Los trabajadores discutirán hoy si toman nuevas medidas de fuerza esta semana. La empresa esperaría una compensación oficial.
Los trabajadores del subte no bajan la apuesta. A lo largo del día de hoy discutirían nuevas medidas de protesta para la semana que empieza. Entre las opciones, analizan volver a liberar los molinetes a partir de mañana martes, en una sola línea por vez y por día. La medida se ensayó por primera vez la semana pasada y aunque no afectó a los pasajeros, sí provocó algún malestar en la empresa. Oficialmente, Metrovías impulsó una denuncia penal contra los empleados, mientras aún revisa sus pérdidas. El acuerdo entre uno y otro sector todavía no parece cercano, pero hay quienes ya hablan de algún diálogo “extraoficial”. Quienes lo hacen son los trabajadores que están convencidos de que Metrovías no aceptará aumentar los sueldos si no logra antes una compensación en los mismos términos del Gobierno.
Durante la semana pasada, en los sótanos de los subterráneos de Buenos Aires no dejaron de sentirse los reclamos gremiales.
Para reconquistar la simpatía de los pasajeros, los empleados del subte decidieron no parar como lo habían hecho una semana antes. En señal de protesta, en cambio, abrieron las puertas de emergencia de las cinco líneas de trenes en las horas de mayor flujo de pasajeros para que viajara sin pagar todo el que quisiera. La medida se hizo en forma intensiva durante las primeras 48 horas y luego se repitió durante 24 horas más, pero sólo en la Línea A.
Durante el día de hoy, distintas asambleas de trabajadores discutirán si esa forma de protesta seguirá adelante esta semana. Los operarios y empleados tendrán reuniones a la mañana y a la tarde, pero no dejarán de prestar servicios. Al término de las reuniones, los delegados se reunirán para confrontar las resoluciones y tomar una o varias decisiones en conjunto. Anunciarán todas las medidas el martes al mediodía.
“No puedo no descartar ninguna medida de fuerza (como el paro), pero las asambleas resuelven”, dijo a Página/12 Jorge Méndez, delegado. “La semana pasada, varios sectores convocaron a un nuevo paro, pero se desechó porque no queremos llegar a eso. En principio la idea ahora es no hacer una medida de fuerza esta semana pero, bueno, las asambleas van a decidir.”
El mal humor que este tipo de medidas despertó entre los pasajeros y las elecciones porteñas serán dos factores de peso en esa evaluación. Uno de los delegados, avezado en el contacto con los medios, explicó la postura en esos términos: “El mismo Kirchner dijo que nuestra protesta estaba fundamentada por las elecciones, porque entre nosotros hay partidos políticos de izquierda”, apuntó Francisco Ledesma, delegado y vocero de los operarios. “Por eso, con los compañeros vimos que no convenía hacer el paro en estos días, como para desmentir un poco las falsas acusaciones ante un reclamo legítimo.” Desde mediados de marzo, los empleados llevan adelante un pedido de blanqueo de los sueldos y un aumento de 20 por ciento. Metrovías aceptó los reclamos y firmó un acuerdo con la dirección gremial de la UTA, que los empleados rechazaron antes de convocar al paro del 17 de mayo. Según la empresa, el 20 por ciento de aumento está concedido. Según los empleados, no.
Luis Orellano, abogado laboralista, sostiene que la compañía pagó “como aumento una parte de salario no remunerativo que se blanqueó pero esa suma no representa el 20 por ciento pedido”. Allí están resumidas las razones del paro que no sólo tiene como interlocutor a la concesionaria sino también al gobierno. Desde el primer día de protesta, los trabajadores encuadran el conflicto en ese territorio: “Esta es una empresa parasitaria”, sintetizó Fabián Díaz la semana pasada, uno de los delegados que cubría el pase libre de una puerta de emergencias en la Línea E. “Una empresa que vive de un subsidio de 200 millones de pesos anuales no pierde nada con dos días de pases.” Pero el saldo entre pérdidas y ganancias no parece sencillo. Metrovías no sólo se mantiene con los subsidios sino con la recaudación diaria y la imagen, entre otros variables. El conflicto también ejerce presión en esos aspectos y los empleados creen que acentúa la necesidad de volver a un estado de pacificación. Por eso –sospechan– esperan una venia del gobierno para llegar al acuerdo.
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