EL PAíS › OPINION
› Por Sandra Russo
Mauricio Macri está imponiendo un hit. No sé si se le ocurrió a él o a sus asesores, pero “Yo no agredo a nadie” es su ariete defensivo cuando se le tira algún dato de su historia. Nadie se mete con asuntos personales, sino con cuestiones puramente públicas y pertinentes, pero Macri se puso Off: con su “Yo no agredo a nadie” repele y se desmarca, y al mismo tiempo refuerza su imagen de tipo Pro, de estaría bueno, de qué divertido.
La gente está tan harta de mirar las campañas electorales como un partido de tenis en el que la pelota es el agravio, que tuvo éxito el slogan macrista de “venir con propuestas”. Pero el de Macri es un discurso cerrado sobre sí mismo y embalado en ese plástico que les ponen a las valijas en los aeropuertos. “Venir con propuestas”, que reemplaza al marco ideológico del que Macri se niega a hablar, no puede nunca dispensar al candidato de tener un pasado público, y de tener que dar cuenta de él.
Lo raro es que la gente que lo votó no le pide que dé cuentas, ni está interesada en profundizar esa parte del debate. Es más: no hay debate. Quien votó a Macri votó lo que Macri es, un empresario que jamás hubiera acumulado semejante torta de riqueza sin aprovechar los costados corruptos del Estado que su grupo apoyó. Por épocas, el grupo apoyó a un Estado terrorista, a un Estado idiota y a un Estado prebendario. Los Macri nunca hicieron autocrítica. Hicieron autocrítica hasta las Fuerzas Armadas, pero los empresarios que empujaron a Martínez de Hoz a implementar aquel modelo siniestro que sembró de pobreza estructural a este país a costa de la aniquilación de los opositores nunca hicieron autocrítica. No correspondía, claro. De los empresarios uno no espera eso. Pero tampoco que hagan política. Si se meten en política, tienen que hacerlo, les guste o no, con su pasado.
Macri no quiere hablar del pasado. No quiere hablar de modelo. No quiere hablar de ideología. Pretende que lo suyo será gestión quirúrgica, gestión aséptica, un devenir amable de bancos en las plazas, tránsito fluido y baches rellenados. Sigue con el marketing que le dio resultados increíbles. Y es efectivamente increíble que con su “Yo no agredo a nadie” Macri pueda gambetear y llegar al arco, con gente que le tira papelitos. Esa gente sabe quién es Macri, y sabe que Macri no quiere hablar del pasado porque su archivo no lo resiste, y sabe que Macri no quiere hablar de modelos porque si dice cuál tiene en mente no va a ser Pro, y sabe que Macri no discute ideología porque la desideología ha permitido el control de los débiles y eso no tiene por qué cambiar.
Blindado en su “Yo no agredo a nadie”, Macri sonríe. Su situación es inmejorable. Cualquier dardo pesado será devuelto con su latiguillo. Esto en cristiano se llama hacerse el boludo, pero la escaramuza está bastante bien armada, y cuando la gente no quiere ver lo que tiene delante, porque es horrible, y prefiere tomar a algún personaje de la realidad como un molde en el que hornear sus ilusiones, lo demás sigue solo.
Macri no agrede de palabra, pero agredió de hecho. Su grupo agredió de hecho a millones de personas, porque succionó al Estado. Porque pervirtió lo colectivo en beneficio propio. Tomando nota de eso, ¿cómo va a querer Macri hablar de ideología?
Lo raro es que haya tanta gente detenida en el árbol, cuando sólo un poco más atrás está el bosque, y en él, una emboscada.
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