EL PAíS › A UN MES DEL ASESINATO DEL MAESTRO CARLOS FUENTEALBA, HABLA SU ESPOSA
En su primer reportaje, Sandra Rodríguez dice que el gobernador Jorge Sobisch fue el que mandó matar a su marido. Habla de la sociedad neuquina, del conflicto docente y de cómo era Carlos Fuentealba como compañero y padre.
› Por Elio Brat
Desde Neuquén
Sandra Rodríguez es maestra. La misma profesión que tenía su marido, Carlos Fuentealba, asesinado durante la represión policial sobre la ruta 22. A un mes del hecho, Sandra sólo habló en dos manifestaciones realizadas en Neuquén. Ahora, en diálogo con Página/12, la mujer identifica a los autores y responsables de la muerte de su esposo y dice que el crimen fue planificado para “escarmentar a los docentes”. Además, da su impresión sobre la resolución del conflicto en la provincia y recuerda a “su” Carlos: “el que cambió pañales hasta que salió a luchar” y el que pidió que tiraran sus cenizas al lago Huechulaufquen.
–¿Por qué cree que mataron a su compañero Carlos?
–A mi entender, hubo una orden expresa. Y que ya estaba de antemano planeada. La del 4 de abril no fue una represión como en otros casos, donde se intentaba convencer a la gente de desalojar la ruta. En este caso, y para mí no hay ninguna clase de duda de ello, lo que se intentó fue escarmentar a los docentes. Y eso lo comprobé cuando hablé después con muchos de mis compañeros que estuvieron allí y me dijeron que tuvo mucho miedo de morir cada uno de ellos. Se llevaron la vida de Carlos pero también peligró la de muchísimos otros.
–¿Cómo evaluaban ustedes dos en su casa lo que podía pasar ese día?
–Carlos decía que lo más probable era que ni siquiera pudieran llegar a Arroyito. Pensamos que ni siquiera nos iban a dejar llegar. Pero eso no ocurrió así. Se esperó que se llegara. Se esperó el enfrentamiento. Y más que un diálogo, empezaron la represión apenas se llegó al lugar. Por lo tanto yo entiendo que la policía tenía un objetivo prefijado, que hasta que no se lograra no se iba a parar.
–Más allá de que todo indica que el cabo José Darío Poblete tiró la granada de gas que hirió de muerte a su esposo: ¿quién cree que lo mató?
–(Silencio.) Lo mató Poblete. Pero lo envió (Jorge) Sobisch. Y además hubo un grupo de personas que contribuyeron a eso, que son tan responsables como los otros dos. Y tienen nombre y apellido, porque hubo todo un operativo para detener y balear el Fiat 147 donde estaba Carlos.
–¿Cómo vivió Carlos el conflicto hasta el día de la represión en la ruta?
–Como lo vivíamos todos: que cada vez estábamos más encerrados. Lo que me dijo Carlos fue “intentemos esto para ver si nos dan bolilla”, “es lo último que vamos a hacer y si no el lunes volvemos a trabajar”. Eso fue lo que me dijo Carlos. Estábamos muy bajoneados porque no había respuestas del gobierno (de Sobisch). Realmente nosotros queríamos volver a trabajar pronto con una mejora salarial real. Porque no pedíamos nada imposible.
–Ante del asesinato de su esposo la reacción de la gente en el país fue distinta a la que se dio cuando pasó lo de Teresa Rodríguez y también a la que se produjo con Darío Santillán y Maxi Kosteki. ¿Por qué cree que se dio esto?
–(Silencio.) El valor de la vida humana no se pone desde ningún lugar. Es una vida humana. Pero evidentemente en nuestra sociedad está este tema de que los maestros “valemos mucho”. No digo que las otras vidas no, por favor. Lo que quiero decir es que hay gente que cree que nosotros tenemos una función que va más allá de las cinco horas de trabajo. Por nuestro trabajo social y humanitario. Eso los papás lo saben y lo valoran.
–Hablando de los padres, en Neuquén hay algunos que no quieren que en las escuelas se hable con los chicos sobre lo que pasó.
