Son los ex jerarcas de la Brigada de Investigaciones de La Plata. El hijo de Hebe de Bonafini está entre las víctimas.
El ex jefe y subjefe de la Brigada de Investigaciones de La Plata fueron detenidos ayer acusados de homicidios, torturas y privaciones ilegales de la libertad ocurridas en el centro clandestino de detención que funcionó en el Destacamento de Arana durante la dictadura. La medida fue ordenada por el juez federal de La Plata Arnaldo Corazza, a partir de un pedido del fiscal federal Sergio Franco presentado a fines del año pasado. Se trata de Pedro Antonio Ferriole, que se desempeñó como jefe de esa brigada entre diciembre de 1977 y enero de 1979, y de Bernabé Jesús Corrales, quien ocupaba la subjefatura durante ese período. Una de las víctimas de Ferriole fue Raúl Bonafini, uno de los hijos de Hebe de Bonafini, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo.
Los ex policías fueron detenidos por orden de Corazza, que investiga los crímenes y torturas ocurridos en el Destacamento de Arana, un centro clandestino de detención que dependía de la Brigada de Investigaciones. Ferriole está acusado de los homicidios calificados de Rolando Acuña, Raúl Bonafini y José Fernando Fanjul Mahia, quienes hasta hoy permanecen desaparecidos, y de la privación ilegal de la libertad y torturas de otros seis detenidos en el Destacamento de Arana.
A Corrales se lo acusa del asesinato de Daniel Jorge Lencinas y de la privación ilegal de la libertad, torturas y tentativa de homicidio en al menos otros 20 casos de detenidos en ese centro clandestino. Corrales contestó ayer las preguntas de Corazza pero rechazó la relación existente entre la Brigada y el Destacamento de Arana, mientras que Ferriole se negó a declarar.
Tanto la Brigada de Investigaciones de La Plata como el Desatacamento de Arana, donde funcionaba la Dirección de Cuatrerismo de la Policía, dependían en esa época de la Dirección General de Investigaciones a cargo del comisario Miguel Etchecolatz, condenado el año pasado a reclusión perpetua por delitos cometidos en el marco de un genocidio.
Al igual que lo que sucedía en la Brigada de Investigaciones, el control de los detenidos clandestinos que ingresaban a Arana era realizado por los policías de la guardia permanente mediante un sistema informal de listas, que se manejaba con un empleado de servicio saliente que la entregaba a quien tomaba la guardia. En cuanto a las condiciones de detención, los prisioneros permanecían vendados y con sus manos atadas, hacinados en las pequeñas celdas del destacamento. La disciplina que debían observar era más estricta que en el resto de los centros clandestinos de la ciudad. La comida era muy escasa y eran sacados de sus celdas y trasladados a las oficinas ubicadas del otro lado del pasillo, donde eran torturados. En ese centro operaron los “grupos de tareas”, pero en la zona de Arana también fue utilizada la ejecución de prisioneros, cuyos cadáveres eran incinerados y presuntamente sepultados en fosas comunes.
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