox (familia Peirano). Pero la razón de fondo fue la incesante salida de depósitos del sistema.
El ministro de Economía uruguayo, Alejandro Atchugarry, hizo un intento por calmar a los ahorristas temerosos de que les incauten los depósitos. “El sistema financiero ha dado muestras de honrar la tradición del país de cumplir sus obligaciones”, aseveró anoche el ministro durante un encuentro con periodistas durante el cual no aceptó que le formularan preguntas. Y añadió: los bancos “ya dieron una respuesta superior al 40 por ciento de los depósitos, cumpliendo debidamente en tiempo y forma”. Hasta el último viernes, los depósitos habían caído en torno de los 5000 millones de dólares en lo que va del año. Las colocaciones, que a principios de año llegaban a 13.000 millones de dólares, ahora se encuentran cerca de los 8000 millones. Las reservas del Banco Central de Uruguay también mostraron una caída del 80 por ciento: de los 3100 millones de dólares que existían a fines de 2001, ahora restan apenas 655 millones. Y la huida se había acelerado en las últimas jornadas. Anteayer, por caso, la pérdida alcanzó a 70 millones de dólares.
La fuga de depósitos es consecuencia directa del colapso de la Argentina. La desconfianza en los bancos después de la instauración del corralito se contagió a Uruguay y, en medio de ese clima cada vez más adverso, los ahorristas argentinos –mayoría en el sistema financiero del país vecino– potenciaron la corrida. Y no alcanzaron las continuas desmentidas del gobierno de Batlle para detenerla. Ayer, por el feriado bancario, fueron infructuosos los desesperados intentos de los depositantes por extraer dinero de los cajeros automáticos. “De esta situación se sale también con la solidaridad internacional”, invocó el ministro de Economía. Lo hacía en referencia a las conversaciones encaradas por el gobierno uruguayo en Washington frente al Fondo Monetario. La negociación con el FMI está centrada en la obtención de un adelanto de 600 millones de dólares de un crédito ya aprobado en mayo por un monto global de 1500 millones. De este total, el Fondo ya giró 460 millones a fines de junio. En ese momento, la condición para liberar el auxilio consistió en que Uruguay permitiera la libre flotación de su moneda. Anoche, el ministro Atchugarry se limitó a afirmar que el nuevo acuerdo con el FMI se daría “prontamente”, no aclaró cuáles serían las condiciones, y se negó a revelar si hoy se levantaría el feriado bancario o si se mantendría hasta pasado mañana inclusive, tal como lo marcaban algunas versiones.
En las próximas horas, Estados Unidos y el Fondo Monetario deberán tomar decisiones relevantes. Centralmente, si no le sueltan la mano a los países en crisis, ya que en la medida que les dan la espalda amplifican la desconfianza y aceleran la corrida. Para decidir, los burócratas del FMI deberían contemplar que, tras la quiebra de la Argentina, cayeron otros dos países con características totalmente diferentes, lo que hace presumir que la amenaza se extiende al resto de la región. Y las razones de las turbulencias no habría que buscarlas únicamente en cuestiones financieras sino también de política económica. Tanto Brasil como la Argentina o Uruguay siguieron, con matices, las recetas “bajadas” desde Washington, pero eso no impidió la debacle. Basta contemplar algunos números: el PBI argentino caerá este año cerca de un 15 por ciento mientras el desempleo se disparó a niveles record. Mientras, Uruguay atraviesa el cuarto año de recesión, con una previsión oficial de caída de 7 por ciento del Producto en 2002, y un desempleo que alcanzó el 15,6 por ciento en mayo. El real brasileño ya cayó a un nuevo mínimo histórico de 3,35 por dólar, presionando sobre la inflación. El escenario es trágico y todavía no han aparecido fórmulas renovadas para impedir la catástrofe regional.
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