EL PAíS › BLUMBERG SE PRESENTO COMO INGENIERO EN LA FISCALIA DE SAN ISIDRO EN 2006
A fines de año, cuando hablaba de la ola criminal, fue citado a declarar por el fiscal federal Gentili para dar precisiones sobre sus denuncias ininterrumpidas. Allí no le “dijeron” ingeniero sino que se presentó así y “bajo juramento”. Una prueba más de que Blumberg se atribuía un título que no tenía de una universidad que no existe.
› Por Nora Veiras
El 21 de noviembre de 2006, Juan Carlos Blumberg ya estaba meditando si dar el salto definitivo a la política. Seguía fatigando micrófonos con las denuncias por secuestros express y robos varios en territorio bonaerense. El fiscal federal de la Unidad Antisecuestro Alberto Adrián Gentili lo citó entonces a brindar declaración testimonial en los tribunales de San Isidro para que aportara precisiones sobre los casos que habían llegado a su conocimiento. “Interrogado por sus circunstancias personales (...) dijo ser y llamarse Juan Carlos Blumberg, de nacionalidad argentino, nacido el 7 de febrero de 1945, en Capital Federal, hijo de Bernabé (fallecido) y de Ursula Poviluinalte (fallecida), de ocupación ingeniero, de estado civil casado”. Siete meses más tarde, el acta –a la que tuvo acceso Página/12– deja al descubierto que el cruzado de la seguridad no sólo se hizo imprimir tarjetas personales con un título universitario que no obtuvo sino que, bajo juramento, se presentó ante la Justicia como “ingeniero”. El candidato in péctore de la derecha para la gobernación bonaerense siguió ayer recluido y sólo a medianoche ensayó “la explicación a la ciudadanía” que le reclamó su principal aliado Mauricio Macri ante la revelación de su fallida carrera académica.
Las excusas médicas del entorno de Blumberg para justificar el silencio de tres días ante la mentira de su título de ingeniero resultaban irrisorias. El viernes al mediodía, cuando ya era evidente que la estrategia naufragaba, salió al ruedo el periodista Enrique Llamas de Madariaga. Se comunicó con Radio Continental para defenderlo: “En un reportaje que yo le hice me dijo que no era ingeniero”, aseguró Llamas, que continuó quejándose por tanta alharaca en torno de un tema trivial cuando pasan tantas cosas importantes. A la luz del acta que se reproduce en estas páginas, Blumberg parece tener una conducta con gente de confianza y otra en público o ante la ley.
El traspié de inventarse un título alemán provocó el rápido despegue de sus aliados (ver aparte), quienes dejaron trascender, sin piedad, que el presidente de la Fundación Axel Blumberg a lo sumo había hecho alguna tecnicatura. “Gracias a Dios yo no tengo ningún título”, ironizó Jorge Macri, el primo de Mauricio, que desde hace meses venía recorriendo el territorio bonaerense con “el inyenieri”. Después partió raudo a los Estados Unidos. En Pro repiqueteaban las palabras del candidato a jefe de gobierno porteño: “Tampoco se me ocurre a mí firmar de ingeniero sin ser ingeniero, es raro”, había dicho al conocerse la denuncia por usurpación del título de licenciado contra su entonces contrincante Jorge Telerman.
La historieta
“Soy ingeniero textil, recibido en la Universidad de Röttingen, en Alemania”, explicó Blumberg en una entrevista por Radio 10 reproducida por Infobae en mayo pasado. Pero sucede que Röttingen es un pueblito de apenas 1700 habitantes en Baviera donde no existe una casa de estudios. Siendo benévolo se podría pensar que la dificultad para pronunciar el alemán le jugó una mala pasada: en lugar de Röttingen podría haber querido decir Universidad de Reutlingen. Página/12 consultó con esa casa de estudios y le respondieron que “no hay ningún estudiante/egresado con el nombre de Juan Carlos Blumberg de la entonces Escuela de Ingeniería”. En el estado de Baden-Wurtemberg, esa universidad cuenta con una escuela especializada en temas textiles, que imparte cursos universitarios desde 1855.
