› Por Mario Wainfeld
La mentira en política a veces paga bien, a veces cuesta mucho. Un ejemplo no muy recordado en Argentina viene a cuento. Hervé Gaymard era ministro de Economía francés a principios de 2005. Jacques Chirac lo acunaba como su sucesor en la patente interna de la derecha francesa. De pronto, el delfín se vio envuelto en una denuncia periodística. Se supo que había alquilado un enorme piso en la avenida Champs Elysées, por cuenta y orden del Estado. Pagaba un alquiler carísimo, hizo unas refacciones muy costosas.
De inmediato, el gobierno defendió a Gaymard. El alquiler era lícito, legalmente los ministros tienen derecho a un plus por una vivienda. La ley no estipulaba topes, no había irregularidad. La opinión pública y los medios seguían erizados, las cifras (que para los argentinos serían siderales) también espantaban a los franceses.
El gobierno fijó entonces el quantum del alquiler. Un monto básico y un plus por cada hijo. Gaymard, un padre muy prolífico, excedía esos montos. Se hizo cargo con su patrimonio de todos los arreglos, pagó la diferencia entre el alquiler permitido y el que gastaba.
La bronca no cesaba. La prensa de izquierda lo fustigaba, desde adentro del gobierno también lo esmerilaban.
Gaymard se defendió públicamente diciendo que eso le pasaba porque no era un burgués sino el hijo de un modesto zapatero. No tenía bienes, debía alquilar, se lo sacrificaba.
Casi de volea, se reveló que esa afirmación era falsa. El ministro tenía un patrimonio importante, incluidos algunos inmuebles.
La nueva línea defensiva fue probar que se habían adquirido en regla, que Gaymard pagaba religiosamente sus impuestos.
De nada le sirvió, el desprestigio lo obligó a renunciar. Los dimes y diretes, desde la primera denuncia hasta su salida, no insumieron mucho más de una semana.
El episodio es interesante. El hombre no cometió ningún delito, ni siquiera una falta formal. Su cabeza rodó porque gastó mucho dinero y porque fue pillado mintiendo.
Un detalle más, nada nimio. Gaymard era el principal oponente interno de Nicolas Sarkozy (aliado-adversario de Chirac), que le serruchó el piso. En esos días comenzó a cimentar la estruendosa victoria electoral que concretó hace cosa de un mes.
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