EL PAíS › MACRI PASO SU TECHO HISTORICO DE VOTO EN LA CAPITAL, QUE ERA 37 POR CIENTO
Con una coalición de caras nuevas y de personajes como Blumberg, el diputado de licencia logró al fin un triunfo claro. Sacó casi tantos votos en esta primera vuelta como en el ballottage que perdió con Ibarra en 2003 y su diferencia con el segundo es tajante. El PRO ya empezó a “sugerir” que no haya un segundo turno.
› Por Werner Pertot
Mauricio Macri se alzó con una ventaja inmejorable para saltar el bache del ballottage, que ya le costó la Jefatura de Gobierno porteña en 2003. Más de 20 puntos lo separaron del segundo adversario. El candidato de PRO superó con creces su techo histórico del 37 por ciento y consiguió una victoria de la derecha en toda la línea. Bajo su estrella, fueron a cobijarse figuras de la oposición y algunas caras del pasado como el ingeniero Juan Carlos Blumberg, el dirigente de Recrear Ricardo López Murphy, el rabino Sergio Bergman y el ex secretario de Seguridad Miguel Angel Toma. En el bunker de PRO –una disco, en realidad– machacaron para minar la “legitimidad” de un ballottage. “No vamos a calumniar ni a hacer denuncias oportunistas”, consideró Macri, embebido en el triunfo.
El empresario consiguió en la primera vuelta un porcentaje similar al que había obtenido en la segunda vuelta de 2003: 45 por ciento. Con esta cifra perforó el 37 por ciento que obtuvo en la primera vuelta de ese año y del 33,9 que había conseguido en las legislativas de 2005. El dirigente repitió su éxito en los extremos de la clase alta y la clase baja, a la que se sumó un sector de clase media. Un mérito que probablemente se deba a su compañera de fórmula, Gabriela Michetti. La victoria en la Capital lo dejó como la principal figura de la oposición, frente a un languidecente Roberto Lavagna, quien se mantuvo prescindente de la elección, y a la líder del ARI, Elisa Carrió, que deberá compartir la suerte de su candidato en la ciudad, el actual jefe de Gobierno Jorge Telerman.
Macri se benefició con su estrategia de no confrontar y de municipalizar la elección, mientras sus dos oponentes –Filmus y Telerman– se cruzaron con dureza y dividieron el voto de centroizquierda. Entre ambos, no alcanzaron –según los primeros cómputos– el porcentaje que sacó Macri. La estrategia del diputado de licencia para la segunda vuelta estará signada por los mismos parámetros, al que se suma una definición de manual para el ganador: plantear que, por la amplia diferencia, el segundo debería bajarse.
Macri no lo dirá. Pero sus adláteres ya empezaron a insistir sobre la idea. “La diferencia es tan grande como para que sea un incentivo suficiente para que no tenga que plantearse una segunda vuelta”, advirtió el saliente titular de la Legislatura, Santiago De Estrada, mientras que el legislador Daniel Amoroso aseguró que no debería haber ballottage “si los números superan el 15 por ciento de diferencia”. “La diferencia es contundente. Hay que saber reconocer cuando la gente se pronuncia”, aseguró Blumberg, que acompañó al candidato en el triunfo.
Los macristas no quieren hablar en público de sumar votos de otros sectores, pero reconocen por lo bajo que el voto del tercero se dividirá y aportará un porcentaje para la segunda vuelta. Incluso, reconocen que aspiran a votos que tradicionalmente no los acompañarían, como el de la izquierda. A esto apuntó Macri, en parte de su discurso: “Quiero felicitar a todos los candidatos. A Walsh. A Lozano. Gracias por participar”.
La Boca rugía de vida, de movimiento dominguero de los vecinos, de pibes jugando a la pelota en los baldíos, en las plazoletas, debajo de la autopista. La campaña había dejado sus signos en los pasacalles de las esquinas, que identificaban referentes locales con candidatos. Algunos comités estaban abiertos por si existían consultas del padrón.
Junto al río y bajo la autopista, Che Tango se recortaba del resto del barrio con vallas, policía y seguridad privada. Las patrullas recorrían un perímetro a una cuadra a la redonda. En medio de fábricas derruidas, el edificio de Pedro de Mendoza y Pinzón se alzaba como un monumento a la fiesta en medio de la pobreza. Era el bunker de Macri. Un cartel en la puerta recibía al distraído: “Propiedad privada. Prohibido pasar”. Los partidarios de PRO debían pasar por un container con boxes divididos por letras (con cartelitos amarillos), en el que recibían un sticker (amarillo, claro) con el logo de PRO.
