Faltan exactamente cuatro semanas para que los porteños elijan a su jefe de Gobierno. En los campamentos de campaña, los asesores exigen respeto y ladran a los que merodean: “Estoy en reunión, llamame en un rato”. Afuera, los carteles se pegan sobre los carteles y llegan al extremo surrealista de que el transeúnte se tope con uno que dice: “Estaría bueno que mi afiche diga algo”. Nadie confía en las encuestas, porque hay tiempo, por eso Página/12 interrumpió a los jefes de campaña en busca de un pronóstico, evaluación o catarsis, en medio de los nervios de la inminente elección. Todos piden una campaña limpia pero advierten que si los atacan van a responder y esconden la mano... A esta altura, ya no importa quién tiró la primera piedra.
“Por ahora, las firmas comerciales no levantaron la pauta publicitaria”, aclara Ernesto Savaglio, un asesor de Macri más preocupado por los lanzamientos de su agencia publicitaria que por la campaña. “El asunto se va a calentar recién en los últimos 10 días, cuando las marcas bajen los avisos porque las miradas apunten a los candidatos”, explica el inventor de los avisos del Bull Dog y sus leyes de López Murphy. Veterano de varias campañas (hoy asesora a Mauricio Macri) asegura que “las palabras están hechas bolsa” y le baja el precio a la guerra de carteles. “El humor no debe reducirse a la guerrilla gráfica, tiene que ser parte de la propia política. Esta campaña se está lateralizando demasiado, como si te pegaran una patada en la mitad de cancha... faltan ideas”, concluye quien preside el Círculo de Creativos Argentinos.
Mientras tanto, en los campamentos ríen y sufren ante los ataques. El jefe de campaña del PRO, Horacio Rodríguez Larreta, dice que los suyos son los más golpeados “porque estamos primeros”. “En cuestión de minutos te pegan un afiche”, reconoce, luego de ver los carteles que parodian el “Estaría Bueno, Buenos Aires” con el mismo diseño y remates como: “Estaría bueno que los pobres vivan... lejos”. Orgulloso de los lineamientos de su campaña (“no hicimos un solo acto”, afirma), Larreta continuará con las intervenciones que buscan “algo diferente de la política tradicional”. Pese a las críticas por la piba de Lugano que apareció junto a Macri en su lanzamiento, su equipo no abandonó los happening: el presidente de Boca reeditó el salto al bache, se metió en la cola de un hospital público y hasta navegó por el Riachuelo. “Todo para adelante, todo positivo”, le habían pedido a Savaglio cuando ideó el nombre del partido de Macri: PRO. Larreta promete que seguirán las intervenciones urbanas y “el contacto con la gente”. ¿Qué le dicen a la gente? “Apostamos al cambio, a lo nuevo”. “Estamos investigando a Telerman por malversación de fondos, ‘Enrique Olivera’” dice un panfleto cuyo remate parodia al slogan del ARI: “Carrió-Telerman ‘Contrato Inmoral’”. Para el jefe de campaña de Telerman no existe contradicción alguna, tampoco la hay respecto del Gobierno nacional: “No somos kirchneristas pero tampoco estamos en contra de Kirchner”. “Buscamos la unidad en la diversidad”, gusta decir el socialista Roy Cortina, quien resume el sentimiento de paz y tolerancia diciendo que la candidatura del actual jefe de gobierno porteño es la “única que no está forzada”.
“Que los mejores se queden donde están”. La frase apareció en un cartel el mes pasado y mostró “el humor y la ironía” que desvive a los asesores de Telerman. El elogio es el mejor ataque: “Kirchner, Presidente; Filmus, ministro de Educación; Telerman, Jefe de Gobierno; Macri, presidente de Boca”. La estrategia, comentan en el bunker de Telerman, es mostrar la gestión (subtes, hospitales, cultura) y plantear soluciones de continuidad. “Los ataques pasan a kilómetros del electorado, con lo del caso Skanska se les escapó el tiro por la culata”, estima Cortina.
Los asesores juran que es el “candidato natural”, que tiene una visión “ecuménica de la vida” y hasta hablan de una resistencia pasiva ante los agravios como si se tratara de un émulo, más allá de su cabeza rapada, de Gandhi. ¿Cómo sigue la campaña? “Vamos a seguir con el contacto directo con la gente, discutiendo más propuestas y mostrando que hay dos proyectos: uno que respeta la diversidad de los porteños y otro que intenta volver al modelo de los ’90, el de la derecha financiera”, resume Cortina. La polarización con el PRO también ha sido la estrategia de Filmus, el candidato menos agredido, que además ser ministro de Educación es el jefe de su campaña. “Al principio nos dedicamos a instalar la candidatura”, recuerda el ministro, que buscó colocarse en el segundo lugar para llegar al ballottage. A días de lanzar su slogan “si lo conocés, lo votás”, Telerman explotaba esa presuposición y respondía con un afiche que lo mostraba sonriente: “Ya lo conocés”. Filmus establece dos momentos en su campaña: “Al principio Telerman apostaba a que no llegaríamos a instalarnos, después retrocedió y se volcó a la oposición”.
El panorama no le disgusta y pronostica para el último mes “menos agresiones y más propuestas de los candidatos, mientras Macri y Telerman se dividen el voto de la oposición”. Algunos miembros de su equipo técnico se quejan del “estilo grandilocuente de la oposición” que busca “destapar” algún escándalo. “Esta actitud no es algo particular de esta campaña, viene de antes. Los ataques apuntan más al Gobierno nacional que a Filmus”. Sus asesores persisten: “Vamos a seguir insistiendo en que la Ciudad tiene que estar en sintonía con el proyecto nacional que encarna el Presidente”. Si en algo coinciden los tres principales candidatos es en la importancia del inminente debate en televisión a fines de abril. Mientras tanto, los jefes de campaña intentan llamar la atención de un electorado cáustico y esquivo, y de paso hundir a sus oponentes en un momento en que, señala Savaglio, hasta “el sol es político porque ilumina indiscriminadamente”.
Informe: Emilio Ruchansky.
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