Hace cuatro años que no se gana una banca desde el socialismo y pesa la mala experiencia de Zamora. Las razones del fracaso electoral de una tendencia que ganó bastante la calle.
› Por Adriana Meyer
Más allá del pico de adhesión de 2003, la izquierda acude a las elecciones cada vez más atomizada y su representación parlamentaria sigue en baja. 2005 fue un año negro a nivel electoral para quienes consideran que el socialismo no es una utopía y puede aplicarse a la realidad argentina. La cosecha de legisladores fue cero, contra los ocho que había logrado dos años antes Autodeterminación y Libertad (AyL), la agrupación fundada por Luis Zamora. Si hoy Patricia Walsh (MST-Nueva Izquierda) obtiene alrededor de 60 mil votos, habrá concretado su ingreso a la Legislatura porteña, tras su paso por la Cámara de Diputados, y hasta es posible que consiga algo más para que entre con ella el segundo de la lista, Marcelo Parrilli. Todas las encuestas le dan a la hija del escritor desaparecido el cuarto lugar, con cifras que van desde el 2,3 al 5 por ciento, seguida muy de cerca por Claudio Lozano. “El momento electoral no es el momento de la izquierda, como sí puede serlo el de la movilización”, sentenció el historiador Horacio Tarcus ante la consulta de Página/12. “Afuera se preguntan cómo es posible que tras la debacle que sufrió en 2001 el neoliberalismo, la estafa a los ahorristas de clase media y la represión, la izquierda no haya sido capaz de capitalizarlo. Cuando de pronto surgieron condiciones objetivas para dar un salto de calidad en la vida política argentina, la izquierda no acudió a la cita”, afirmó el sociólogo y politólogo Atilio Boron.
Entre los candidatos que se reivindican abiertamente de izquierda, Patricia Walsh es quien tiene posibilidades de acceder a una banca, para lo cual necesita entre 55 y 60 mil votos. El encuestador Artemio López explicó que esto dependerá de la aplicación de la fórmula del sistema D’Hont, según la legislación porteña, sin un piso mínimo de votos. Por lo tanto, se distribuyen proporcionalmente las bancas por partido, y según su estimación Walsh podría ingresar incluso acompañada por quien le sigue en la lista. López cree que también obtendría un lugar el primer candidato a legislador de Movimiento por Buenos Aires, Martín Hourest. Pero su líder, Claudio Lozano, explicitó que no se considera de izquierda. “Es necesario revisar las tradiciones políticas de la experiencia popular, tales como peronismo, radicalismo o izquierda, para encontrar una nueva síntesis”, fueron sus palabras ante este diario. De todos modos, esta definición de Lozano –que Walsh calificó de “híbrido”– podría resultarle beneficiosa, como si sacarse la etiqueta ideológica fuera una buena estrategia a la hora de recoger adhesiones.
“El momento político no es el de la izquierda, y la única excepción fue la crisis de 2001 cuando surgió Autodeterminación y Libertad, y Zamora sacó ocho legisladores. Pero acababa de declarar que no era izquierda, que era un emergente de las asambleas. Y su mujer, Olivetto, lo ratificó. Pero en la medida en que tuvo el comportamiento clásico de izquierda se armó el papelón en que terminó AyL”, recordó Tarcus, fundador del Centro de Documentación e Investigación de Cultura de Izquierda (Cedinci). De hecho, los ocho legisladores que ingresaron a la Legislatura por esa agrupación empezaron a irse de ella apenas asumieron, y algunos hoy militan en el oficialismo, tal como ocurrió con una diputada de AyL en el Congreso.