–Eso pasa acá en Neuquén pero no pasa en otros lados. Yo he recibido muchísimas cartas de chicos de Rosario, de Carlos Paz, de la provincia de Entre Ríos y hasta recibí de pibes muy chicos de Buenos Aires, de una escuelita que se llama Che pibe, donde me mandaron dibujos, poemas y muchas palabras donde se ve que todo se habla, todo se expresa. Respecto a lo que dice, es verdad que aquí en Neuquén está instalado, ya que no existe la libertad de expresión. Han coartado la libertad de decir para el que trabaja, el que se manifiesta y el que educa. Eso lamentablemente está instalado en nuestra sociedad. Y está naturalizado para muchos neuquinos que ciertas cosas no se hablan y que hay cosas que se pueden y deben olvidar. Pero no es así.
–¿Cree que eso es a partir del gobernador Sobisch o incluso antes?
–No, está hace rato esto. Está hace rato.
–En la marcha del 9 de abril le habló al gobernador desde el escenario frente a la casa de gobierno. Hoy ¿qué le diría?
–Lo que le dije ese mismo día: que tiene que renunciar. Que su deber moral es renunciar. Después estará, en todo caso, que asuma su responsabilidad en un juicio por la orden que él dio a la policía.
–¿Y al presidente Néstor Kirchner qué le diría?
–(Piensa.) Me parece que este tema abarca los derechos humanos. Y en eso el señor Presidente siempre ha tenido una actitud de bastante acercamiento en relación a todas las organizaciones de derechos humanos. Por tanto, a mi entender, creo que el señor Presidente debería tener una postura un poco más firme en relación a esto que ha pasado en la provincia (de Neuquén). Es un presidente y debe exigir, él mismo, que se haga justicia en esta provincia.
–Como su esposo Carlos, usted es docente. Y como tal formó parte del conflicto. ¿Qué piensa de la posición que tuvo y tiene la Ctera?
–Es lo mismo que dije recién acerca del lugar que ocupa el presidente de la Nación. Pero más puntualmente, una organización a nivel de la Ctera debe exigir justicia. Porque Carlos era maestro. ¿Y qué representa la Ctera? Si no va a pedir juicio y castigo por haber matado a un docente en su derecho a manifestarse ¿qué le queda o qué otro sentido tiene si la Ctera no defiende y apoya concretamente la lucha contra la impunidad de este caso?
–¿Usted cree que la Ctera lo hizo o espera que lo haga?
–Espero que lo haga. Los voy a convocar a que lo hagan. Dijeron “Carlos presente”. Yo quiero verlos presentes.
–¿Qué piensa del acuerdo que logró su organización, Aten, con el gobierno de Sobisch?
–Como lo dije en una asamblea, mi posición es bastante subjetiva. Porque el peso de la muerte de un compañero no es de cualquiera. Es de mi compañero de vida, el papá de mis hijas (Camila y Ariadna). Y no hubiera habido en ningún momento una propuesta salarial que a mí me conformara. Porque esto ya no podía ser para mí una lucha salarial. Esto para mí es, sí o sí, un reclamo de justicia. Pero si tengo que dar una opinión respecto a lo que se acordó en lo salarial, me parece desastroso. Porque creo que fue lavar un poco la cara de las propuestas anteriores. Y no confío en este gobierno (de Sobisch) de que vaya a cumplir con esa propuesta. Creo que fue salir del paso, nada más.
–¿Piensa que Carlos tendría una misma posición que usted?
–Sí, seguro. Si no hubiera sido Carlos el que hubiera muerto y hubiera sido otro compañero, es probable que él no hubiera querido levantar el paro hasta lograr que (el gobernador Jorge) Sobisch renunciara.
–¿Cómo era Carlos?
–Lo que me gustaría decir es que cuando hablo de “mi Carlos”, hablo de ese Carlos que cambió pañales hasta que salió a luchar. Por mi familia, por mí, por un montón de gente, por compañeros, por ideales, por principios. Y es verdad que Carlos ha sido un ejemplo de vida, peleó desde el campo, nació en Coyunco, en la zona de Junín (de los Andes). Luego siguió peleándola desde una organización sindical y política. Y por donde pasó dejaba huellas. Ha sido un excelente compañero de vida. Fue un hombre que, sin ser muy romántico, me enseñó a amar en una forma distinta. Es verdad que detrás de todo esto hay un gran amor. Y eso mis hijas lo pueden corroborar. Porque papá era un buen maestro, un buen padre, buen compañero y un gran amante de la naturaleza. No por nada dijo que fuera cremado y que sus cenizas las tiráramos al lago Huechulaufquen, en su tierra.
–¿Eso ya lo hicieron?
–No porque la Justicia todavía no nos deja. Pero allí va a estar porque es el lugar donde Carlos estaba mejor. Libre.
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