La Escuela Nacional de Reutlingen fue convertida en universidad en 1971. La facultad de Textiles y Diseño ofrece el título de Bachelor of Engineering desde el 2004. Ese grado, otorgado luego de tres años, podría llegar a ser equiparable al título de ingeniero en la Argentina. Entre 1995 y 2004, se dictaba un Curso Universitario en Tecnología y Gerenciamiento Textil. Antes de esa fecha se daban cursos técnicos de la especialidad. Para haberse recibido de ingeniero en esa universidad, Blumberg debería haber pasado al menos tres años en Alemania luego del 2004. Es obvio que no fue así: ese año secuestraron y asesinaron a su hijo Axel y desde entonces se transformó en un actor político presente en la Argentina.
El 5 de febrero del 2003 cuando la tragedia irreparable del secuestro y asesinato de su único hijo no era ni siquiera imaginable, Blumberg registró la sociedad anónima Neutech y, esa vez, en los papeles, asumió la realidad. En el Boletín Oficial Número 30.083, segunda sección, se lee “Juan Carlos Blumberg, técnico, casado, 57 años y Axel Damián Blumberg, estudiante, soltero, 21 años.” La sociedad se inscribió con fines comerciales e industriales que van desde la fabricación e industrialización de productos agropecuarios, construcción, turismo hasta computación, seguridad y vigilancia, entre otros. Eso sí “toda actividad que en virtud de la materia haya sido reservada a profesionales con título habilitante, será realizada por medio de éstos”, aclaró, precavido, el técnico Blumberg.
Patas cortas
Cuando la tragedia cruzó su vida, Blumberg empezó a hacer catarsis en vivo y en directo. El “ingeniero” pulcro, mesurado en las formas, obsesivo, de origen alemán –por tanto riguroso–, se convirtió en el ícono deseado de la mano dura y el poder policial. Una masiva movilización en abril del 2004 sorprendió a la dirigencia política que, aterrada, asumió como propias las propuestas de la víctima mediática incorporando más de una incongruencia entre pena y delito en el Código Penal. No importaba: tenían que complacer “al ingeniero”.
A fines del año pasado cuando lo citó el fiscal Gentili, el presidente de la Fundación ya era un candidateable que repartía tarjetas con el título de “ingeniero”. Ostentaba el grado como un título honorífico. En la portada de la página web de la fundación se leía –obviamente hasta anteayer– “ingeniero Juan Carlos Blumberg, presidente”. Desde los ’70, cuando empezó a trajinar las fábricas textiles, se lo conocía como “el ingeniero”. Tanto decirlo y escucharlo, se convenció, como dijo ayer en su defensa.
“Preguntado nuevamente por el señor fiscal para que diga si desea agregar algo más a lo ya dicho, indicó que no, con lo que no siendo para más se dio por finalizado el acto, previa íntegra lectura que en alta voz prestó el actuario de la presente, sin perjuicio de la que sí efectuara el deponente, firmado por constancia previa íntegra ratificación del contenido”, se lee al final de las tres carillas del testimonio de Blumberg en la que consta que el fiscal le entregó una copia y él no hizo ninguna corrección.
Blumberg supo rodearse rápidamente de los nostálgicos más recalcitrantes de la mano dura. Roberto Durrieu, ex subsecretario de Justicia (sic) del dictador Jorge Rafael Videla, el ex juez federal de la misma época Norberto Giletta, los “Sin gorra” –los policías exonerados de la Bonaerense por delitos y hechos de corrupción– formaron el núcleo originario que se fue ampliando y esperaba consagrarse ahora con la candidatura a gobernador bonaerense apoyado por Pro.
“El inyenieri” aprovechó el fervor mediático para instalarse como “opinator” ante cuanto micrófono se le ofrecía. En la declaración ante el fiscal Gentili sólo quiso agregar un tema cuando se le ofreció la oportunidad. “Nota que en diversas oportunidades, sujetos no identificados intervienen y cortan las comunicaciones que mantengo con las radios (...) Debo indicar que efectué consultas con los servicios técnicos de las compañías prestadoras y no detectaron ninguna anomalía en los aparatos (...) motivo por el cual supongo que hay alguien a quien no le gusta lo que digo y termina las llamadas cuando le parece oportuno (sic)”, declaró.
Paradojas de la verdad: ahora que todos los medios estaban ávidos por seguir escuchando sus explicaciones, Blumberg se tomó tres días para darlas, a medianoche.
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