Para Tarcus “no es una situación coyuntural, la fragmentación de la izquierda viene siendo creciente, se fracturó el mundo comunista, el trotskismo, aun después de la caída del Muro, se empezó a dividir cuando se podía pensar que era su momento de mayor credibilidad. El MAS se dividió en grupúsculos que ahora se presentan a elecciones. Es un proceso que se viene agudizando y se nota más en el momento electoral, porque en el momento de la movilización puede ocurrir que haya varias el mismo día pero reúnen algunos miles de personas”. Boron coincide en que el momento de expansión del 2001 al 2003 aumentó la representación de la izquierda en la Legislatura y en el Congreso, y evalúa que “esa oportunidad no fue aprovechada, no sólo por las dificultades propias de esas mismas instituciones que no permiten hacer grandes cosas, sino porque siguen siendo expresiones fragmentarias y dispersas, no hubo un proceso de unificación que representara al conjunto de la fuerza” de izquierda.
¿Por qué sigue siendo imposible la unidad?, le preguntó Página/12 a Boron. “Hay una distancia entre la izquierda y las masas populares argentinas, tiene que ver con el advenimiento del peronismo y errores históricos, como la Unión Democrática o el silencio tras los bombardeos del ’55, que impiden vencer esa vacunación contra la izquierda que parecen tener los sectores populares.” Según su visión, “la izquierda actual no tiene una base de masas que se lo reclame, pero si dirigiera la lucha de clases y tuviera millones como actores sociales esa fuerza forzaría la unidad”. El sociólogo –que dirige un programa de educación a distancia en el Centro Cultural de la Cooperación– mencionó como experiencia opuesta la del Partido de los Trabajadores (PT), en Brasil, donde coincidieron sectores de la izquierda cristiana, trotskistas, comunistas y socialistas independientes “porque había una dinámica de masas que impulsaban desde abajo la unidad, mientras que acá cada partido tiene una pequeña porción”. Y se remontó al principios del siglo XX, cuando Rosa Luxemburgo expresó que “cuanto más alejada de las masas está la izquierda, más profunda es su tendencia a personalismos y sectarismos”.
Sin embargo, sigue habiendo intentos de unificación como fue el Encuentro Rosario, que pretendió sumar a radicales y socialistas pero terminó desactivado. “Son acuerdos precarios, a lo sumo son frentes electorales, y ni siquiera. Es mucha presión porque el kirchnerismo es tan hegemónico y la derecha macrista ha cobrado tanto peso en la ciudad. Incluso el partido socialista está fracturado otra vez. Esto habla de una crisis muy grande, adonde casi no hay cabida para la izquierda”, razonó Tarcus. “La izquierda argentina no tiene tradición frentista, como la de Uruguay o Chile. Los que llevan a Walsh podrían haberse aliado con Lozano, y hubo conversaciones pero ni siquiera se logra eso. El Partido Comunista no tiene candidatos, el PCR (Partido Comunista Revolucionario), partido maoísta, vuelve a la vieja consigna de los ’70 del voto en blanco y luche. Es patético verlos dirimiendo el quinto o sexto lugar”, concluyó.
Pero resulta que el quinto o sexto lugar no los habilita para obtener una banca. “En la historia argentina los parlamentarios socialistas desplegaban una actividad legislativa muy intensa, además de acompañar huelgas y hacer denuncias. Desarrollaron toda la legislación social hasta la llegada del peronismo. La izquierda nos pide que los votemos para una actitud testimonial de declaraciones... Está bien que un diputado vaya a hacerle el aguante a una fábrica recuperada o a un conflicto, está bien derogar las leyes de obediencia debida y punto final, pero también hace falta una propuesta por la positiva”, reflexionó el historiador, ex subdirector de la Biblioteca Nacional. “Hay un patrimonio político y legislativo, es un legado que la izquierda ni siquiera conoce y que hay que actualizar. El viejo socialismo se terminó, al igual que el viejo anarquismo o el viejo comunismo. Pero se podría aprender de aquello. Tiene sentido que exista la izquierda, no es que se está muriendo en el mundo como dice la derecha. Pero no se encuentra el lenguaje y la organización. Una posibilidad sería el frentismo, con un programa razonable. No alcanza con reivindicar la honestidad o decir que son todos lo mismo. El votante natural de izquierda, como soy yo, escucha a los grupos de izquierda y también dice que son todos lo mismo”, confesó Tarcus.
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