Por dentro, se expandía un gigantesco galpón decorado con fotos del entramado urbano y dos pantallas enormes que proyectaban imágenes de los actos de Macri, del Congreso y de la Casa Rosada (un lapsus de un objetivo a futuro). Del techo, colgaban luces de discoteca y una pista circular de más de diez metros de largo estaba tapizada con el logo de PRO en amarillo. El escenario transpiraba opulencia. No había banderas ni bombos. La música giraba por todos los gustos: desde La Vela Puerca, pasando por Miranda!, hasta Fito Páez y Joaquín Sabina.
Macri llegó cerca de las 17. Había votado al mediodía en medio de un torbellino de cámaras que lo acompañó toda la tarde. Se recluyó a ver el partido de Boca (que le dio la única amargura del día, con una derrota 1 a 2) y no salió hasta bien entrada la noche. Su jefe de campaña, Horacio Rodríguez Larreta, fue el primero en subirse al escenario junto al resto de los candidatos no bien el reloj marcó las 18 y terminó el comicio. “Estamos contentísimos. Pero vamos a ser muy estrictos con el cumplimiento de la ley”, dijo con una sonrisa de oreja a oreja. Y aseguró que el presidente de Boca no hablaría hasta las 21, cuando terminase la veda.
Mientras circulaban oleadas de sandwiches de miga al por mayor, bocaditos salados de carne y pizza (con gaseosa), los macristas saboreaban por lo bajo una victoria rotunda. “Cómo cayeron los progres, ¿eh?”, se palmeaba la espalda una de las espadas del presidente de Boca. “Siempre tuvimos confianza en ser gobierno. Ahora que rompimos el techo de los 40, ¿se animarán a presentarse con esta diferencia? Se tienen que bajar”, advertían otros adláteres del empresario.
El clima distaba del de un comité de campaña: se parecía más a un cóctel, donde los dirigentes y la tropa de PRO socializaban y festejaban por anticipado la victoria. El primera retahíla de aplausos ocurrió cuando las pantallas gigantes enfocaron el boca de urna que difundió un canal de televisión: ya lo mostraba a Macri cerca de los 20 puntos de diferencia. El candidato se animó a salir a abrazar a sus seguidores, con una sonrisa imborrable, pero esperó hasta las 21 para hablar.
Toma, Blumberg, Bergman, López Murphy, uno a uno fueron llegando al megabunker de PRO. “Va a haber una victoria contundente”, pronosticó el Bulldog, con una sonrisa a medias. “Lo único que puedo decir ahora es que siento mucha alegría, mucha alegría”, indicó, al tiempo que discrepó con el sesgo “localista” de la campaña. Blumberg se ocupó de marcar las consecuencias de la victoria de Macri: “Han triunfado las propuestas y se va a consolidar una oposición fuerte. El Presidente tiene que escucharla”, advirtió. El posible candidato a gobernador bonaerense de PRO tampoco descartó una postulación a la presidencia. “No cierro ninguna posibilidad”, dijo. Cerca de Macri, desautorizaron esa posibilidad.
A las 21 en punto, Macri salió a festejar junto con su compañera de fórmula Gabriela Michetti entre una lluvia de papelitos, aullidos de victoria y aplausos de la tribuna.
–¡PRO! ¡PRO! ¡PRO! –coreaba un grupo de partidarios, liderados por el diputado Cristian Ritondo.
Contento hasta perder la voz por la emoción, Macri besó en la mejilla a Michetti, quien afirmó: “No tenemos demasiado para decir, porque la gente lo ha dicho”. La postulante a vicejefa llamó al diálogo “para que la política vuelva a ser constructiva y no destructiva”. “Quiero agradecerte el lugar que le diste a la mujer en la política”, le dijo.
Con los ojos vidriosos, Macri destacó que “hoy en Buenos Aires ganó el cambio”. “No vamos a descansar hasta resolver los problemas de la inseguridad, la violencia, de casas tomadas, de la basura. A todo le vamos a poner el pecho”, remarcó, mientras sujetaba de la mano a su compañera de fórmula. “Ser breve es PRO, hablemos menos y hagamos más” cerró Macri. Luego subió con Michetti a la pista teñida de amarillo y bailó con ella, con silla de ruedas y todo.
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