Pese al duro discurso en público, el presidente Kirchner habló con sindicalistas de la CTA para que acerquen posiciones con los docentes de Santa Cruz. Quieren aislar a los sectores más radicalizados. Hubo diálogo con el obispo Romanín.
› Por Diego Schurman
A pesar de su discurso público, caracterizado por la dureza, Néstor Kirchner habilitó ayer en privado a hombres de su más estrecha confianza a iniciar negociaciones informales para acercar posiciones con los docentes de Santa Cruz, que ya incluyeron contactos con el obispo de Río Gallegos, Juan Carlos Romanín.
Kirchner demoró su preocupación por el impacto político del conflicto, cuya onda expansiva podría acarrearle ahora costos impensados. De hecho, la represión policial a trabajadores municipales, y el subsiguiente anuncio de paro provincial, volvió inevitable un parangón con Neuquén. Para decirlo en otras palabras: también en la Casa Rosada, y no sólo fuera de ella, donde ayer sobrevoló el fantasma de Carlos Fuentealba, el docente asesinado por las fuerzas de seguridad de Jorge Sobisch.
El Presidente había confiado las últimas tratativas a su ministros Carlos Tomada, de Trabajo, y Daniel Filmus, de Educación. Hoy los docentes van a comunicar oficialmente el rechazo a la conciliación obligatoria con la que el Gobierno imaginaba desacelerar los reclamos.
El cuadro de situación obligó al kirchnerismo a buscar canales alternativos de acercamiento. Con sigilo, el diputado Edgardo Depetri pidió ayer al embajador en la Santa Sede, Carlos Custer, que le tendiera un puente con Romanín. Depetri y Custer comparten un espacio común: la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA).
Romanín no se mostró como el cuco opositor que buscó presentar la Casa Rosada. Sencillamente, le dijo a Depetri –con quien finalmente habló– que los santacruceños necesitan buenas noticias y que lo suyo no es alistarse en una campaña antikirchnerista, sino hacerse eco de los reclamos que le parecen justos.
Hay una mea culpa, con sordina pero mea culpa al fin, en las filas oficiales. Kirchner se confió en una solución del conflicto. Ahora maldice en privado a sectores de izquierda y también a los radicales –en especial al intendente de Río Gallegos, Héctor Roquel– por haberle aguado una salida que imaginaba inminente. Depetri buscará ahora un enlace con los docentes, en una tarea compartida con otro dirigente de origen gremial, Daniel Peralta, también conocido como el “ojo de Kirchner” en Santa Cruz. Ambos mantienen permanentes conversaciones con Hugo Yasky y Francisco “Tito” Nena, dos sindicalistas que también revisten en la CTA.
En el Gobierno coinciden en la necesidad de crear condiciones para las negociaciones en las que el sindicato docente Adosac “tenga un rol protagónico” –un eufemismo para restar peso a lo que en el Gobierno reducen a “grupos ideologizados”– y avanzar hacia un acuerdo que evite la idea de vencedores y vencidos. Se presentan, en ese sentido, algunos obstáculos que a los interlocutores del oficialismo les resulta difícil aunque no imposible sortear, como son las internas desatadas en las propias filas sindicales.
La Casa Rosada está dispuesta a mejorar el básico que en la actualidad es de 161 pesos. Los docentes consideran que de llevarlo a 500 pesos el tránsito hacia un entendimiento estaría prácticamente allanado. Hasta ahora los funcionarios nacionales se comprometieron a devolver los salarios caídos y congeniar la recomposición del resto de los ingresos, garantizando un incremento gradual a partir de junio. Habrá que ver si la oferta alcanza para sacar las negociaciones de su punto muerto.
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